El contrato de Fidel con las Grandes Ligas

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Es una fabulación antigua, que prendió con más fuerza entre la afición norteamericana: no fue Fulgencio Batista, sino el scout de béisbol profesional Joe Cambria quien permitió al máximo líder de la Revolución cubana cambiar la historia política del Hemisferio Occidental en el último medio siglo.

Si tan solo hubiese sido más persistente, todo sería distinto: Fidel no habría asaltado el cuartel Moncada, ni desembarcado en el yate Granma, ni subido a la Sierra Maestra, ni derrotado al ejército de Batista, ni triunfado en enero de 1959.
“Increíble pero cierto, escribió en 1985 el historiador norteño John Thorn. Y cómo la historia podría haber cambiado si Fidel habría pasado a convertirse en un Yanqui de Nueva York, o un Senador de Washington o incluso una Red de Cincinnati”. Es una tesis defendida por algunos estudiosos del béisbol de los Estados Unidos, e incluso en algunos libros de referencia, donde presentan al joven Fidel como una figura prometedora del pitcheo, con una impresionante bola rápida. Lo habrían descubierto los cazatalentos a mediados de la centuria pasada, entre ellos el experimentado Cambria, responsable de las contrataciones de figuras tan prestigiosas como Conrado Marrero, Regino Otero, Adrián Zabala, Sandalio Consuegra, Camilo Pascual y Pedro Ramos, entre otros.
La leyenda ganaría mayor difusión gracias al antesalista norteamericano Don Hoak, refuerzo de los Elefantes de Cienfuegos en los años 50, quien narraría a la prensa de su país su eventual duelo con Fidel en un juego entre el Marianao y el club verdinegro: “si Castro me poncha habrá conquistado a Washington D. C.”, dicen que comentó; mas, para su suerte, cuando ya lo tenía en dos strikes, la policía sacó al pitcher del montículo.
No existen fotografías del referido encuentro y son evidentes las contradicciones en cuestiones de fechas: Hoak entró a la nómina de los paquidermos en la temporada 1953-1954, meses después del asalto al “Moncada” y, para entonces, Fidel estaba en prisión por este suceso. Siendo así, todo apunta a un montaje mediático con la anuencia del pelotero de Pensilvania en busca de notoriedad.
Tampoco hay constancia de un contrato a Fidel, según aclara Roberto González Echevarría en “La Gloria de Cuba”, la santa biblia del pasatiempo criollo. En su exhaustiva investigación, el catedrático de la Universidad de Yale confirma que no aparecen indicios de esa oferta en la prensa de la época. “Este relato, totalmente falso, lo urdió un periodista norteamericano de cuyo nombre nadie se acuerda hoy, y jamás se cuenta en Cuba, porque allí todo el mundo sabría enseguida que es una patraña”.
Por esas fechas, entiéndase década del 40, el futuro Comandante en Jefe recién llagaba a La Habana para continuar sus estudios de bachillerato en el Colegio de Belén. Sí se conoce de su participación en los torneos deportivos contra sus homólogos de los colegios La Salle o Los Maristas, con demostrada preferencia por el baloncesto. Incursionó en el fútbol y jugó béisbol, como todo buen cubano, mas no al punto de convertirse en objetivo de los scouts. Años después, durante una entrevista con el reconocido cronista Tad Szulc, el mismo Fidel desmentiría los rumores de su posible carrera como lanzador en las Grandes Ligas.
No deja de ser una suposición creativa, otra versión del béisbol cambiando los destinos de un país… salvo que en este caso todo fue distinto: no existió tal contrato, Fidel asaltó el cuartel Moncada, desembarcó en el yate Granma, subió a la Sierra Maestra, derrotó al ejército de Batista, triunfó en enero de 1959 y cambió la historia política del Hemisferio Occidental en el último medio siglo.

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Darilys Reyes Sánchez

Licenciada en Periodismo. Graduada en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas en 2009

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