Economía cubana: unir los hilos a la red

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Si bien una economía con tendencia importadora solventa de inmediato las necesidades del presente, solo edifica para el futuro estancamiento de la industria nacional y aumento de la deuda de cualquier país.

En Cuba, no pocas necesidades se sustentan mediante compras en el exterior, y el ejemplo más ilustrativo: la producción de alimento animal, con excesivos montos destinados a soya, trigo y maíz, según resaltó el titular del ministerio de economía y planificación (MEP) Alejandro Gil, en el recién concluido Congreso de los Economistas y contadores cubanos.

Se trata de reforzar con trazos más firmes el mapa de soberanía alimentaria de la nación, de incentivar por ejemplo la producción de piensos con componentes emanados de suelo propio, que garanticen el plan B en un contexto donde son cada día más perseguidas las operaciones navales y financieras a causa del bloqueo.

Pero el diseño de soluciones no puede soportarse en los términos “a largo plazo” o “futuro mediato”, pues la necesidad de aumentar la producción de cerdo y huevos, de no esperar el barco de pollo para llenar neveras, resulta perceptible en un presente marcado por demandas cada vez más crecientes de tales alimentos.

La distancia entre estudios de factibilidad y rendimientos reales de una inversión signa también el contexto económico cubano actual. Tal presupuesto, enarbolado igualmente por el titular de economía y planificación en la reciente cita de la ANEC, muestra la necesidad de diseñar más efectivamente la maqueta de las inversiones.

No pocos ejemplos, incluso en el entorno geográfico cienfueguero, evidencian procesos inversionistas ineficientes, con demoras que alargan en el tiempo el día uno para comenzar a producir, y honrar así el crédito obtenido para modernizar industrias, fábricas, plantas, entre otros enclaves.

La idea fue debatida con profundidad en el referido Congreso, porque son las inversiones — bien hechas— fórmula y garantía para desarrollar la industria nacional, generar divisas, y eliminar de la agenda económica cubana importaciones de productos que bien pueden fabricarse aquí, aguas nacionales adentro.

Por otra parte, para el desarrollo de Cuba resulta imprescindible el diálogo entre empresas e industrias del terruño, unir los hilos a la red para entrelazarse y crear los tan necesarios encadenamientos productivos, que no pueden convertirse en slogan ni frase hecha.

A no complejizarlos llamó el ministro Alejandro Gil, a mirar las cadenas como la solución a demandas y problemas industria nacional mediante. Hurgar en las potencialidades de la empresa cubana, así de simple.

Ante tal escenario, para 2020 prevé el país un plan de la economía “sin directivas específicas y sin enmarcamiento” — alegó el titular del MEP— y puntualizó que “no hay camisa de fuerza”, para señalar al plan como hoja de ruta, más que esquema rígido.

Hoy tiene nuestro tejido económico fortalezas tales como un sector turístico en desarrollo creciente, relaciones comerciales con varios países del mundo — pese al bloqueo — y una industria nacional, si bien marcada por dificultades tecnológicas, con infraestructura capaz de responder no pocas demandas internas.

Pero no conformarse con tales logros es la primera y más compleja tarea no solo de economistas y contadores, también de agrónomos, ingenieros, veterinarios, constructores, cuadros políticos y administrativos, científicos, en fin, de cada ser que habita en esta Isla, en este pedazo de tierra con no pocos desafíos por delante.

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