El exterminio de la diferencia

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El hombre explora, cuando ya no puede hacerlo con sus sentidos inventa universos donde otros puedan encontrarse. El hombre huye, se aleja de sus cánones y reconstruye la realidad desde los ángulos mágicos de la imaginación. El hombre escapa, porque no siempre huir y escapar son la misma cosa, corre hacia ese entorno que no existe, que solo conviene ser nombrado en los umbrales de lo onírico y entonces descubre que aquello que fantasea no es más que un reflejo amorfo de lo que vive, una distopía.

Aldous Huxley nos reinventó en Un mundo feliz: una sociedad industrializada donde el desarrollo erradicó los mayores males de la humanidad, pero también la integridad moral y la libertad de la especie.

El totalitarismo en esta obra consta de una paleta de colores distintos a los de otros textos como 1984 de George Orwell o Nosotros de Yevgueni Zamiatin. La felicidad será el fin de la civilización y todo aquello que atente contra ella: sentimientos, cultura, libertad de expresión, albedrío, moralidad, guerras, religión…será suprimido, arrancado mediante una prohibición subliminal que comienza justo con el descarte de la reproducción como forma de expandirnos. La sumisión es diferente, los personajes tienen todo lo que desean, no necesitan conspirar o revelarse porque innatamente no saben hacerlo, han sido privados de pensar.

En preámbulo del argumento central se convierte la descripción minimalista que hace el autor del mundo al que nos lanza con su novela. Estamos frente a una sociedad donde la institución familia no existe y sí organismos que la suplen, y determinan desde el nacimiento los rasgos, inteligencia y otras condicionantes biológicas del hombre. La reproducción in vitro de grandes masas idénticas de humanos, los cuales son condicionados durante la primera infancia para que reproduzcan patrones durante su vida y acepten sin protestas la casta social (Alfas, Betas, Gamma, Deltas, Epsilones,) a la que obligatoriamente pertenecen. El método de aprendizaje empleado en la crianza estatal de los individuos es la hipnopedia: durante el sueño los infantes aprenden los preceptos que seguirán en el futuro. Una voz les habla, les repite hasta inocularles qué hacer y cómo, todo a favor de la estabilidad y del Estado Mundial porque “todos somos de todos”.

Un consumo excesivo de lo material y el trabajo en las grandes fábricas son pilares básicos de la maquinaria social. Otro elemento fundamental que sostiene el orden establecido es el consumo diario de soma, una droga que los aliena de la alienación.

Ya no existe Dios sino Ford. La promiscuidad es la mayor de las virtudes y el amor es una aberración. El año de la trama es el 632 después de Ford y Londres es el escenario concreto de Huxley para desarrollar la historia de Lenina Crowe, John el Salvaje y Bernard Marx.

La primera es la típica chica que sigue los patrones establecidos: consume, repite como autómata las frases que la hipnopedia ha metido en su cerebro y ejerce su derecho a ser promiscua. Bernard Marx es una Alfa, que se especula le inyectaron alcohol por accidente durante su incubación pues no posee los rasgos físicos de los de su clase. Él se siente y piensa diferente porque no percibe a las mujeres como lo que son socialmente hasta que su vida da un vuelco que lo “desprotagoniza” y convierte en uno más dentro de la marea de superficialidad de los Alfas.

El giro más representativo dentro de Un mundo feliz es cuando Bernard invita a Lenina a visitar a los salvajesen la reserva de Nuevo México. El horror cunde cuando ella presencia el envejecimiento natural de los pobladores de Malpaís y las condiciones higiénicas de la ciudad. Allí encuentran a John, hijo de Linda, una ex habitantedel Estado Mundial y que por accidente terminó viviendo entre los salvajes. Todos viajan juntos hacia la civilización donde John se convierte en un espectáculo y Bernard experimenta la más efímera de las famas.

El choque de culturas se manifiesta en la figura del salvaje que reprime sus emociones dada su educación y comienza a cuestionarse sobre la esencia de esa felicidad condicionada. Sus intentos por retirar la venda que ciega a los otros se ven eclipsados una y otra vez hasta llevarlo al exilio voluntario. Pero otra vez la sociedad seguirá persiguiéndolo.

Un mundo feliz no es solo una novela disfrutable sino una crítica cargada de sarcasmo hacia una posible transformaciónde las actuales sociedades de consumo. Leerla te carga de ese pesimismo distópico que abunda en la construcción de los personajes y el final te enfrenta a la idea de que podemos ser absorbidos por el otro, por sus complejidades y que esa absorción y la postura de no ceder pueden matarnos como en efecto mata a John el Salvaje. Su muerte no es un simple suicidio, es el homicidio que el mundo feliz y el estado de felicidad absoluta ha cometido para exterminar la diferencia.

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Yadiris Luis Fuentes

Licenciada en Periodismo por la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca de Pinar del Río en 2015. Egresada en 2014 del XVI Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz en el apartado de Literatura.

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