El club de la pelea: experimento sobre los impulsos

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El club de la pelea (Fight Club, 1998) golpea con saña en las heridas de una generación que ha llegado al colmo del aburrimiento y del desinterés hacia un estado de cosas inamovible, hacia un universo regido por fiebres consumistas producidas por la anorexia que sufre la mente humana ante un diseño, manipulado casi maquinalmente, de modos de vida.

Tyler Durden, el antihéroe protagonista del filme (encarnado por un Brad Pitt metido en el mejor personaje de su trayectoria hasta el momento de irrupción del filme), es por asociación un componente portador del espíritu misfit salido de la garganta de la contracultura americana. Resulta un botón de muestra de hordas generacionales de desadaptados sociales que viene a ser una prolongación del aliento maverick ya apreciado en aquellas primigenias películas de cuerienchaquetados de los años cincuenta y luego reafirmaban en su viaje sicodélico por las carreteras de la Unión, Dennis Hopper y Peter Fonda en la antonomásica de los ’60, Easy Rider.

La película de Fincher cuenta con un indeclinable magnetismo visual y una historia sugestiva, sugerente e inquietante. Sus propuestas conceptuales quizá le hagan ascos a muchos, como en su día sucediera con Crash, de Cronemberg; o Asesinos natos, de Stone, pero aunque parezca una perugrollada olímpica recordarlo, por lo que se cuenta en la historia de un filme, por muy cuestionable que sea; o por el pensamiento y acción de un personaje, por muy negativo que sea, no debe valorarse ni la magnitud artística de una película ni, necesariamente, la plataforma ideológica de sus realizadores. No creo que en esa obra de arte llamada Herida, del maestro Louis Malle, sus trece coitos -como tuvo a bien contarlos cierta vez en estos lares una recatada señora- la hagan pornográfica, como tampoco pienso, con el perdón de Coppola quien así la vio presidiendo un Cannes, que la increíble Crash sea pornografía intelectual, pese a que lo en ella hacía la rubia canadiense Deborah Karah Unger y toda aquella fauna automovilística indujera a creyerlo. Porque Brad Pitt y su amigo Edward Norton desarrollen esa singular estrategia de destrucción contra consumo, no podemos pensar que Figth Club alienta a ello.

Se trata de la observación (y no análisis), porque la película no intenta analizar nada y ello la hace más subyugante, de modelos de conducta irracionales de seres zambullidos en océanos de irracionalidad, quienes por salida no tienen más que el ataque. Se trata de un peculiar experimento cinemático con los impulsos humanos, semiinexplorado y atractivísimo campo. Se trata de un seguimiento imparcial del absurdo y lo absurdo, con intérpretes cuya alta temperatura actoral nos hace imbuirnos de la fiebre del filme, de ese delirium tremens que es El club de la pelea todo.

Con el filme, empero, se recuerda lo que les sucedió a los maestros Robert Altman y Terry Gilliam, quienes tenían en sus manos dos películas de smoking y el guion les dejó en calzoncillos sus Pret-a-porter y Miedo y asco en Las Vegas. A El club de la pelea la mata el guion, cuyo nudo y desenlace le mete un virus a una prometedora primera hora del filme, trastocándola de arriba abajo, y dejando en poder absoluto de su trío protagónico (donde falta por mencionar a ese maravillosa camaleona inglesa nombrada Helena Bonhan-Carter, que por otro lado, inocula un venenillo sensual muy refocilante) y de ciertas escenas de garra los destinos dramáticos de una obra rara, atípica, que la crítica americana (tenía que ser) hizo trizas en su momento, pero que bien vista, no está muy lejos de parecerse a eso que quienes tienen buena vista cinematográfica llaman “una película de mucha personalidad”. Mal que les pese a quienes les pareció más un insulto.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

6 Comentarios en “El club de la pelea: experimento sobre los impulsos

  • el 6 diciembre, 2017 a las 12:40 pm
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    Saludos:
    A mí en lo personal me gusta la película. Norton siempre he creído que es un magnífico actor, disfrutando mucho “El ilusionista” y “American history X”. Brad Pitt, bueno, unas veces me gusta, otras no tanto. Me gustó la película cuando la vi hace muchos años, en aquel momento en que era casi un niño, fue un tanto perturbadora. Creo que se trata de un a crítica a la sociedad americana, a su política; no muy gustada en su momento, donde el mensaje como dije, es perturbador; con una violencia desenfrenada, con un objetivo que no tenía mucho sentido. Con una salida hacia el final del filme que si bien no fue la más brillante, creo que estuvo adecuada. Es bueno siempre leer esta sección; ahora desempolvando los archivos de los 90. Los otros días en el artículo de Toy story me hizo recordar “Analízame”, de De Niro, película de veras divertida. Gracias por leer

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    • el 6 diciembre, 2017 a las 2:52 pm
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      Daniel, el Norton irrepetible es, a mi juicio, el de la American History X que mencionas. Se le llamó en algún momento “el mejor actor de su generación”. También se hizo con Seymour Hoffman, que sí lo era, y nos despidió de su grandeza con su doloroso suicidio a los 46 años. Quizá en próximas semanas siga desempolvando y le entregue la reseña de AHX. Saludos.

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  • el 5 diciembre, 2017 a las 1:45 pm
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    Diego Antonio querido: tendré que privarme de ese placer, porque paso del fasebuq. En realidad lo odio. En algún momento estuve, pero era tal el volumen de sandeces por kilómetro cuadrado que opté por irme. Creo que es una de las mayores estupideces inventadas por nuestra raza. Yo sé que la gente lo emplea para socializar y eso, pero para socializar voy todos los días a la panadería, dos veces al mes a la bodega y cojo tres o cuatro guaguas a la semana, cuando tengo el motor roto que ocurre a menudo. No me dices si entraste al sitio que te propuse. Saludos.

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    • el 5 diciembre, 2017 a las 11:32 am
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      Ah, mi conectividad no ayuda tampoco caro amigo… De vez en cuando reviso el Facebook gracias al favor de algún amigo con posibilidades, yo estoy casi siempre “imposibilitado” jejejejejejeje. Por cierto no sé si está en el Face pero en ese antro de chismes y perdición yo habito también, me puede encontrar como Diego Antonio Pérez García, será un placer tenrle de amigo.

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  • el 3 diciembre, 2017 a las 11:14 am
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    No la he visto, pero sí ví un trailer, y he visto varias GIFs de Helena expulsando una bocanada de humo de la forma más sensual y y desenfadada del mundo. De seguro me encantará este filme, pues si va contra lo establecido, y es tan rico visualmente además de contar con la Bonham Carter, otra de mis favoritas, de seguro la veo.

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