El bello sueño de una Cuba sin bloqueo

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Si no fuera por el odio fósil, por el ataque cruento e inhumano, por el bloqueo total genocida contra un pueblo y por la guerra económica-financiera planteados desde Washington contra Cuba hace más de sesenta años de Revolución, cuánto más hubiera podido ser, cuánto más hubiera podido hacer, esta Isla desde hace décadas y especialmente en la actualidad.

Es un sueño que a veces me gusta soñar, aunque sé que el imperio solo permitirá que no traspase ese carácter (de sueño) hasta su desaparición.

En ese sueño, veo a una Cuba que, además de todas las conquistas sociales que solo un país como el nuestro ha podido lograr en el III Mundo, tendría aparejado un desarrollo económico remarcado.

Seríamos, en pleno Caribe, el émulo más palpable de las economías escandinavas, modelos de bienestar durante mucho tiempo y con niveles de igualdad social y repartición de la justicia nunca imaginados en EE.UU.

Seríamos un pueblo sin fragmentaciones demográficas en otras latitudes, sin divisiones familiares.

Seríamos más cubanos también, porque a mayor bonanza económica, más propensión de las parejas a procrear.

Tampoco hubieran sido devorados tantos compatriotas por los tiburones del Estrecho de la Florida, impulsados por una política imperial obtusa y criminal.

No hubieran muerto hermanos por el dengue hemorrágico introducido por los Estados Unidos como parte de su guerra biológica contra Cuba; ni habría tenido lugar aquel dantesco episodio de la fiebre porcina, también provocada por ese enemigo eterno.

Tendríamos probablemente uno de los tres mayores ejércitos de profesionales de primer nivel del planeta, pues no se habría registrado la sangría de robos de cerebros experimentada, fenómeno alentado de forma directa por los Estados Unidos.

Contaríamos con el capital necesario para que la extraordinaria inventiva existente pudiera desarrollar y homologar, todavía mucho más de lo registrado, invenciones en las más diversas ramas, aplicadas a escala internacional.

Tendríamos en nuestros botiquines las medicinas que a veces hay que gestionar de forma innombrable, y hasta secreta, para prolongarle la vida a enfermos terminales, porque impiden su llegada a nuestros hospitales.

Poseeríamos el combustible y los medios de transporte necesarios para posibilitar el movimiento continuado de las personas a lo largo del país, cada vez que lo desearan, con su boleto en la mano y a precios asequibles.

Podríamos negociar, en cualquier parte, a plena luz del día, sin miedo a que las contrapartes se nieguen a hacerlo, presionadas o chantajeadas por el imperio.

Tendríamos acceso a todas las bondades tecnológicas que nos han impedido y nos continuarán impidiendo las corporaciones norteamericanas que dirigen este universo.

Los cubanos poseeríamos ingresos suficientes como para poder viajar al exterior, al menos una vez al año, de turismo o vacaciones.

Cada familia estaría en capacidad de adquirir un vehículo.

Las carreteras cubanas se parecerían a las de Europa y no serían el amasijo fracturado de asfalto y tierra que asemejan hoy.

Manifestaciones artísticas como el cine, las cuales demandan de solvencia económica para la continuidad y evolución de una industria, generarían casi un centenar de películas anuales.

No hubiéramos tenido la Crisis de Octubre, cuando faltaron segundos para un estallido nuclear. Ni el terrorismo, ni las bandas contrarrevolucionarias del Escambray, ni la invasión militar por Playa Girón. Ni sesenta años de guerra no convencional con expresiones de todo género, algunas nunca verificadas contra nación alguna en la historia de la humanidad. Ni seis décadas pensando en cómo defendernos mejor de la potencia militar más grande del planeta. Ni las mil contingencias, ni el desvelo, ni la preocupación constante…

Al odio bestial de los gobiernos norteamericanos contra este país le debemos que esos sueños no hayan podido materializarse.

Pero así y todo, con tanto encono y ataque arriba de nosotros, con tanto bloqueo todo día, cada minuto de estas seis décadas, cuánto hemos logrado. Qué Cuba tan digna y grande hicimos entre esa inmensa mayoría que prefirió quedarse y luchar; esa Cuba inmensa que hoy empeñan como nunca en destruirla justo por dicha razón.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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