Diego Vicente Tejera, breve existencia entre versos y acción

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Al evocar el nombre de Diego Vicente Tejera, historia y literatura se unen para ofrecer las facetas del intelectual. Él pertenece al grupo de hombres que en Cuba amalgamaron la obra literaria con el accionar patriótico y revolucionario.

Nacido en Santiago de Cuba el 20 de noviembre de 1848, Tejera accedió a una educación esmerada, iniciada en el Seminario de San Basilio el Magno y continuada luego en el Instituto de Segunda Enseñanza. La época en la que le tocó crecer estaba signada por guerras y revoluciones en distintas puntos del orbe, así como anhelos independentistas en América Latina.

En 1865 su padre fue nombrado para un cargo judicial en Puerto Rico, a donde él lo acompañó. De allí partió hacia Nueva York y más tarde viajó por numerosos países de Europa, incluido España.

Tenía la intención de estudiar Medicina en la nación ibérica, pero su espíritu emancipador lo llevó a involucrarse en los movimientos antimonárquicos peninsulares. El levantamiento contra Isabel II fue sofocado, no obstante Tejera pudo obtener una visión real de las contradicciones internas de la metrópoli colonial.

De regreso a Puerto Rico, se vinculó al movimiento revolucionario de Lares y cultivó una estrecha amistad con Ramón Emeterio Betances. Aunque las tropas españolas truncaron el alzamiento, la participación del joven cubano en él comprometió su posición social, y la familia, por disuadirlo de sus ideas separatistas, lo envió a Venezuela, donde retomó los estudios de Medicina. Sin embargo, su espíritu rebelde lo llevó a tomar parte en los acontecimientos políticos que se sucedían a su alrededor.

A la par de esas vivencias, su aliento poético cobraba cada vez más fuerza. De manera simultánea escribía versos y redactaba prosa para distintas publicaciones.

Desde 1875 el poeta criollo había iniciado contactos con la emigración cubana anticolonialista en Nueva York. Ese año concibió su cuadro dramático en versos La muerte de Plácido, de contenido independentista y abolicionista. También marcó el comienzo de su labor como propagandista de los ideales más radicales de los revolucionarios cubanos. Con tal finalidad fungió como director del periódico La Verdad, órgano de la emigración cubana en Nueva York, fundado en 1875.

Una vez firmado el Pacto del Zanjón, Tejera se movió entre Estados Unidos y México, donde laboró como redactor de El Ferrocarril y de Revista Veracruzana. De regreso a La Habana, en 1879, intensificó su actividad intelectual. Frecuentó los círculos literarios de la época y llegó a convertirse en vocal de la Sección de Literatura del Liceo Artístico y Literario de Guanabacoa, dirigida entonces por José Martí.

A partir de aquel momento, estableció una fuerte y constante relación con el Maestro. Fundó y dirigió publicaciones para las cuales siempre contó con la colaboración del Héroe Nacional.

El accionar del santiaguero lo llevó de nuevo a Europa y Norteamérica, donde continuó la intensa gestión periodística y literaria, sin abandonar los ideales de igualdad social por los que luchaba.

En octubre de 1898 volvió a su tierra natal, intervenida por los Estados Unidos y fundó el semanario La Victoria, desde el cual desenmascaró el verdadero significado de la presencia yanqui en la Isla, en tanto exhortó a la unión de los cubanos para la construcción de una nueva sociedad, impregnada de la identidad criolla.

Diego Vicente Tejera fue un hombre activo y culto. Conocía tres idiomas: Alemán, Inglés y Francés. Además de orador y traductor, impartió conferencias a lo largo de su corta vida, pues murió poco antes de cumplir 55 años, el 6 de noviembre de 1903.

Su posición ideológica dio como fruto la fundación, en 1899, del Partido Socialista Cubano —primero de su tipo en la Isla—, y al año siguiente, del Partido Popular. Como representante de este último asistió a la Convención Constituyente de 1901. Ambas agrupaciones duraron un tiempo efímero pero, al decir de los historiadores, constituyen los primeros esfuerzos por dotar a los cubanos de una representación política en la nueva etapa.

El patriota santiaguero constituye uno de los primeros portadores en Cuba del pensamiento de influencia marxista y más radical al que pudo llegar de acuerdo con la época y condiciones en que desarrolló su existencia.

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Yudith Madrazo Sosa

Periodista y traductora, amante de las letras y soñadora empedernida.

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