Efemérides: Asesinato en la finca Manacal

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El Curro, El Conde Sigua, Neno y El Indio eran cuatro jóvenes entusiastas. Su militancia tal vez no estuviera bien definida del todo, pero les animaban los ímpetus propios de la edad y más que todo eran inexpertos en asuntos de lucha clandestina. “Quemados” debieron salir de La Habana por la feroz persecución de la tiranía. Viajaron a esta parte de la Isla con una idea fija en sus mentes: unirse a las guerrillas revolucionarias que ya operaban en el macizo central de Cuba, orografía a la que en marchas forzadas, durante la Invasión hacia Las Villas, se dirigía el Comandante Ernesto Guevara al mando de la columna No. 8 Ciro Redondo del Ejército Rebelde.

Los tres últimos ya habían cumplido los 22 años; El Curro, alias al que respondía Ramón Lorenzo Delgado, tenía apenas 19, y junto a José Seruti Rodríguez (El Conde Sigua) y Gustavo Luis Pozo Docal (Neno), fueron asesinados un día como hoy de 1958, frustrado por una delación el sueño de sumarse al Movimiento 26 de Julio y ayudar a Fidel a liberar a Cuba. Al cuarto, Julio Acosta (El Indio), la casualidad le salvó la vida. Una severa intoxicación con guao del monte a la orilla de un arroyo serrano donde los cuatro se dieron un alegre chapuzón el día antes de decidir bajar, le causó unas llagas purulentas en todo el cuerpo que le impidieron continuar la marcha de regreso. Quedó al cuidado de un campesino generoso, y luego, repuesto ya pero en conocimiento del triste final de sus compañeros, logró al fin sumarse a los guerrilleros.

Al salir en ómnibus de La Habana repasaron por el camino el mapa que traían consigo y decidieron que debían llegar hasta Cumanayagua, el poblado más cercano a las estribaciones del macizo de Guamuhaya, esa serranía que después sería bautizada popularmente como del Escambray. Una vez allí la buena suerte les permitiría hallar a quienes buscaban, pero deambularon varios días y en vista de no conseguir su objetivo deciden retornar.

Gustavo Luis Pozo Docal, alias Neno. /Foto: Ecured

Por la zona de El Guajiro, ya de regreso a Cienfuegos, llegan a una vivienda y piden cambiarse de ropas y zapatos. La mala suerte los ha conducido hasta la casa de un colaborador del Ejército, quien una vez retirados los jóvenes acude a delatarlos convencido de cuáles eran los verdaderos propósitos de aquella inusual visita de muchachos de porte citadino y encima de todo con su vestimenta teñida de la roja tierra del lomerío.

Una pareja de la Guardia Rural detiene el ómnibus donde viajan los muchachos. Allí, con la ayuda velada del delator, son hechos prisioneros y enviados a primero al cuartel de Guaos, luego a Cienfuegos (donde se decide la suerte de los jóvenes) y finalmente a Cumanayagua. Es apenas el inicio de los vaivenes que culminan con el asesinato triple en las inmediaciones de la finca Manacal.

Se haría demasiado larga la historia entrar en los detalles de cómo después de consumada la detención, y dictada la orden de matarlos, nadie quería involucrarse en el trágico asunto.

Una nota del diario Cienfuegos Libre fechada el 16 de febrero de 1959, refiere: “ El cabo José Antonio Rodríguez y el soldado Pedro Piñeiro fueron los que detuvieron a los jóvenes revolucionarios cuando bajaban del Escambray e iban como pasajeros en el ómnibus No. 8 Cumanayagua-Cienfuegos, precisamente en el entronque de la carretera de Cumanayagua con el Circuito Sur, crucero del antiguo central Soledad. De aquí fueron conducidos hasta el cuartel de Guaos y más tarde a Cienfuegos,donde en definitiva se recibió la orden de asesinarlos”.

José Seruti Rodríguez, alias El Conde Sigua.
José Seruti Rodríguez, alias El Conde Sigua. /Foto: Ecured

El terrible final sólo fue conocido en sus detalles, mediante reconstrucción de hechos y declaraciones de participantes y conocedores del caso, después del triunfo de la Revolución.

Un testigo excepcional, Francisco Guerra, colaborador del M-26-7 en la zona de Cumanayagua lo relató así en el juicio del Tribunal Revolucionario de Cienfuegos, celebrado en el teatro Terry en abril de 1959:

“La noche del 29 de septiembre de 1958, sentí movimientos y conversaciones en la finca Manacal, donde vivo, cerca de Cumanayagua. Salí de mi casa, me oculté en la manigua y vi al teniente (Antonio) Barquet, jefe del puesto de la Guardia Rural de Cumanayagua, y a los soldados de ese cuartel, Serafín “El Oriental”, Villa, Rodriguito y Cepero. Traían amarrados a tres jóvenes a los que llevaron para un arroyito cercano, y de pronto, sin más ni más, allí mismo los ametrallaron. Uno de ellos, herido y horrorizado salió corriendo y gritando por toda la carretera, en vez de coger la manigua, pero lo alcanzaron y remataron. Luego juntaron los tres cuerpos, les quitaron la ropa y echa un bulto la tiraron en otro lugar cercano, que luego yo recogí y guardé pensando en que sirviera de identificación de las víctimas. Los cuerpos los taparon con unas yaguas, para no trabajar abriendo la fosa. Al otro día un montero descubrió los cuerpos y fue corriendo al cuartel a dar cuenta. Esa noche volvieron los mismos soldados y se llevaron los cuerpos, no sé a dónde”.

Durante el juicio oral por estos hechos se determinó que Barquet había lanzado esos restos en la demarcación del puesto de la Guardia Rural de Guaos, pero su jefe, (Lorenzo) Iznaga, sacó discusión con Barquet a quien dijo que “no quería paquetes ajenos en su territorio”. Barquet y su gente se llevaron los cuerpos sin vida de los tres jóvenes y los lanzaron al río, cerca de la desembocadura, luego de colocarles piedras pesadas amarradas con alambres de púas para que no flotaran, y se fueron. Días después, uno de los cadáveres apareció flotando en la costa, cerca del Castillo de Jagua. En el juicio se comprobó los detalles e incluso hubo un careo al respecto, entre ambos jefes militares, que se acusaron mutuamente.

Este redactor, por entonces secretario del Juzgado de Instrucción de Cienfuegos, recuerda que por aquellos primeros días de octubre de 1958 acompañó al juez José “Pepito” Díaz de Villegas en la diligencia de levantamiento del cadáver. El médico forense determinó que el cuerpo, en avanzado estado de descomposición y muy picado por peces y jaibas, presentaba heridas múltiples de balas y de un arma blanca larga, que podía ser una bayoneta. Fue enterrado provisionalmente en el cementerio de aquel asentamiento ultramarino, como “hombre joven sin identificar”. El juez, hombre revolucionario y valiente, dialogó en estos términos con los jefes de la Policía Nacional y de la Guardia Rural de Cienfuegos, presentes en el acto de inhumación: “Voy a iniciar un sumario por Asesinato, sin autor o autores conocidos por el momento, pero estoy seguro de que se trata de un hecho cometido por la gente de ustedes”. Aquellos esbirros-jefes no respondieron nada y se marcharon.

Al triunfo de la Revolución, los familiares de los tres jóvenes, acompañados del cuarto de ellos que sobrevivió, llegaron a Cumanayagua e identificaron las ropas que escondió el testigo Francisco Guerra, como las de sus hijos respectivos. Así terminaba otra página de horror de aquella dictadura batistiana ahijada del imperialismo, que nos dejó 30 mil muertos, la mayoría jóvenes.

Los autores del asesinato múltiple, Rafael Najarro Villa, Félix Cepero García, Serafín Pérez Ruiz y Ricardo Rodríguez Pérez fueron declarados culpables en el juicio de la causa del Tribunal Revolucionario de Cienfuegos, y condenados a la pena de muerte por fusilamiento, sentencia que se cumplió. El teniente Antonio Barquet, quien al momento de la vista andaba prófugo, fue capturado tiempo después y también ejecutado como principal encartado en el caso. Otras ocho personas involucradas en el hecho pero sin una participación directa en el asesinato, cumplieron sentencias de entre 30 y cinco años de prisión.

Notas:

El texto recoge partes de una investigación histórica sobre estos hechos, realizada por el colega ya fallecido Octavio Pérez Valladares.

No encontramos constancia fotográfica del joven Ramón Lorenzo Delgado, alias El Curro.

Poco antes de la entrada a la cabecera municipal de Cumanayagua, una tarja conmemorativa perpetúa la memoria de los tres jóvenes asesinados por sicarios de la tiranía batistiana en aquella localidad.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

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