Día Mundial del Agua: ¿aumenta su consumo en tiempos de pandemia?

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La valoración del agua es lema en este 2021 a propósito del Día Mundial de este preciado líquido y uno no deja de pensar en lo imprescindible que se vuelve en tiempos de pandemia. La COVID-19 ha traído bajo su manta una mayor demanda del recurso natural, una ola de medidas preventivas que implica su consumo en buena parte de nuestras rutinas… y uno se siente cercano al pez.

En el siglo XXI todavía más de 2 mil 500 millones de personas, incluidos millones de niños, viven en zonas donde la vulnerabilidad hídrica es alta o extremadamente alta, según un nuevo análisis publicado por la Asamblea General de la ONU. En la otra cara de la moneda, el desperdicio del agua toca cifras elevadas en contextos industriales y domésticos, como si nunca se fuera agotar. Dos extremos que habitan en la modernidad y lucen tan inquebrantables.

Desde inicios de año organizaciones no gubernamentales comenzaron una campaña para concienciar acerca de la crisis global del recurso y la necesidad de buscar vías que permitan desdibujar tales realidades, que minimicen el caos entre ambos vórtices de la grieta social.

América Latina y el Caribe posee alrededor de un tercio del agua potable mundial, sin embargo, datos de la Unicef revelan que apenas el 75 por ciento de la población de esta región tiene acceso a fuentes de abasto estable y tan solo el 31 por ciento goza de saneamiento gestionado de manera segura. Mientras, las sequías ganan terrero en esta área geográfica y persisten en múltiples naciones, particularmente en el Corredor Seco y en Chile.

¿Cuánto habrá aumentado su consumo a más de un año de epidemia? Las medidas para frenar el avance de la Covid-19 han tenido efectos sobre los recursos naturales y han producido profundos impactos que afectan a las economías y, por tanto, a los sectores sociales más vulnerables de la región.

El cierre de colegios, el teletrabajo y el confinamiento, además, ha generado cambios en los usos y costumbres de la población, como ha sido en la hora de levantarse y de acostarse, en la hora de comer, e incluso en la de asearse y ducharse. También ha aumentado el hábito de lavar los alimentos y los ciclos del lavado de las ropas.

En la actualidad el lavado de manos es una de las herramientas más eficaces para la ralentización del ritmo de contagios del nuevo coronavirus. Los centros de aislamientos y hospitales en Cuba constituyen grandes consumidores del preciado líquido, pues así se garantiza la higiene de los pacientes y la esterilización de los medios de trabajo, no menos diferente es en la mayoría de los países.

A ese panorama mundial epidemiológico otras problemáticas históricas se suman como ingredientes del mismo pastel: el rápido crecimiento de la población, la urbanización, el uso y la gestión deficientes del agua, el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos. Cada uno de ellos reduce las cantidades disponibles del preciado líquido, exacerbando el estrés hídrico en el planeta.

Cuba posee 242 embalses y 101 cuencas subterráneas, aunque los números generales no provoquen alarma sobre su estado, en determinados territorios la situación hidrológica no es la deseada desde hace algún tiempo.

La Mayor de las Antillas carece de abundantes recursos hídricos y las precipitaciones son sus únicas fuentes de formación, pues los cuerpos de aguas superficiales y subterráneas tienen vínculos, pero provocan su vulnerabilidad, por lo que la escasez se manifiesta en la baja eficiencia de los sistemas y malas prácticas.

La demanda de este recurso natural sigue aumentando drásticamente a nivel mundial como si nunca se fuera a agotar. Según informes de la Unicef la intensa escasez de agua podría desplazar hasta 700 millones de personas para 2030, y ese calendario está al doblar la esquina. Los gobiernos no pueden darle la espalda a una problemática que nos toca la puerta, los ciudadanos deben concientizar el uso racional de este recurso y trasmitirlo a las futuras generaciones… como canciones de cuna.

El agua es un patrimonio natural que se encuentra en la atmósfera (en forma de vapor), en ríos y cuerpos de agua superficial, en almacenamientos, en el subsuelo (acuíferos), en glaciares, en el océano y en todos los seres vivos… está porque sin ella no podemos vivir, sin embargo, todavía queda mucho por valorarla y creerla imprescindible. La cotidianeidad nos nubla la visión de que un día se puede acabar, cada amanecer debe ser su día mundial.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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