El Guiñol de Verano o la historia del juego aprendido

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Con un espectáculo concluyó el III Taller de Verano del Guiñol en Cienfuegos, el cual estuvo centrado en el aprendizaje de técnicas de expresión corporal y de clown, donde la familia pudo disfrutar de sus hijos-actores.

Una vez más la maestría de Ofelia Pacheco, directora del conjunto teatral Cañabrava, fue el abono necesario-vital para el florecimiento de los niños durante la nutrida puesta en escena, aunque también aportó mucho la joven actriz Geidicary Maité González Zamora, del Guiñol, voz que animó desde un principio a soñarse artistas.

Varias semanas bastaron para que los infantes no solo aprendieran a convivir en un escenario, sino que conformaran un equipo dentro o fuera de la sala teatral, donde primo la ayuda entre ellos y el amor en términos mayúsculos.

Una parte de los participantes en este Taller de Verano volvían por segundo año consecutivo, y eso les sirvió para mostrarse más seguros y orgánicos durante el espectáculo, para derrotar sus miedos o barreras. Si alguna diferencia marcó esta edición fue una mayor presencia de niños pequeños y menos varones que épocas anteriores.

Acrobacias, paradas de manos, vueltas y más vueltas, mímicas, rondas, saltos, historias que se entrelazan en un mismo tema: el juego entre amigos, describen las ganancias obtenidas durante las clases y ensayos matutinos, todas con sede en el Guiñol de Cienfuegos, recién reparado para disfrute de todos.

Hablar de teatro, en Cuba, es pisar una plaza fuerte en América Latina, es tocar a la puerta de innumerables actores y actrices que le otorgan a este arte un carácter plural y diverso, único si se quiere. Muchos de ellos empezaron así: en un verano cualquiera, con excelentes maestros que jugando le enseñaron -y ellos aprendieron- que el teatro es una pasión desobediente, un mar que arrasa, una pintura de época, un baúl donde caben todos los sueños de los vivos.

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