El aeropuerto Silva

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Los primeros pasos de la aeronáutica en Cienfuegos estuvieron asociados a la pelota. Es que los llamados mítines de aviación, prologados por el piloto canadiense James Ward el 12 de febrero de 1911, tuvieron por escenario el Hipódromo, un diamante beisbolero construido en terrenos que hoy ocupa el Reparto Eléctrico.

La improvisada pista sirvió también para la presentación ante sus compatriotas de Jaime González Crocier, el 24 de febrero de 1914, recién llegado de París con la licencia de piloto, expedida por la Federación Aeronáutica Internacional y un aeroplano Morane comprado por cuestación popular.

Tan primitivo resultaba entonces el invento patentado por los hermanos Wright el 17 de diciembre de 1903, que un terreno más o menos plano y cubierto de césped cumplía con los requerimientos mínimos para el despegue y el aterrizaje de las minúsculas aeronaves.

En aquellos primeros tiempos a la par que ese tipo de avión dotado de ruedas para sus operaciones en pista tomó auge el hidroplano, con pontones capaz de posarlo suavemente sobre la superficie de las aguas.

Y ninguna bahía en Cuba con las condiciones de la de Jagua para servir de hidropuerto. De hecho, la Pan American Airways la tomó como escala cubana en la ruta comercial Miami-Cienfuegos-Kingston-Baranquilla-Cristóbal (Panamá).

Un suceso memorable, y reseñado ya en esta columna, fue el paso por la Perla del Sur del American Clipper, el mayor hidroavión del mundo pilotado por el as de la aviación mundial Charles Lindbergh, el 20 de noviembre de 1931.

La navegación aérea ya había marcado con otro acontecimiento la historia cienfueguera en aquel antepenúltimo año de la dictadura machadista (1931): la entrada en operaciones del aeropuerto Silva, el primer aeródromo oficial de esta ciudad.

Según obra en documentos de la Administración Municipal el 3 de julio de ese mismo año, el presidente de la Compañía Nacional Cubana de Aviación Curtiss informó al Departamento de Dirección del Estado Mayor del Ejército que la municipalidad de Cienfuegos, apoyada por la cooperación de distinguidas personalidades locales, construía un aeropuerto “el cual estará en breve tiempo en condiciones de ser legalizado”.

El escrito dirigido por el brigadier E.F. Lores al alcalde Pedro Antonio Aragonés, quien lo remitió Ingeniero Municipal, solicitaba seis copias del plano de la instalación y los datos que debían acompañar la solicitud de autorización.

Dr. Felipe Silva y Gil. /Foto: Archivo

Reunido en sesión ordinaria la tarde del viernes 7 de agosto de 1931, el Ayuntamiento concedió al ejecutivo local el permiso para “la instalación de un campo de aterrizaje en esta ciudad, propiedad del municipio”. Aprobó además el consistorio “que se designa al aeropuerto establecido en esta ciudad y en terrenos del Sr. Felipe Silva y Gil (*) con el nombre de ‘Aeropuerto Silva’, en atención de la gentileza de haber cedido dichos terrenos para los fines indicados”.

El aeródromo estaba ubicado en la finca Candelaria, propiedad de Silva, delimitado al oeste por la línea del ferrocarril de la Cuban Central y al sur por el curso del arroyo El Inglés, a unas cuatro cuadras de la carretera Cienfuegos-Caunao, que le daba acceso por la antigua calle Primera del Oeste, en el naciente reparto de Buenavista.

Ocupaba una extensión de 34 hectáreas, 66 áreas y 87 centiáreas (dos caballerías y 189 cordeles planos), y estaba dotado de dos pistas que se interceptaban: una de 800 metros en dirección norte-sur y otra de 400 (noreste-suroeste), ambas con 80 metros de ancho, según el plano levantado por Eduardo Dorticós y la Memoria Descriptiva documentada ante la Administración Municipal.

El propio texto apunta que tan pronto se adquiriera un terreno colindante la segunda pista sería ampliada hasta los 700 metros. Aclara que ambas fueron construidas de césped “que es una forma universalmente usada, la cual ofrece una superficie firme, elástica y prácticamente libre de polvo y bastante satisfactoria a los efectos de la tracción”.

Una niveladora Rusell alisó el terreno que luego fue cilindrado con una aplanadora de doce toneladas.
Los aviadores contarían como puntos de referencia a la hora de tocar tierra con las paralelas de la Cuban Central, el riachuelo, dos torres de ladrillos del antiguo ingenio Tartabull, las carreteras de Rodas, Ranchuelo y Caunao, y en la ciudad, la cúpula (en construcción) del Palacio Municipal.

(*) Falleció el 8 de octubre del propio año 1931.

Nota: El autor agradece la colaboración documental del Conservador de la Ciudad, arquitecto Irán Millán Cuétara.

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Francisco G. Navarro

Periodista de Cienfuegos. Corresponsal de la agencia Prensa Latina.

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