El Guayabero: el doble sentido y la crónica social cantada (+ Canciones)

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El tres bajo el brazo, el traje y el inconfundible sombrero de pajilla. Tal es la imagen que mejor Cuba conserva de Faustino Oramas, el legendario trovador que ingresó a la historia musical de la Isla con el sobrenombre de El Guayabero.

Nacido en la ciudad de Holguín el 4 de junio de 1911, “el rey del doble sentido” cultivó sones y guarachas que hacen reír al tiempo que ofrecen pinceladas de gran cubanía.

Muy joven, como tantos de su generación y procedencia social humilde, comenzó a hacer música sin más escuela que el oído y el talento innato. A la edad de 15 se sumó al Sexteto Tropical, con el que permaneció varios años y actuó en diversos sitios de la región donde vino al mundo. Luego ingresó en el Conjunto Trovadores Holguineros y, más tarde, formó su propia agrupación, con la cual cultivó el son montuno tradicional, típico de la zona oriental.

Estatua del Guayabero en el museo de cera.

Faustino Oramas trascendió en el universo musical cubano por los tumbaos inigualables que lograba con su tres. La compañía perenne de este instrumento, además de su forma de vestir, sus chistes dichos con total sobriedad, le granjearon la admiración de no pocos.

Como buen cronista social, para componer sus canciones se nutría de anécdotas y sucesos de los que tenía noticias o él mismo protagonizara. Sus composiciones son reflejos del modo de ser del cubano, dado siempre a la picardía y al humor contagioso y vital. Solía decir que se inspiraba en tales detalles: “en lo que veo en la gente, lo que pasa y me llama la atención”.

“Tumbaíto”, compuesta allá por 1945, fue su primera canción. A esta siguieron otras como “Vengo este año”, “Ay, Candela”, “Mañana me voy a Sibanicú” y “El compositor confundido”. Luego nacieron las más conocidas y populares “Marieta” y “En Guayabero”.

Marietta constituyó su mayor éxito, difundida a escala internacional gracias al Buenavista Social Club. “En Guayabero”, la que le dio el apelativo, surgió en un sitio de la región oriental con ese nombre. Contaba Oramas que había ido allá a cantar en un bar para ganarse la vida y casi encuentra la muerte. Fue muy bien atendido por una joven casada. El asunto llegó a oídos de su marido, un guardia rural severo y muy celoso, que se llenó de ira, lo que provocó la estampida de los músicos y arrancó de la creatividad de Oramas el famoso estribillo: “En Guayabero, mamá, me quieren dar…”.

Siempre activo y jocoso, la muerte sorprendió a este juglar el 27 de marzo de 2007. La Casa de la Trova de su Holguín natal perpetúa su nombre, así como nuevas generaciones de artistas su legado de sones y guarachas, hilvanados con el humor y el doble sentido que con tanto tino cultivó.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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