Donkey Xote: animación desde Cataluña

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El escritor argentino Jorge Luis Borges refirió en Pierre Menard, autor del Quijote, la singular pero apócrifa historia de un escritor galo que a inicios del siglo XX se metió entre ceja y ceja reescribir el texto de Miguel de Cervantes de comienzo a fin, cuan largo era, con arreglo a nuevas formulaciones que lo hacían igual, pero a la vez diferente.

En las innumerables adaptaciones que el opus magno cervantino ha tenido a la pantalla, el personaje del enjuto manchego siempre ha sido, aunque diferente, el mismo. Un personaje de impronta semejante no puede desviarse mucho del curso medio de graduación fijado por su autor, pues de hacerlo se correría el riesgo de robarle el sabor a su almendra y decolorar la tinta a su impronta.

No importa que Manuel Gutiérrez Aragón se haya tomado la licencia de ponérnoslo gordito y viejo en su versión, como igual otros directores lo naturalizaran o lo abstrayeran más o menos, el Quijote siempre tendrá molinos que derrotar y pensará en Dulcinea; de lo contrario no será quien es.

Y así, en efecto, también sucede, aunque más o menos, con Donkey Xote (2007), largometraje animado español. Lo que ocurre en la película de José Pozo es que se invierten algunos sujetos temáticos básicos, ciertos roles fundamentales de las figuras del relato que lejos de epatar o maravillar en razón de su carácter presuntamente novedoso, van a provocar rechazo.

Rucio, el burro de Sancho Panza (de ahí viene lo del donkey del título) será aquí narrador y héroe, además de desplazar a Rocinante de la eterna función locomotora del de la triste figura, para convertirse en el animal con que el caballero andante encontrará a la del Toboso y acabará con villanos y truhanes.

Donkey Xote es uno de esos animados parasitarios que se nutren de determinada franquicia, en este caso de la trilogía Shrek, y remeda destempladamente a su chispeante similar de la rentable saga norteamericana, cuya voz interpretaba Eddie Murphy.

Más que un remedo, el asno de la producción española deviene copia flagrante del norteamericano, en una operación total de mimesis que únicamente persigue objetivos comerciales, al intentar atraer a los millones de fans del personaje de la serie de los estudios DreamWorks.

Los creadores del filme han confundido la idea nada plausible pero válida de apuntarse en la fila de seguidores de las recetas probadas de éxito, y su plato dilecto de la humanización de los animales, con la clonación directa de un concepto. Tanto, que no extrañaría que, de verla, el triunvirato directivo de DreamWorks (donde están los todopoderosos Katzenberg y Spielberg) la demanden por plagio.

Pero, al margen de gracias y chistes, poco más emparenta las cintas de uno y otro país. El inefable juego con los temas más caros de la posmodernidad de Shrek (la original, claro) queda reducido ahora al consabido juego con los anacronismos, guiños y hasta algunas malas palabras y alusiones sexuales de tantas piezas que se miraron en su espejo sin saber qué hacer después con tan poderosa imagen.

Es en verdad una lástima, aclaro, porque pese a que Donkey Xote sea una película infantil no muy provechosa para su público natural, morosa pese a su breve metraje, y deslavazada en su trama central, desde el plano técnico está casi a la altura de las producciones animadas de la propia DreamWorks y hasta incluso de ciertas incursiones en 3-D de Pixar.

El filme europeo, empero, tendrá coraza de Pixar, pero alma de Disney en la formulación tontina de las claves de una historia que ubica al Quijote en mero plan de relajo desde el momento mismo en que evade el mínimo interés por plantear las coordenadas dramáticas del personaje, o la locura quimérica del Hidalgo de la Mancha. En tales desaciertos de estilo y enfoques su director Pozo incurrió con anterioridad en otro largometraje del género: El Cid, la leyenda (2003), también bastante en la cuerda ingrávida del sello del viejo Walt.

Producto técnicamente impecable, como antes señalamos, la cinta española en 3-D se integra al avance experimentado en dicho rubro por el cine de ese país en los últimos años, para sorpresa de algunos que suponían ya que su historia se iba a quedar varada en aquella muestra primigenia del animado ibérico: El mago de los sueños (1966), sin sucesora durante largo tiempo en la pantalla nacional.

La animación hispana, industria emergente a partir de los noventas del pasado siglo pero ya dueña de un sello particular, ha ido levantando vuelo de manera progresiva, manufacturando obras que destacan en lo fundamental por su acabado formal, demostrativas de los conocimientos en la materia adquiridos por técnicos y realizadores.

Donkey Xote -no puede finalizarse esta reseña sin aludir a ello-, es una de las producciones de la división animada de la factoría catalana Filmax, responsable en su división de adultos de poner al cine español de terror en el candelero mundial. La mejor prueba, la excelente El orfanato, aunque también ha financiado bodrios espectaculares del género.

Filmax Animation se ha responsabilizado hasta la fecha con varias películas para los pequeños, algunas con cierta resonancia internacional a la manera de Pérez, el ratoncito de tus sueños (correalizada en 2006 con el sello argentino Patagonik) y otras tan encantadoras como Nocturna (2007) bañada de un hálito miyazakiano claro y un vistoso derroche de imaginería visual.

Por desgracia, Donkey Xote, pese a también ser filmada el mismo año, parece formar parte de una franja inicial de Filmax Animation, marcada por su proclividad al mimetismo y el empobrecimiento argumental.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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