Diana Padrón Castillo: “Si cuatro personas aplauden, soy feliz”

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Ahora mismo terminé una función, dijo ella sin quitarse el atuendo del personaje. Su rostro irradiaba aún el éxtasis de los últimos aplausos, con suspiros que interrumpían el protocolo inicial del diálogo. Alrededor, bolsos, trajes, y un montón de cosas que confundirían al público si aparecieran sobre el escenario de la sala Aida Conde, del Centro Dramático de Cienfuegos.

-Cómo tengo esto aquí, remarcó, y nos sentamos.

“Mira, la vida me tenía preparado asumir la dirección de este grupo, expresó Diana Padrón Castillo, de solo 26 años. Dudé al principio, pero luego dije: ‘si yo quiero un cambio dentro del Dramático, en la forma de entender el teatro, debo ser la primera en provocarlo’. Me asusta muchísimo; sin embargo, no tengo miedo a equivocarme”.

Su estatus actual dentro de las artes escénicas responde, posiblemente, a la misma ambición que la poseyó de pequeña, tras disfrazarse varias veces en casa y pintarles ‘murumacas’ a sus padres. “Como la mayoría de los niños quise ser artista, y como pocos, me lo tomé en serio: ‘yo quiero ser artista y me quedé ahí’”.

Aunque a su familia de ingenieros y campesinos les disgustaba la idea, el capricho tomó forma en la Casa de Cultura del municipio de Palmira y luego en la Escuela Provincial de Arte (EPA) Samuel Feijóo, de Villa Clara, donde se tituló en la especialidad de actuación.

“Tuve en la EPA mis buenos encontronazos, porque llegué sin la preparación necesaria. No sé qué locura tenía en la cabeza para decidir ser actriz. Es un mundo de mucho sacrificio, poco remunerado, y no solo en lo económico. Aquí en Cienfuegos, por ejemplo, el público no asiste de manera asidua a disfrutar del teatro. Pero si vienen cuatro personas y aplauden, soy feliz”.

En el Centro Dramático y la emisora Radio Ciudad del Mar, alternó los primeros años de experiencia laboral, hasta que, finalmente, prefirió la radio.

¿Por qué te enamoró?

“Tiene una magia inexplicable. Quien la descubre, después es muy difícil que pueda despegarse. Su dinámica exige y enseña al actor. Solo en un mes puedes interpretar veinte personajes y caracterizarlos todos con la voz, pensarlos bien desde el punto de vista sicológico. Yo donde quiera que me paro lo digo: me gusta más que el teatro”.

Diana Padrón Castillo en la obra Caminantes. / Foto: Alcides Portal Alfonso (Cortesía de la entrevistada).
Diana Padrón Castillo en la obra Caminantes. / Foto: Alcides Portal Alfonso (Cortesía de la entrevistada).

Para una actriz acostumbrada entonces a obras para adultos, ¿qué le aportó el programa infantil Sombrero Azul?

“Era lo más difícil de la radio, asegura Diana. La chispa y alegría que demandaba me costó mucho. Trabajar las voces de niñas, hadas y duendes fue complejo, especialmente por el timbre grueso de mi voz. Sin embargo, a Mayté Hernández Páez, la guionista y directora del programa, le agradezco siempre, porque con ella todo tenía que salir perfecto; Sombrero Azul tenía que ser perfecto todos los días. Eso le pone la varilla muy alta al actor: debes ponerte el zapato firme para estar a la altura. Fíjate que asumir protagónicos me llevó más de un año”.

La perseverancia con que desafió los reproches familiares, le proporcionó con el tiempo varios reconocimientos. En dos ocasiones consecutivas recibió el premio de Mejor Actuación Femenina en el Festival Provincial de la Radio en Cienfuegos. “Nunca los esperé. Imagino que fueran merecidos, pero en ese momento no los aprecié así. Para mí los actores de la radio eran muy buenos y los veía en un escaño superior”, dijo.

Desaparece el Grupo Dramático de la emisora, y de pronto, en el limbo…

“Fue un cambio importante en mi vida, ansiaba permanecer otros años allí. Me obligó a reestructurar perspectivas a corto y largo plazos. Por suerte, pude volver al Centro Dramático de Cienfuegos. Cuando llegué había un montaje de por medio: se estrenaba Huevos, en 2017, y asumí uno de los personajes”.

¿Cómo llevas la responsabilidad de dirigir una agrupación teatral con más de medio siglo de historia?

“Asusta muchísimo, ya lo dije. Varias generaciones conviven en el mismo espacio y a veces no puedo complacer a todos, ni pretender que todos me entiendan y sigan. Y no hablo solo de las interioridades del grupo. Uno quiere emprender cosas mayores y es complicado. Yo al menos lo intento, sí o sí, aunque meta la pata. Si me equivoco será para aprender y hacerlo mejor”.

De las obras interpretadas en el Centro Dramático, ¿cuál volverías a retomar?

Mar nuestro, del dramaturgo cubano Alberto Pedro Torriente. Con ella me estrené después de graduada y ahora deseo hacerla nuevamente. Tengo un poquito más de experiencia, solo un poquito más —insiste—, y podría realizar una mejor interpretación. Me guardo la esperanza de retomarla en algún momento de la vida, no sé cuándo”.

¿En qué fase de tu carrera crees hallarte?

“El actor está siempre en constante aprendizaje y renovación. Trato de ser como un bebé todo el tiempo, de descubrir cosas, observar. Eso es bueno para enfrentar una obra o personaje nuevos: partir desde ti y sumar las vivencias de otros”.

Si bien le gustaría tocar algún instrumento musical y cantar —habilidades que considera provechosas para la actuación— uno de los sueños de Diana Padrón Castillo se centra en dirigir, montar y protagonizar la obra El sueño de los asesinos, del camagüeyano José Triana, la cual carga en su bolso como una especie de Biblia. Su otro anhelo busca recuperar el prestigio alcanzado por el Centro Dramático de Cienfuegos en épocas anteriores, de modo que constituya un referente en la provincia y el país.

“Parece utópico, pero puede lograrse”, afirma. Al fondo de sus palabras, los trajes, el escenario, las luces y el telón aguardan por ese espectáculo.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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