El futuro viable y heterogéneo de Lizzette Pérez Castro

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Su fabulario no desafía el emanar masculino de la Cuba contemporánea, todavía permeado de machismos y recelos en defensa de la mujer y sus derechos a expresarse y tomar un lugar en la avanzada social. Lizzette prefiere constatar los valores que convierten a las féminas en puras luchadoras con capacidades para triunfar.

Ellas son el principal objeto de sus relatos visuales, reclusas en la casa, atendiendo a los suyos y el hogar, cual cautiva de su pareja e hijos, las mismas que se alzan y súbitamente se despojan de prejuicios, demostrando que merecen otra suerte. En el conjunto de sus obras reclama algo más que ser sustancia de deseos. Ella sonríe y convierte lo cotidiano en arte a modo de rebelión, porque el arte es siempre sedicioso, emancipador.

Sus objetos de cocina, los avíos, vestiduras hogareñas y artefactos femeniles (botones, maquillajes, lentejuelas, etc.) reniegan de las funciones habituales para subrayar esa conjuración natural, en la que se abandonan ciertas tradiciones y procura un nuevo universo con marcas femeniles. Sin dudas, está convencida que la mujer resguarda fuentes aún por descubrir, un lenguaje presto a saltar al vacío, a emplazarse con atino en los tiempos de la postverdad.

La narratividad de Lizzette no es anecdótica, sino insurgente, hija de los entornos psicosociales, de las emociones que transmutan la violencia del día en reposo. El arte es también sosiego, un asidero de exploraciones y fugas. Pero estas escenificaciones cotidianas no ofrecen una idea deleitosa o idílica de las féminas. Ellas pecan amando la vida, muestran su sensualidad sin pudores, a veces ajando el delito, en actos descarados que confrontan lo humanas que son. Especialmente, en esta etapa de confinamientos a causa de la Covid-19, ha logrado docenas de relatos que nos inducen a mirar de otro modo la conductualidad de la mujer, su fortaleza para sobrevivir, venciendo cientos de obstáculos, colmando su espíritu protector y visionario.

La primicia discursiva acaso es el coto que impugnan los que aman la inmovilidad de la creación pictórica. Aún no se ha advertido que el enunciado de Lizzette suele ser privitivizante (algo que se anunciaba desde su etapa de estudiante en la Escuela de Arte Oscar Fernández Morera), domeñada por la entremezcla de la tradición y la modernidad, especialmente en el uso de tejidos, objetos caseros y avíos de hornillo, que pudieran hacer creer que son soluciones kitsch, de cuerpo abigarrado.

Lejos de eso, las obras de la artista y pedagoga sureña transitan la “lindura estética” para subvertirla a través del humor o los cotejos políticos. Claramente, la autora es una mujer de partido, cuyos principios defienden, sin alardes feministas, la igualdad de género, la urgencia de construir una nación universal e integradora, con puertas abiertas a un futuro viable y heterogéneo.

Detrás de las puertas, primera muestra personal de la artista local Lizzette Pérez Castro, es una ocasión que ofrece la sala transitoria del Museo Provincial de Cienfuegos, para adentrarnos en el futuro viable y heterogéneo que esboza la visión femenil de la pintora en los tiempos de la nueva normalidad.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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