Día de las madres: Halago a las maestras de vida

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“Cuando todos los días resultan iguales, es porque las personas han dejado de percibir las cosas buenas, que aparecen en sus vidas, siempre que el sol cruza el cielo”. La frase de Paulo Coelho justifica la dedicación de efemérides para diferenciar amaneceres, y en esos intentos, congratular a las madres es digno homenaje.

La celebración comenzó en Estados Unidos, allá por 1920, y la transculturación mezcló a esta isla del Caribe en tan bonito gesto, máxime en épocas de depresiones de posguerra, con féminas de educación limitada, dados los patrones patriarcales, pero sobrevenidas excelentes organizadoras del hogar y maestras de vida, para que sus hijos fueran mejores.

La historia recoge como iniciadora de la tradición del Día de las Madres en Estados Unidos, a Anna Jarvis, quien decidió conmemorar el aniversario de la muerte de su progenitora con claveles en las solapas, rojos para las madres vivas, y blancos para los que la habían perdido.

Una alusión a tales sucesos del periodista Víctor Muñoz, en las páginas de El Mundo, dio pie a generalizar la iniciativa, y el propio escritor promovió también las festividades desde el Centro de Instrucción y Recreo de Santiago de Las Vegas.

Fue un atisbo de reconocimiento a las líderes de familia, en tiempos que la obligaban a permanecer bajo la sombra o tutela de un varón, alienadas, con pobre acceso a trabajos, pero reinas del hogar, donde el protagonismo femenino es insustituible.

Los primeros recuerdos de homenajear a nuestras madres remiten al dibujo de primaria. En la postal que nos indicaban hacer y en las otras memorias, abundan manualidades, fundamentalmente de cocina.

Nuestras abuelas y tías intercambiaban delantales, pañitos, agarraderas para calderos… un festín creativo, expresiones de combinación de paliativos a carencias y rutinas cotidianas, con el placer de disfrutar simplicidades.

Hoy el salto generacional posibilita otros consumos; sin embargo, parecidos artículos subyacen en los regalos. Una alegoría a la vida doméstica deviene tributo a quienes tejían su aburrimiento y acaece  como metáfora de cordón umbilical, porque nunca nos separamos del lazo de calor familiar que ató nuestra infancia.

El Día de las Madres es una pausa  para valorar el hechizo del inicio de la vida, estimular a quienes asintieron no solo con el milagro de la procreación, sino también con la capacidad de derrochar abrigo y bríos, para encaminar la vida de cada estirpe.

A 102 años de la celebración del Día de las Madres en Cuba, igual regocijo subyuga cada entrada de mayo; es un alto en el camino, como diría Coelho, para apreciar la benevolencia de auroras con rocío de mujer.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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