El alma a veces no escucha, pero llora

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Los ojos recordarán con nostalgia cada episodio, porque los ojos rememoran y son casi un espejo de la mente. Un brillo quebradizo se refleja en ese verde tenue, en la dilatación de la pupila, en las arrugas que circundan la mirada de Martha Valdiviez López. No hay lágrimas y la voz se tuerce y en esa metamorfosis leve del otro, uno percibe desde el exterior que algo dentro se ha roto para siempre.

Sus recuerdos comienzan allá en un 1959 de cambios, un 6 de enero. Quien solo tenía 16 años se contagió de la alegría de la victoria y corrió vestida de negro, de rojo, de 26. Corrió a recibir a Fidel, como lo hicieron miles de cienfuegueros obviando la fría madrugada. “Todo era alegría. Yo era una niña y lloraba, con aquella emoción y aquel sentimiento tenías que hacerlo”.

Esa sería la primera de muchas veces en que la figura de Fidel estaría a metros de Martha. El destino la haría partícipe en varias de las visitas del líder de la Revolución Cubana a Cienfuegos. Por los gestos que se dibujan en su rostro de 73 años, el momento más vívido de todos fue cuando, sin saberlo, lo detuvo en medio de la vía:

“Yo estuve entre las primeras patrulleras del tránsito en Cienfuegos. A finales de los 60 e inicios de los 70 se fundaron esas patrullas y un día hubo un apagón porque se cayó en la carretera un tendido eléctrico. En la guardia nuestro jefe nos orientó dirigirnos a los varios lugares y desviar los vehículos. Me tocó un punto y quién iba a pensar que en uno de los dos primeros carros que paré, que eran dos jeeps, venía Fidel. Esa vez él vino a la provincia sin avisar . Cuando se bajó del carro, con su escolta alerta, lo saludé y le dije: Comandante, ahora mismo tenemos un tendido eléctrico en el piso y nos dieron la tarea de desviar el tránsito. Ese día él caminó todo el Prado hasta el Cine Luisa y yo salí corriendo para la unidad a decírselo al jefe, imagínate, había parado al Comandante”.

Polin, como le dicen en el barrio por su segundo nombre Policarpa, trabajó durante décadas en el servicio de protocolo del hotel Jagua. Ahí, justo al lado del mar conoció a varias personalidades tanto cubanas como foráneas, presenció una boda donde Melba Hernández fue madrina, recorrió la ciudad en una caravana con los hijos de los combatientes del 26 de julio, y hasta vio en 1976 al pequeño Michel Trudeau, hijo del entonces primer ministro de Cánada Pierre Trudeau, agarrarle las barbas a Fidel.

“Yo hacía el servicio para ellos, para las visitas ejecutivas. Siempre que él venía me veía y era muy amable con las tres mujeres que trabajábamos ahí. Te ponías tan nerviosa de verlo que olvidabas el trabajo, sabías que tenías trabajo por hacer…pero aquel sentimiento no se comparaba con nada.

“Ir junto a Fidel era un orgullo. Una vez caminé con él y los padres de Camilo desde el salón hasta la puerta de la calle. Ese día estaba lloviendo y el pueblo lo esperaba como siempre. En otra ocasión fuimos desde el lobby hasta el cabaret y había un show en ese horario, pero sin público. Me preguntó por los artistas del espectáculo, que de dónde eran y le contesté que de La Habana, y me dijo que por qué de Cienfuegos no había nadie, con la cantidad de artistas buenos que teníamos: pero qué está haciendo Cienfuegos que no ha preparado a sus grandes figuras para esto”.

Ahora que físicamente ya no está. Ahora que la noticia parece real y va tomando forma en el corazón de los cubanos, Martha dice que lo sabe pero una pizca de incertidumbre se escapa entre sus labios. Ella dice que lo supo mientras hacía el café en la mañana, que su propio hijo le dio la noticia. Que a pesar del dolor sabía que él como todos iba a morir. “Me puse nerviosa porque te parece que lo más grande de la vida te falta, perder a Fidel es como perder a la madre”.

Pero viéndola se percibe que sus oídos escucharon pero su cerebro no, su alma no.

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Yadiris Luis Fuentes

Licenciada en Periodismo por la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca de Pinar del Río en 2015. Egresada en 2014 del XVI Curso de Técnicas Narrativas del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Miembro de la Asociación Hermanos Saíz en el apartado de Literatura.

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