Desandando un valle y la cueva Monumento

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El acuerdo previo era verse en el Circuito Sur, justo donde nace el camino que lleva hasta el pequeño poblado intramontano de Yaguanabo Arriba, emplazado cerca de la cuenca del río homónimo, al sur del municipio de Cumanayagua.

Sin embargo, el viaje había comenzado a gestarse con dos semanas de antelación desde la red social Telegram, específicamente desde el canal del Movimiento Cubano de Excursionismo. A partir de ese momento, mientras pasaban los días, anhelaban tomar otra vez las mochilas, en una travesía que prometía ser la despedida perfecta de 2021; año terrible para quienes se sienten exploradores los 365 días.

Los 5,8 kilómetros que separan el pueblito de la carretera Circuito Sur fueron un poco agotadores, debido, sobre todo, al sol intenso del mediodía. Al arribar al poblado, fue una sorpresa cruzarse con un automóvil moderno saliendo del villorrio, donde solo hay 60 casas y poco más de 140 habitantes.

A 80 metros de altitud, Yaguanabo Arriba está en el costado de un colorido valle del Macizo de Guamuhaya, muy poco visitado, al decir de varios lugareños, quienes se mostraron en extremo solidarios y serviciales con nuestra llegada a la zona. Música y algarabía se sentía al final del mini prado del asentamiento, levantándose allí una construcción distintiva hecha de guano y caña brava, perteneciente al grupo de Flora y Fauna. En ella conocieron a Reinaldo León y a otros residentes, a quienes expresaron los objetivos de la visita y los deseos de alcanzar la emblemática Cueva de Martín Infierno, declarada Monumento Nacional desde 1990.

Construcción distintiva del poblado./Foto: del autor

Una palangana con platanitos, yucas, hígado frito y chicharritas, les ofrecieron como muestra de cordial bienvenida a los forasteros; rasgo este muy típico del campesino cubano, ser humano afectuoso y fraterno por naturaleza.

Mientas unos gozaban las delicias del agua fría en la poceta ubicada a 2,5 km de la diminuta urbe, otros se entretuvieron en conocer más sobre la zona con el camarada Reinaldo: les contó él sobre las características de los yaguanabenses, quienes, al ser tan pocos, son como una gran familia, rasgo que pudo percibirse durante la festividad.

Habló sobre la tranquilidad del sitio, los sembrados, la cría de los animales; puercos, chivos, perros, gallinas y patos que corretean con total libertad por los jardines y aceras frente a las casas. Mencionó también la salita de televisión que sirve de entretenimiento a los más jóvenes durante los fines de semana. Asimismo, aludió al mal estado del camino para entrar al pueblo y las escasas señalizaciones, lo cual influye negativamente en la poca afluencia de visitantes o incluso en el traslado de los enfermos al consultorio médico en el colindante poblado de Camilo Cienfuegos.

Reinaldo es uno de los que trabaja con voluntad en la protección de la flora y la fauna locales, impulsando proyectos de conservación y manejo de especies, menciónese el Proyecto Territorial de Educación Ambiental, que pone empeños en la preservación del Coccothrinax crinita subsp. Brevicrinis, más conocido como “guano barbudo”; emblema florístico que solo habita en el área protegida del Valle de Yaguanabo.

Luces y sombras en el interior de la cueva./Foto: del autor

La noche tuvo momentos de gran exclusividad: a las 8:30 p.m., cuatro casas de campaña causaron sensación en el poblado, pues fueron situadas en el medio del parque infantil. Al ser un día festivo, los siete mochileros fueron el núcleo de los debates de niños y adolescentes en el vecindario hasta bien entrada la noche; algunos de ellos jamás habían visto instrumentos de campistas en sus vidas.

El regalo más hermoso de la noche montuna, fue el carnaval de estrellas y cuerpos celestes que parecían danzar entre las crestas de las lomas. A plenitud estaban las constelaciones de invierno, las cuales identificaron certeramente, más allá del típico cinturón de Orión y el “ojo” inconfundible de la constelación zodiacal de Tauro.

Tuvieron la suerte de que, al día siguiente, los guiara Dairon Guillermo Santana, un joven montaraz excepcional, sin el cual jamás hubiesen llegado a la caverna. Junto a él conocieron a Lucero, su fiel caballo, y una simpática perrita que también los escoltaría durante toda la excursión.

En torno a lo que parecía un arroyo seco, se dispersaban decenas de matas de lima cargadas con frutos verdes, pintones y maduros. Por tal razón, a ese tramo decidieron llamarle “el sendero de las mil limas”, que de hecho, fue aprovechado al máximo por ser un cítrico refrescante, exquisito y nutritivo, calificado hoy día como “extinto” en las zonas urbanas y otras áreas rurales de Cuba.

A poca distancia de las limas emergió de repente la inmensa pared rocosa de la cueva, como si fuera una enorme cascada irregular que se mezcla con la vegetación arbustiva de un modo asombroso. Allí advertimos que no existe ninguna tarja que identifique su condición de Monumento, y tampoco una señal que muestre el sendero para llegar a ella.

Las dos entradas que posee “la Martín Inferno”, dispuestas a 650 metros sobre el nivel del mar, son pura maravilla: solamente con el “pabellón de bienvenida” hay suficiente para deleitarse. No por gusto ese lugar es uno de los mayores testigos de procesos cársicos que ha vivido la Isla grande durante miles de años, de los cuales deriva su rasgo fluvial; nacida a partir del empuje constante de las aguas de lluvia sobre las rocas.

Linternas en mano, se colaron por un agujero desnivelado hasta llegar a una amplísima habitación con forma de paraninfo. El cielo de aquella cavidad era comparable a una catedral gótica invertida, donde colgaban miles de protuberancias distintas, alargándose algunas hasta el suelo, junto a los parapetos de minerales pétreos. Los más atrevidos subieron hasta un punto medio de aquella descomunal “grada de estadio pelotero”, culminante en la segunda boca de la cueva. Allí fue imposible no maravillarse ante los juegos barrocos de luz y sombra creados a partir de los rayos solares que penetraban hasta el fondo.

Mucho antes que ellos, en 1967, llegaría su descubridor y primer explorador, el espirituano Alejandro Romero, y posteriormente, el doctor Antonio Núñez Jiménez la estudiaría al dedillo, con énfasis en su porción subterránea —inaccesible para nosotros, porque se requieren equipos especializados— llamada “la Furnia del Infierno”. Allí es donde está reconocida de manera oficial por la comunidad científica, la estalagmita más alta del planeta, con 67,2 metros de altura y 30 metros de diámetro en su base. Dicha estructura, durante el año 2011 quedó iluminada completamente por un grupo de científicos cienfuegueros, y de tal modo pudo ser grabada por primera vez para la televisión.

Quién sabe si el espíritu de Martín —el esclavo que supuestamente se escapó de sus opresores en una hacienda de Trinidad, y murió después precipitado en la “infernal” oquedad—, los observó y dijo adiós al día siguiente entre las sombras junto a los murciélagos, mientras partían de regreso a la costa.

El epílogo del viaje fue un auténtico brindis con un whisky exótico en casa de la gestora de la excursión, mientras festejaron la vida, la amistad y sumando una infaltable ovación por nuevas aventuras en 2022.

Impresionantes columnas unen el techo con el suelo de la Martín Infierno./Foto: del autor
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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

12 Comentarios en “Desandando un valle y la cueva Monumento

  • el 26 enero, 2022 a las 3:28 pm
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    Sin dudas una experiencia maravillosa, en mi caso tuve la posbilidad de estar junto a Alejandro en su descubrimiento, en esa tiempo estudiaba en el Pre Universitario Elcire Pérez de Sancti-Spíritus y formaba parte del Grupo Espeleológico Samá que dirigía Alejandro, tengo en mi poder una foto con varios companeros en el fondo de la cueva, les pudiera contar lo que recuerdo de aquel descubrimiento, donde permanecimos en el lugar un fin de semana

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    • el 27 enero, 2022 a las 1:34 pm
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      ¡Sería estupendo conocer más sobre su experiencia! En cuanto a la foto, si usted desea, podemos socializarla junto con la historia en el canal del Movimiento Cubano de Excursionistas, y así motivamos mucho más a los jóvenes actuales que lo integran. (delvis.toledo.92@gmail.com)
      Saludos cordiales y muchas gracias por leernos.

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    • el 19 agosto, 2022 a las 1:31 pm
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      A finales de La década del 30, el español Victor Mestre, dueño del establecimiento Cartoqui, de Cienfuegos, compró la finca El Colorado y propuso a mi padre, explotar la madera de el lugar y la familia nos mudamos a la finca, yo naci en 1944, pero mi padre y mis hermanos mayores conocieron esa cueva y entraron en ella, recuerdo que en mi casa se comentaba, que habían encontrado utensilios del tiempo de la colonia. Mi padre llego a Cuba en el mismo barco que llego Mestre , donde hicieron amistad, que perduró hasta que mi viejo murió en 1954. Esa cueva fue descubierta y explorada mucho antes.

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      • el 19 agosto, 2022 a las 10:27 pm
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        Me atrae muchísimo su respuesta.
        Estoy seguro de que usted sería una fuente muy valiosa para enriquecer la información que se conoce sobre la zona del valle. No dude en contactar conmigo.
        Gracias por su lectura.

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  • el 23 enero, 2022 a las 4:34 pm
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    Estuve allí en los 90 guiado por Humberto el propietario de la finca de café donde está la cueva y habitante de El Colorado un asentamiento más cercano a la espelunca. Ya le habian robado la placa de bronce de Monumento Nacional. Es un lugar hermoso que pocos han visto.

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    • el 24 enero, 2022 a las 11:13 am
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      Sin dudas, para poder llegar se necesita siempre de un guía porque son miles los trillos de por medio.
      ¡Mire eso!, no sabía de la existencia allí de una tarja. Ese representa uno de los problemas: Monumento Nacional, pero es desconocido no solo por lo inaccesible, sino por la falta de señalizaciones, orientación, promoción, lo que trae aparejado la desidia debido a la marginalización.
      Muchas gracias por su lectura y su aporte. Atentamente, Delvis.

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  • el 23 enero, 2022 a las 12:07 am
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    Me encantó el viaje… También tengo muchos deseos de llegar hasta Martín Infierno. Ahora ya sé cómo. Gracias por el artículo, magnífica redacción.

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    • el 24 enero, 2022 a las 11:03 am
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      Qué bueno que nuestra aventura te sirvió de referencia.
      Un saludo grande.

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  • el 22 enero, 2022 a las 11:40 pm
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    Olvidaste mencionar unos vecinitos microscopicos, pero mejor nadie quiere acordarse de ellos ajaj. Genial la publicación

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    • el 24 enero, 2022 a las 11:01 am
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      Jojojo, Estimé conveniente no darle tanta fama a nuestros queridos “amiguitos”.

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  • el 22 enero, 2022 a las 11:11 pm
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    ¡Muchas gracias, Anay!
    Vendrán más aventuras muy pronto.

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  • el 22 enero, 2022 a las 2:41 pm
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    Gracias por compartir la historia, con la lectura me sentí parte de la excursión.

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