El botiquín de la virtud

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Mientras la empleada llenaba el vale, una voz se alzó entre la multitud para preguntar sobre la existencia de un medicamento. La dependiente le miró y explicó que no existía en ese momento. Entonces, aquella misma voz empezó a ofender sin piedad, como si fuera un martillo con intenciones precisas de moler cuanta roca estuviera a su alcance.
“Todas son unas ladronas…”, dijo cuando intentaron aclararle que el Euparín había salido del cuadro básico. Nada parecía calmarle, ni las alternativas ni las voces del público que insistían en una calma. ¿Alguien tiene el derecho de llegar a un lugar público y ofender, gritar, manotear, exagerar situaciones? ¿Por qué esa dependiente debe soportar semejante atropello?

“Las leyes en este sentido no son suficientemente severas. Pasa hasta con el médico de la familia, pues he estado en la consulta y las personas entran, no piden permiso y exigen una explicación sin que sea su turno. Cuando les piden que salgan y esperen, se alteran, le faltan el respeto al galeno delante de todos. La gente anda medio loca…”, agrega una cienfueguera en la misma cola de la farmacia.

“Yo nací en un solar de Centro Habana, por tanto sé los encantos de la vida de una comunidad… ordenada. El lugar en que nací —Hospital 660, dice Eusebio Leal en entrevista— era un lugar muy humilde, donde solamente teníamos una habitación, no teníamos baño ni cocina; sin embargo, reinaba un orden, reinaba una disciplina…

“Esas son las cosas de antes que hay que recuperar: ese sentido de la honradez y la decencia que viene desde los más humildes y que no admite ese desprecio con que a veces, en un ómnibus, sube una mujer con un niño y no hay uno que se levante. En ese pasado —por tantas razones, ominoso; por tantas razones, digno— resulta ser que te montabas en una guagua y se levantaban todos los hombres, como una especie de danza…”, concluye, y sus sabias palabras derrotan ese gran mito moderno de que la pobreza es directamente proporcional a la marginalidad, a lo indigno, a las blasfemias.

En cualquier civilización las conductas están reguladas por normas que indican cuál es el comportamiento esperado de las personas que conforman esa sociedad. Son una especie de pacto que hacemos todos para disfrutar de la mejor manera de un espacio común, donde habite la pluralidad y el respeto hacia los demás.

La educación, como sistema, tiene alta influencia en ello, mas si en casa luego botamos a la basura lo aprendido, de poco vale el desgaste de los maestros. Amar al prójimo no es pasar por arriba de los demás con una sonrisa de oreja a oreja, sino tratarlo con igualdad y minucioso respeto.

Las escenas en las farmacias tienen su máximo esplendor el día de la entrada de medicamentos. Si bien es cierto que ha existido una crisis en la producción de fármacos desde 2015 por la falta de insumos e incumplimientos en los contratos de pagos con los importadores, no pocos han tomado como profesión la acumulación de medicamentos en sus casas, algunos para consumirlo, otros para revenderlos.

De todo hay en la tierra que nos cobija, sin embargo, la perspectiva del respeto hacia la mujer, hacia los demás, ha sido en otros tiempos una máxima del seno familiar, y ahora luce un tanto desplazada a otros planos de menor importancia; tal parece en términos sublimes de llenar más el botiquín de pastillas que de virtudes.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

4 Comentarios en “El botiquín de la virtud

  • el 5 junio, 2018 a las 2:36 pm
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    Y el respeto a los pacientes? Los viejitos esperando por sus medicamentos el día que llegan, desde la madrugada, y no son capaces ni de siquiera informarles qué llégó para que se queden a esperar? Es que acaso la factura que viene de Emcomed, no trae la descripción? Al menos decir, sí, llegó, espere al final por el conteo. Ayer precisamente el ministro de Salud hablaba de corrupción en las farmacias en la Comisión de Salud de la Asamblea Nacional y el tema no vino a colación por gusto, no creen? Y de dónde salen los medicamentos que se venden en el Mercado negro? la Dipirona, triamcinolona, entre otras? No está bien el irrespeto a las personas que expenden medicamentos ni ninguna otra cosa, como no lo estoy con los pacientes de las farmacias, porque quienes allí acuden no van por frutas ni golosinas, sino por medicamentos para un enfermo

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  • el 5 junio, 2018 a las 1:06 pm
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    que farmacia de Cienfuegos es la que aparece en la foto, hasta cuando las farmacéuticas tiene que tolerar el insulto de pacientes y familiares, si bien es real que existimos para atenderlos con calidad y satisfacer sus necesidades de salud, también merecemos respeto, somos parte del pueblo solo la profesión nos ubico enla farmacia de nuestro pueblo revolucionario

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    • el 5 junio, 2018 a las 2:24 pm
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      La foto lo dice bien claro, fue tomada de internet, se utiliza para ilustrar el trabajo.

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  • el 5 junio, 2018 a las 11:58 am
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    Muy buen trabajo Zulariam, es hora de respetarnos más, pocas veces se ven trabajos publicados como este y no son pocas las que los trabajadores de cualquier organismo tienen que estar calmando a personas muy mal educadas que los ofenden sin razón alguna, Amar al prójimo,muy mal interpretado, tarea para cada minuto del día a día.

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