Día de la Victoria sobre el Fascismo: A 75 años del fin (+Infografía)

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Se me antoja llamar a este veterano de la Flota del Báltico, Nikolai, contemos una historia que les parecerá verdadera. Ha venido a la parada militar con su bisnieto Sasha, diminutivo de Alexander, viven en Voronezh, una ciudad del centro de Rusia, a orillas del río Don, y famosa porque allí se construyen aviones. El abuelo cuenta sus memorias, cada condecoración tiene una historia, todas relativas al heroísmo y a la hombrada que resultó derrotar a las Fuerzas Hitlerianas y expulsarlas del suelo patrio. Capitulación firmada un 9 de mayo de 1945.

Sacha apenas tiene noción de lo que pasa a su alrededor, pero nació y crece en una familia que venera al abuelo, y donde todos amanecieron hoy con un kepis, símbolo de los nuevos tiempos que corren para la juventud rusa y de muchas de las repúblicas que alguna vez fueron una unión.

El abuelo Nikolai y su bisnieto Sasha.
El abuelo Nikolai y su bisnieto Sasha.

La Yunarmia, un ejército de nuevo tipo conformado por jóvenes de entre 11 y 18 años, entre quienes se promueve el conocimiento de la historia y la geografía de la nación rusa, luce en cada desfile de conmemoración, una boina roja. Son una nueva hornada de muchachos que recuperan el orgullo del gran país, el respeto por sus héroes, científicos y generales destacados. Yunarmia ya cuenta con más de 70 mil jóvenes rusos.

Y allá están, en la tarima improvisada para la ocasión, el abuelo Nikolai y su bisnieto Sasha, símbolos de los 75 años transcurridos, desde que en el Reichtag se izara la bandera de la hoz y el martillo, y comenzara una nueva era para humanidad; el fin de una guerra mundial en la que murieron más de 40 millones de personas, según cálculos que pudieran resultar conservadores.

La humanidad, sin embargo, no ha dejado de estar en peligro de nuevas guerras, unas por el delirio expansionista de desgobiernos; otras por recursos, prepotencia…; y la más reciente, por la salud y la vida, cuando el mundo se debate ante una pandemia, y el acceso a los insumos médicos, fármacos y hasta a la solidaridad, despreocupan más a los políticos, que encontrar una vacuna o una cura para la covid-19.

Pero el abuelo Nikolai y su bisnieto Sasha, que viven en Voronenezh, ciudad cosaca y europea, no están ni siquiera en una parada militar, recuerdan su último encuentro en mayo de 2019, cuando la alegría y la felicidad llenaban sus vidas, y ni siquiera sospechaban que la noticia de una pandemia les impediría hoy llegar hasta la plaza grande. La urbe continúa siendo de resistencia, tal y como impidieron sus pobladores ser tomada como territorio alemán durante la contienda.

Esta resultó una de las ciudades rusas visitadas por Fidel Castro en 1972, allí estuvo en la fábrica de aviación que produce los aviones supersónicos de pasajeros TU-144, en Vorónezh; también visitó la central electronuclear de Novovorónezh, distante unos 70 kilómetros, donde se prepararon los ingenieros que explotarían la que se intentó construir en Cuba, Cienfuegos, Juraguá. Allí guardan aún la memoria de aquel hombre en traje verdeolivo, paltó de invierno y chapka de piel, protegiéndose del crudo frío. De esos recuerdos también cuenta el abuelo Nikolai, porque al final, la historia es una madeja de acontecimientos que tejen la vida.

Nunca más, esa la frase que corre de boca en boca, 75 años después, cuando se rememoran aquellos días de holocausto, bombas, muerte y campos de concentración…; la filosofía de imponer una raza como superior, cuando solo conocemos una, la humana, sin distingos de colores o etnias, religiones o credos. ¡Qué nunca más regresemos a esos tiempos de guerra!, porque el camino, aunque se estreche a veces, siempre conducirá a la luz, al mañana, tal y como el abuelo Nikolai, lleva de la mano a su nieto Sasha.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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