De verde olivo

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Por Miguel Cruz Suárez*

Un día, mientras mirábamos en la televisión las escenas de apoteosis y júbilo que provocaba la presencia de Fidel en un espacio público, durante uno de sus viajes al exterior, mis hijas me preguntaron por qué vestía siempre de Verde Olivo y por qué la gente lo aclamaba tanto.

Mis niñas eran entonces pequeñas y la explicación tuvo un matiz infantil, a tono con esa corta edad. Pasaron los años y cuando la telúrica y triste noticia de su muerte sacudió el corazón de Cuba y el alma universal, me apresté contestar aquellas interrogantes, ya no solo pensando en mis hijas, también lo hice pensando en mí y en él.

Y saben por qué nunca dejó el uniforme verde olivo, porque su guerra no terminó aún, cuando salía de una trinchera entraba en otra, bajó de la Sierra en verde olivo, se fue hasta las arenas de Girón en verde olivo, limpió el Escambray en verde olivo, se paró en el podio de la ONU en verde olivo, enfrentó los ciclones de verde olivo, sobrevivió a cientos de atentados que apuntaban al verde olivo de su pecho, levantó escuelas, inauguró fábricas, formó médicos, estudió, escribió y soñó sin dejar el verde olivo. Por eso nunca guardó ese traje, ahora el pueblo lo tiene en su ropero y si la cosa aprieta, Cuba se pone de verde olivo.

Dicen las campañas de odio y de descrédito que era un tirano y como tal tendría que recibir el rechazo y el desprecio, pero nunca sus escoltas tuvieron que apartarlo de la gente para resguardarlo de agresiones o insultos, solo debían detener una avalancha que pujaba por recibir el saludo de aquel hombre, al que no pudieron vencer ni callar.

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Cuando la pequeña urna con sus cenizas cruzó la isla de un extremo a otro, un mar de pueblo se agolpó en las calles, rostros con lágrimas sinceras, hombres curtidos de mirada húmeda, mujeres de llanto firme, jóvenes que en aquella jornada postergaban el alboroto de su alegría perenne. 

Habría que preguntar a los expertos, a los que armaron titulares falsos, a los que se quedaron con las ganas de vencerlo y hablaron de personas obligadas, de funeral a punta de amenazas, cómo se logra conmover a un pueblo entero, cómo se fuerzan las lágrimas de miles, qué tipo de amenaza haría que se sacaran sus fotos a balcones, que se escribiera su nombre con las piedras, que se inclinara la cabeza respetuosa.

Y la peor noticia, para aquellos que no pudieron matarlo a lo largo de toda su vida, es que tampoco podrán matarlo después de la muerte.

(*) Tomado del muro de Facebook del autor, licenciado en Educación, narrador y con algo de poeta.

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5 de Septiembre

El periódico de Cienfuegos. Fundado en 1980 y en la red desde Junio de 1998.

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