El bicentenario de Cienfuegos en conteo regresivo

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Ahora mismo la ciudad se deshoja en el calendario, cual retoño de primavera. Sus 199 años asoman con bríos en la estirpe decimonónica, y vetusta, de edificios desafiantes al tiempo, de calles alargadas en el tránsito de un siglo a otro, y de aquella espiritualidad que prendió en la fibra de sus habitantes desde el propio acto de fundación. Cienfuegos mira al bicentenario, con la historia esparcida en su fisonomía, y el presente en busca de legar su huella.

Podría afirmarse que nació de ese estado de embriaguez que tan solo uno de sus amaneceres produjo en el excelentísimo señor don José María Cienfuegos Jovellanos, entonces Capitán general y Gobernador de Cuba, durante breve estancia en el Castillo de Jagua, en 1818.

“Al día siguiente muy temprano —relata en sus memorias— me despertó un rayo de sol colándose entre las floreadas cortinas de mi cuarto. (…) Como mi curiosidad era grande, di el descanso por terminado, saltando de la cama y abriendo el amplio ventanal que daba sobre la bahía. Cuanto dijese de la impresión que el paisaje me hizo se quedaría corto ante la realidad. Creía estar soñando.

“Cinco días anduvimos recorriendo aquellas tierras (…) A medida que progresábamos en su conocimiento, nos íbamos dando cuenta no sólo de su riqueza sino de sus extraordinarias posibilidades de colonización (…) Era De Clouet, entre todos, el más apasionado en su entusiasmo. Es verdaderamente curioso como por desconocidas y extrañas circunstancias el destino de algunos hombres queda a veces unido para siempre a pueblos o países que nada tienen que ver con ellos”.

Así, el teniente coronel don Luis De Clouet —de origen francés— asumió cautivado la aventura de erigir, de cara al mar, una nueva colonia española. Su espíritu idealista, soñador e impulsivo se revirtió con prisa en una propuesta oficial, que personalmente expuso ante el mismísimo Gobernador, con garantías de que fuera aprobada.

“(…) Precisamos formar en Jagua una colonia de gentes, (…) con la imprescindible condición de que sean trabajadores honrados y de mucho espíritu, para lo cual hay que dar toda clase de facilidades, adquiriendo por lo menos cien caballerías de tierra de buena calidad para asentar en ella al primer centenar de familias que serán los cimientos de la futura colonia. (…) He contratado ya en Burdeos a los cuarenta y seis primeros que navegan hacia aquí en los barcos: Juan Bart, Joven Emmanuel y Activo. Traen consigo a un médico llamado don Domingo Monjenié, y al agrimensor don Miguel Dubroct”.

En la mañana del 22 de abril de 1819, al pie de una majagua, sucedió finalmente la ceremonia fundacional. Acompañado por el resto de los colonos, De Clouet, arrodillado y elegante, oró a Dios y tomó posesión de estas tierras en honor a su Majestad Fernando VII. Inspirada en los principios de “Fe, Trabajo y Unión”, la colonia nombrada Fernandina de Jagua se convirtió, sin embargo, en la única urbe iberoamericana soñada, diseñada y fundada por franceses bajo la Corona Española.

Su floreciente desarrollo y persistencia la llevó a alcanzar, con celeridad, cuantos títulos le fueron posibles. Una década después de instituida, en 1829, recibió la condición de Villa de Cienfuegos, también como tributo al Gobernador que, hechizado por la belleza que descubriera desde el Castillo de Jagua, impulsó la creación de este asentamiento urbano. En 1880 logró la categoría de Ciudad, y, en 2005, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

La cercanía del anhelado bicentenario apremia hoy a quienes la soñamos, vivimos y sentimos a diario en cada una de sus palpitaciones. Son dos siglos acumulados no solo en la excepcionalidad del conjunto arquitectónico que ella regala a moradores y visitantes, sino en el acervo de tradiciones, costumbres e identidades construido en doscientos retoños de primavera. Será pues, esa, una celebración crucial que no podrá prescindir de la marca distinguida y venerable de las actuales generaciones de cienfuegueros.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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