Eduardo García Lavandero: ejemplo de combatividad y heroísmo

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En junio de 1958, la gestante revolución cubana vivía otra escena de horror: el asesinato de Eduardo García Lavandero, destacado combatiente, fundador y dirigente del Directorio Revolucionario. Su caída tuvo lugar a la vista del pueblo, en un enfrentamiento contra la sanguinaria tiranía batistiana en la calle Vapor, en La Habana.

Este valeroso hombre, cuya existencia se caracterizó por la acción y las ideas revolucionarias, fue nieto de un general del Ejército Libertador, de ahí su apego a los ideales emancipadores de la Isla. Su infancia transcurrió en Artemisa, donde cursó los estudios de primaria y bachillerato.

Eduardo García Lavandero constituye un faro de ideas y de acción para las nuevas generaciones en Cuba. /Foto: Internet
Eduardo García Lavandero constituye un faro de ideas y de acción para las nuevas generaciones en Cuba. /Foto: Internet

De muy joven dirigió organizaciones juveniles, llegó a militar en el Directorio Estudiantil, tareas que le sirvieron de aval para asumir responsabilidades en altas esferas del movimiento revolucionario, extendido por toda Cuba, contra el dictador Fulgencio Batista.

El golpe de estado del 10 de marzo de 1952 encontró en García Lavandero uno de los más fervientes oponentes, y a partir de esta fecha comenzaron sus actividades conspirativas. Luego, a raíz de los sucesos del 26 de julio de 1953 estuvo detenido durante una semana.

Perteneció a la Triple A, pero se decepcionó de esta organización y, una vez en contacto con José Antonio Echeverría, pasó a integrar el Directorio Revolucionario. Cuando tuvo lugar el asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1957, García Lavandero se encontraba en la misión de búsqueda de armas en el extranjero. Organizó y vino al frente de la expedición que se alzó en el Escambray. Fue designado para reorganizar el dispositivo de acción del Directorio en La Habana. Debido a estas actividades, era buscado con saña por los cuerpos represivos, hasta que ocurrió el enfrentamiento final el día aciago cuando lo acribillaron a balazos.

Su amplio historial como revolucionario recoge las luchas libradas en las montañas del Escambray, donde combatió con arrojo. Posteriormente volvió al llano para desarrollar un enfrentamiento más directo contra la represiva policía de la época, sin dar importancia al peligro que corría su vida.

Hubo un episodio en las luchas de este artemiseño aguerrido conectado al triste final de las cienfuegueras hermanas Giral. Era a él, junto con Enrique Rodríguez y Faure Chomón, a quienes esperaban ultimar los esbirros en el apartamento de la calle 19 del Vedado, donde de forma intempestiva y vandálica agujerearon con balas a María de Lourdes y Cristina Alicia Giral, aquel 15 de junio de 1958.

Una circunstancia similar marcó su muerte, ocho días más tarde. Fue cercado por un numeroso grupo de agentes del SIM, en una tintorería ubicada en Vapor 74, la tarde del 23 de junio de 1958. En desigual combate, y haciendo gala de su valentía y decisión de luchar hasta el último aliento, Eduardo mantuvo a raya durante varias horas a sus perseguidores, hasta caer abatido.

Terminaba así la vida de este luchador clandestino, quien había combatido junto a José Antonio Echeverría, Evelio Prieto y tantos otros a la dictadura de Fulgencio Batista. García Lavandero fue un hombre de admirables virtudes personales y revolucionarias, cuyo estoicismo y valor quedaron para siempre en la historia de Cuba y constituyen un faro de ideas y de acción para las nuevas generaciones. Según expresó en cierta oportunidad el Comandante de la Revolución, Ramiro Valdés Menéndez: “Es difícil hallar un ejemplo más impresionante y más alto de combatividad y heroísmo”.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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