Efesio de la Cotera y Bárcena, el ingente fotógrafo cienfueguero del siglo XIX

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En 1883, Efesio de la Cotera y de la Bárcena y su galería fotográfica El Palacio del Arte son ensalzados por el auditorio cienfueguero. ¿Cuál es el origen de este joven fotógrafo español? ¿Cuándo y bajo qué circunstancias se produce su aparición en la isla de Cuba?

Efesio nace en 1847 en Lebeña, Cillorigo, comarca de Liébana, Cantabria, “un pueblo montañés, pequeñín, pequeñín… un Paraíso” (Catalina Bárcena, 1916). Sus padres, Pedro Manuel de la Cotera Concejero y Dominga Cayetana de la Bárcena, le bautizaron en la iglesia de Santa María, al igual que el resto de sus hermanos.

Parece ser que en su terruño aprende el ejercicio de la fotografía, pues en Cirolligo toma imágenes locales, de niñas vestidas de pasiegas con cestos a la espalda y sentadas sobre sacos, laborantes en el Camino de Arción, la iglesia Santa María… Hacia la década de 1870 resuelve visitar a su tío Jacinto de la Cotera y labrar un futuro propio en Cienfuegos. Es probable que laborase para él como ayudante en su nueva galería de San Carlos No. 80, pero no existen referentes que lo constaten. Por demás, las adquisiciones que hizo en lo inmediato hacen sospechar que arriba con cierto peculio a la Isla. Otros cronistas aseguran que llega a titularse de Ciencias Farmacéuticas, aunque tampoco se ha encontrado alguna prueba que lo confirme.

En 1873 abre un modesto establecimiento, a juzgar por su aparición en el Directorio del Arte, Comercio e Industria de La Habana, que no tiene ninguna repercusión en los medios de prensa. Cinco años después acude al Registro Mercantil e inscribe la compra de un solar, luego de vender su morada al tío Jacinto y otros terrenos, con el propósito de establecer y amueblar una segunda fotografía en San Carlos y Declouet, al lado de La Cienfueguera y cerca del desconocido fotógrafo matancero Balbino Leiva. Estas transacciones demuestran que Efesio tiene el capital suficiente para echar a andar su negocio.

La empresa es amueblada con aparatos modernos, que conjeturan refinamiento y baratez. Tras largo bregar, su nombre comienza a hacer historia. Sus apegos a la tierra natal persisten a través de los años. Sobreviven dos fotos de una romería montañesa, tomadas en febrero de 1885, donde se pueden apreciar poblanos pertenecientes a la Colonia Montañesa en Cienfuegos, vestidos con trajes tradicionales, reposando tras su presentación en las celebraciones. Las fotografías no solo tienen un valor antropológico y aportan signos de las tradiciones populares en Cantabria, sino también discursivo, pues atesoran con naturalidad y en sepia el estado de consunción y solidaridad de los catalanes que descansan sobre el enlosado del patio. Llama la atención que en una de ellas aparece escrito, en su borde inferior, una nota en inglés: “Costume and Social party of catalans as represented al the “Romería” al Cienfuegos. February 1885” (El traje y la fiesta social de catalanes representado en la “Romería” de Cienfuegos. Febrero de 1885).

Los afectos por Cuba, aunque más tarde demuestra una filiación colonialista, le estimulan a reconocer algunos de sus signos culturales. Por esa década concibe una de sus fotografías más pintorescas: Retrato de un Guajiro (Campesino cubano), donde aparece a un joven sureño luciendo su vestuario ¿rural?, incluido un vaina considerablemente lujosa (parece más bien la funda de una espada que de un machete criollo),con tallados,y sombrero de gala. Sin dudas, hay una nota falsa en la puesta visual, la pulcritud del ropaje y ubicación del modelo delante de un ampuloso escenario, aunque su rostro devela alguna huella de rusticidad. Llama la atención el modo con que se combina el atrezo (el balconaje de madera) y el telón imitando un jardín.Sin dudas, están las marcas de la fotografía academicista europea, aunque desprovista de sus bastimentos conceptuales. Los decorados, el vestuario y el atrezo se disponen como trasfondo para aderezar el entorno y dignificar el estatus social. De cierto modo, Efesio procura captar la iconicidad de una nación en ciernes, aunque su mirada no escapa, como hemos dicho, de una noción colonial.

Fotografía de Josefa B. de Villegas y marquilla de la Galería de Efesio de la Cotera y de la Bárcena.

En 1888, situado en la calle D´Clouet No. 18, su negocio es publicitado entre los más competentes de la Isla, tanto por el refinamiento de los trabajos como por la economía de los precios; en particular las cromografías hechas en cristal de porcelana y la calidad de impresión de las imperiales con luminosidad a la veneciana. Dos años después se traslada para Santa Isabel No. 46 y ofrece al público otra exclusiva de su casa: los esmaltes sobre fondo de oro, plata y púrpura. Entonces crece en notoriedad con los trabajos a domicilio, haciendo sus retratos de grupo, niños, vistas de fincas urbanas y campestres. La publicidad de su establecimiento suele aparecer con ingeniosos versos:

Yo no engaño, yo no miento

y si modestamente he merecido

el crédito ha tiempo que poseo

ven a mi casa público querido,

y encontrarás también, si es tu deseo,

un retrato de bello colorido

No olvidéis, preciosas cienfuegueras

yo sabré vuestro gusto complaceros;

porque siempre las niñas hechiceras

son del gusto y del arte compañeros

y del gusto del arte compañeras.

Cotera se encrespa retratando a los infantes; tal y como enuncia la serie que dedica a su hija Catalina Julia María de la Paz de la Cotera y París de Bárcena (Cienfuegos, 10 de diciembre de 1888-Madrid, 3 de agosto de 1978), una de las más talentosas actrices del teatro y el cine hispanoamericano de la primera mitad del siglo XX.

En este período próspero de su carrera también se fortifican sus inclinaciones por la fotografía arquitectónica y paisajística, en un intento de describir espacios que marcan una tipicidad o curiosidad local. De modo que no solo alcanza a visualizar un fabulario de tipo urbano, sino también rural; tratando de hallar (aun con su sensibilidad españolizante) la sustancia del entorno y situarlo en un contexto histórico.

Por supuesto, esta línea de labores obedece a una vocación plástica, de apego por la belleza natural o aquella que los hombres conciben con sus manos, es hijata de la espontaneidad. Una de sus más hermosas instantáneas en este sentido es la que muestra a una casona ubicada en la localidad de Junco Sur. La fotografía se concentra en una vieja mansión aristocrática, alojada en el paisaje agreste, símbolo del grado de invasión de los espacios camperos de la comarca y de la introducción de un estilo arquitectónico europeo, si bien con ciertas adaptaciones al entorno cubano. Esta fuente de inspiración le abre los caminos poco más adelante para empresas que le merecerán reconocimientos fuera y dentro de la Isla. De hecho, llega a ser contratado para la graficación o documentación de proyectos de agrimensura, la rama de la topografía que entonces se dedica a la precisión de las superficies, medición de áreas y rectificación de los límites.

Constancia de su quehacer en este rubro es una fotografía realizada en 1891, donde aparece una amplia comitiva midiendo un terreno costero de la bahía, seguramente con el objeto de levantar una infraestructura visual para consumar planos, mapas y cartas y dar publicidad a los términos gubernamentales o personales; aunque la presencia de las autoridades militares en el terreno hacen sospechar que se trata de una misiva oficial. La fotografía goza de un buen equilibrio y acierta en la línea del horizonte, la nitidez de la imagen y la regla de los tercios.

Tal vez una de sus obras más reconocidas del reservorio paisajístico es la instantánea que comenta la revista El Hogar (No 10, noviembre de 1889, p. 75): “Entre las ilustraciones del presente número de El Hogar figura una vista, artísticamente sacada por el reputado fotógrafo de Cienfuegos, Sr. Cotera, y ejecutada con todo esmero por el Sr. Taveira, que ha llegado á perfeccionar entre nosotros de tal modo el arte del fotograbado, que ya sus trabajos pueden establecer competencia con América, -vista que representa uno de los más grandiosos paisajes que ofrece la Isla de Cuba: El Salto del Hanabanilla, proclamado por muchos el Niágara cubano”. La impresión de la citada revista es bastante malograda, pero se puede apreciar la catarata que se despeña a una altura de 360 pies, con la sugestiva precipitación de las aguas por los canalones abiertos, el furor de la corriente, avivando una anchurosa faja de burbujeo albino. Justamente, esta obra le merece la Medalla de Oro del concurso de fotografía lanzado por el Ayuntamiento de Villa Clara.

Sin embargo, la popularidad de Efesio durante esos años proviene de los retratos de estudio y por recoger instantáneas de populares figuras de la sociedad cienfueguera. Justamente, en esa fecha se traslada a la calle Hourruitiner No.22 y asume numerosos encargos de personalidades del comercio y la cultura local: las efigies de Valentín Fernández, Leandro Valentín Álvarez, Luisa Martínez Casado y su hijo Isaac, la niña Elena de Villamil, entre muchas otras.

Retrato de un guajiro, uno de los mejores textos fotográficos de Efesio de la Cotera.

Sus desempeños le merecen en 1892 el primer reconocimiento: la Medalla de Oro al Conjunto de su obra en la Exposición Regional de Santa Clara.

A simple vista los retratos no sufren alguna manipulación, como ya es costumbre a fines del XIX (se menguan las rugosidades, recrean situaciones, se colocan o eliminan elementos del cuadro, se añade color, etc.); pues lo esencial para él es el carácter de sus modelos, la verdad que los fecunda y les proporciona alguna densidad psicológica. Probablemente, su única licencia proceda de los influjos académicos del tío Jacinto, de quien absorbe el espíritu pictorialista, cuando insiste en equiparar el estatus económico de los clientes con los escenarios ampulosos, colmado de atrezos y telones que simulan alguna perspectiva o arquitectura excéntrica. Un retrato de Josefa B. de Villegas trasluce esta voluntad de representación clasista, aunque no traiciona el objeto que es el carácter de la aristócrata.

Durante esta década, Efesio se convierte en uno de los mejores baluartes de la Logia Obreros del Progreso, a la que pertenece desde el 7 de octubre de 1881. Esta institución, creada por un grupo de ex miembros de Asilo de la Virtud, entre los que se encuentran Jorge López Casaña, Juan González, el caricaturista Víctor Salcines León, Román Martínez Blanchard, Hilario Salaya y él mismo, entre otros muchos, desaparece en 1899 por dificultades financieras.

En junio de 1897 es llamado por la controvertida periodista asturiana Agar Eva Infanzón y Canel, para ilustrar lo que se convertirá en el célebre texto El libro de la trocha. El fotógrafo había sido escogido por la limpieza y el aprecio de sus trabajos y cubrió estas expectativas. No es fortuito que las últimas notas del álbum estuvieran dedicadas a su desempeño: “Si en gracia a las intenciones se nos debe perdonar la tardanza, perdónennos nuestros amigos queridísimos, y escríbannos emitiendo opinión sobre los grabados obtenidos con las fotografías del ínclito Cotera”· El Libro… lanza a Efesio como todo un profesional, a la altura de los mejores en América Latina. Su especial sentido de la composición y sensibilidad para captar el espíritu de la vida y las circunstancias, desprovistos de poses melifluas, le merecieron el respeto de sus contemporáneos. Empero, en otro momento dedicaremos algunas reflexiones a este valioso acontecimiento gestado en Cienfuegos.

Hacia 1898 Efesio y toda la familia se traslada a su tierra natal, Santa María de Lebeña, tal vez con el propósito de apoyar la formación escénica de su hija Catalina, quien años después se traslada a Madrid y debuta en la Compañía de María Guerrero. Justo, en España muere, ya alejado de la fotografía, en la década de 1920.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

3 Comentarios en “Efesio de la Cotera y Bárcena, el ingente fotógrafo cienfueguero del siglo XIX

  • el 9 mayo, 2023 a las 12:05 pm
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    Soy biznieto de Efesio de la Cotera, y leo con gusto cuánto de él se escribe, lo mismo que me encantan sus fotos. ¿ Se conservará en algún archivo cubano la de sus hijas niñas vestidas de pasiegas con cuévanos a la espalda? ¿Y la serie que le hace a su hija de niña, la que luego fuera actriz de fama internacional con el nombre de Catalina Bárcena?

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    • el 22 mayo, 2023 a las 1:33 pm
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      Buenas tardes

      Esté atento a esta página. Voy a revisar los archivos del museo de historia de la ciudad y le contesto en cuanto tenga una respuesta. De lo contrario envíeme un correo y le contesto personalmente en cuanto precise la información.

      saludos

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      • el 10 febrero, 2024 a las 7:19 am
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        Soy biznieto del fotógrafo Efesio de la Cotera y de la Bárcena, padre que fue de la inconmensurable actriz teatral nacida en Cienfuegos Catalina Bárcena, su verdadero nombre Catalina de la Cotera París de la Bárcena. Le agradecería infinito cualquier información o foto de mi familia en el Cienfuegos del último tercio del XIX. Mi bisabuela, esposa de Efesio,se llamaba Nicolasa París, y tuvieron ahí cuatro hijos( Luisa, Eulalia, Catalina y el pequeño Efesio de la Cotera París). Hermana de Efesio fue Emeteria de la Cotera y de la Bárcena, y tío carnal de ambos Jacinto de la Cotera, el introductor de la fotografía en Cienfuegos. Gracias de antemano y un saludo desde España lleno de cariño para esa hermosa tierra.

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