El DJ de barrio

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No es un oficio nuevo en la sociedad cubana el de disc jockey (DJ), término proveniente del inglés pero españolizado según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE). En su acepción original es un “pincha discos”, aquellos profesionales que le “sacan” música a las mañas con los acetatos y que escuché cierta vez, constituyen secretos profesionales. Pero no, el tema de este comentario no va sobre quienes practican la profesión en el mundo de la música, se trata, sin embargo, de otros personajes del entramado social cubano.

Usted llega en la tarde a casa luego de una ardua jornada de trabajo, los maestros, médicos, obreros de una fábrica, de una paladar, de un taller para arreglar celulares, chofer de una ruta urbana, soldador de una Planta, panadero… y viene dispuesto a descansar, porque en el día ha tropezado con mil y un inconveniente y el cuerpo le pide relajarse; pero… choca con que el vecino que no trabaja, o hizo su labor solo en la mañana y le queda la tarde libre, o simplemente vive del invento y se cree un “tipo” impune, que puede “gozar” a “las anchas” del libre albedrío, ha puesto su equipo de música a disposición del barrio y no hay manera de alcanzar el descanso, porque a él, sencillamente no le importa el resto de la comunidad ni se siente en el deber de ser solidario con aquellos que le curaron el Hospital o consultorio, le transportaron a un precio subsidiado a casa, enseñaron a parte de su familia en la escuela, soldaron un dispositivo para que tuviera electricidad, hornearon el pan nuestro de cada día, entre otros beneficios de los que disfruta.

Al DJ del barrio sólo le importa demostrar que es el bárbaro, dueño de su música de pésima factura, la cual “reparte” y socializa, además, con una muy mala calidad de sonido. A veces los muebles saltan, y hasta cree que su corazón no anda bien, pero no, es el ecualizador o los decibeles muy por encima de la norma permisible al oído humano. Por lo general el ruido va en aumento directamente proporcional a los tragos que se ingieren, y cuando ya se hace insoportable no puede ni quejarse, porque entonces la belicosidad y guapería están a un nivel que no se encuentran razones.

Y es cuando usted se pregunta si la anarquía ha hecho nido en los barrios del Cienfuegos de hoy, si estos personajes molestan porque sí, invaden la privacidad de sus congéneres a “pepe” como diría mi abuelo, o es que buscan el enfrentamiento a propósito para descargar su enojo con la vida, vaya a saber por qué y con quién. Lo que sí sucede es que no hay para donde “virarse”, ni autoridad que se imponga, porque a esa hora quienes debían velar por la tranquilidad ciudadana en la comunidad, no viven en ella y su horario, de 8:00 a.m. a 4:00 p.m., terminó y ellos están descansando en casa. ¿Será posible?

No se trata solamente de la música a deshora, destiempo y con decibeles de más, el único inconveniente al que se exponen los habitantes de barrios y comunidades, en lo fundamental de edificios multifamiliares, también se cuentan los “topos”, que escogen el horario menos apropiado para operar taladros, máquinas de corte de losas, chipijamas y otras herramientas ruidosas que hacen temblar paredes y que no le permiten ni escuchar la TV en casa el domingo al mediodía. Porque ni siquiera lo que dictan las más elementales normas de educación cívica, que es ofrecer disculpas al vecino, se cumple. Eso sin mencionar a quienes se le rompe una tubería y “mojan” al de abajo sin consideración alguna, so pena de caer un día de estos sobre la mesa de la casa de los bajos por la inundación.

Un tratado podría ser escrito sobre la convivencia en comunidades y barrios, en las que debe imperar el respeto y las buenas normas de urbanidad; que si no se cumplen “a las buenas”, habría entonces que exigir a quienes en la sociedad están designados para velar por su cumplimiento, evitar la belicosidad de los “guapos”, la “pitiadera” con tragos de más, el abuso sonoro, y otras muchas indisciplinas que bailan al son de los DJ en los barrios.

Coletilla: Cualquier parecido con el barrio de Pastorita, allí donde resido, no es coincidencia sino intención marcada.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

5 Comentarios en “El DJ de barrio

  • el 11 diciembre, 2017 a las 10:14 am
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    y si fuera en el malecon solamente pero no, las maleticas andan por todos lados y no importa el horario, hace pocos dias a las 3 de la madrugada me despierta una de ellas con la musica a todo lo que daba como si fueran las 12 del dia, me asomo por la ventana y venian un grupo de jovenes con coreografia y todo incluida en el medio de la calle y cabe mencionar que no es primera vez……….y entonces que pasa con eso……….pues nada como casi siempre

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  • el 1 diciembre, 2017 a las 4:26 pm
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    En total acuerdo, se precisan medidas para preservar el bienestar y el descanso de las personas, tanto en los barrios como en sitios recreativos, gracias por leernos y comentar

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    • el 2 diciembre, 2017 a las 8:25 am
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      eso que usted dice es cierto en toda Cuba es lo mismo, siga luchando fuerte con sus comentarios, alguien debe hacer algo por esto

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      • el 3 diciembre, 2017 a las 10:02 am
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        Gracias por acercarse al “5 de Septiembre”, leernos y comentar

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  • el 1 diciembre, 2017 a las 3:27 pm
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    saludos.
    hace un tiempo comentaba con un colega que si tuviera la oportunidad de dictar alguna ley, sería en primer lugar en contra de los masturbadores, y en segundo de la música en la calle, en las casas o en culaquier lugar donde no se debiera poner a un volumen tal que moleste. el tema se extiende más allá del barrio, está en todos los lugares: la guagua, el malecón, la calle. esas maleticas infernales no hay modo de pararlas. en cualquier lugar te los encuentras repartiendo su música al mundo, te guste o no. y creo que se aplica para cualquier tipo de música; aunque no es menos cierto que los que más frecuentemente la reparten son los individuos a los que les gusta el reguetón, y no cualquier reguetón; mientras más desagradable, vulgar y de mal gusto, mejor, más alto. ya no se puede disfrutar de la tranquilidad del malecón nocturno, sin que te sientas inmerso en una batalla de maleticas. forma partes de las indisciplinas sociales, hay que combatirlas, y con medidas que provoquen que no se ponga la música tan alta, ni en cualquier lugar; al final, el ruido es también una forma de contaminación ambiental.

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