De vuelta los guerreros de la vida

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La tarde del sábado 6 de noviembre, fecha en la que la Naturaleza se empeñó en esconder el sol, la solidaridad surcó el cielo sureño, cuando más de 50 médicos de este territorio retornaban al país, luego de haber luchado contra la muerte y por la salud en tierras de Bolívar. Parecía que el Libertador estaba allí, para agradecer en nombre de los venezolanos atendidos, el gesto extendido de la mano cubana.

Y en verdad fue esta una jornada distinta, cuando las mil anécdotas contadas y otras tanto guardadas, ya para siempre, en los corazones de estos hombres y mujeres, les fueron arrancadas en medio de abrazos, besos, y la alegría de estar en familia. Atrás quedaron los pacientes, los que con anhelo esperan el retorno de la esperanza, al saberse cuidados por los guerreros de la vida.

Niurka León abrazó a Lazarito, el hijo del que ha estado separada por más de tres años, porque antes estuvo por Honduras. Y en ese abrazo le entregó todo el amor que la ha acompañado en las mil batallas que en Venezuela ha librado por el bien de este pueblo. Allí estaban sus padres, el esposo…, orgullosos todos de ver su estirpe multiplicada.

Para Ricardo no ha sido fácil ocultar las lágrimas, no de dolor y sí de la emoción por el lindo recibimiento que las autoridades locales regalaron a sus aguerridos médicos. Y más allá estaba su linda familia, inspiración constante en los momentos difíciles que allí ha enfrentado con dignidad. Para él, Carabobo, en particular la comunidad de Puerto Cabello, es ya una segunda patria, de la que jamás podrá desprenderse.

 

“YO SOY MIGUEL ÁNGEL”

Cuando Yanet Villafuerte, especialista en Medicina General Integral y directora de la policlínica de Abreus, municipio de la provincia de Cienfuegos, marchó a Venezuela, su pequeño hijo Miguel Ángel no había cumplido aún los cinco años; ahora tiene seis, y para esperar a su mamá confeccionó un sui generis cartel identificándose: “Yo soy Miguel Ángel”. Pero a su escasa edad no tiene idea él, de cuánto lo ha recordado Yanet en cada niño atendido por ella en tierras venezolanas.

Los vecinos de su barrio, casi sin la certeza de su arribo, se movilizaron, y antes de que ella cruzara el umbral de la modesta vivienda que habita, ya estaban allí para abrazarla y mostrarle cuánto la aprecian y quieren. Un ramo de flores fue el premio de los suyos a su disposición humana de luchar por el bien del ser humano, sin distinciones de raza y posición social.

 

UNA MADRUGADA DISTINTA

Un vuelo demorado hizo que una multitud intimara en las instalaciones del Aeropuerto Internacional Jaime González, de Cienfuegos. ¿El motivo? Dar la bienvenida a otro grupo de entre 50 cooperantes cubanos de la Salud. Sin embargo, a pesar de lo avanzado de la hora, nadie pegó allí un ojo. Y cuando entre himnos patrióticos bajaban la escalerilla del avión nuestros médicos, la emoción embargó a toda aquella masa de insomnes humanos.

Entre ellos, un hombre de ébano se hizo gigante. Antonio Felipe Garabito Cuesta, un muchacho que se hizo médico a fuer de sacrificios, nos cuenta, ya saliendo el sol, que es fundador del programa Barrio Adentro: “Estuve en los Cerros de Caracas, donde los pobres no tenían otra oportunidad que no fueran las drogas y la guerra entre bandas; y sin embargo nos quieren y defienden a toda costa, porque de alguna manera les hemos mostrado la entrada del camino de retorno a la vida.

“Ahora estoy en Isla Margarita y sigo asombrándome ante enfermedades que en Cuba son solo apuntes en los libros de Medicina. Antes estuve en el África, en Níger, donde tener SIDA es tan común como padecer una gripe. No cabe dudas de que soy otra persona hoy, mejor profesional y un ser humano crecido”.

Cargados de experiencias, alegres entre los suyos, abrazados a sus hijos, contentos, regresaron a casa los médicos cienfuegueros, que después de más de un año lejos de la Patria, hacen un alto en el camino, para más tarde regresar a Venezuela, la que es ya para siempre su patria chica.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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