De Sica, observador del sufrimiento humano (V Parte)

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Más allá de la unicidad o la complementariedad temática, a las cuatro películas las emparenta el vigor narrativo, la reciedumbre dramática de su desarrollo y las apelaciones estilísticas de los planteamientos formales: verismo cuasi documental, intérpretes y escenarios naturales, no maquillajes, cero artificios técnicos (salvo en determinada zona de Milagro en Milán), ausencia de decorados, iluminación naturalista, diálogos simples sin calzos de elaboración retórica, total naturalidad en las actuaciones…, elementos por otro lado identificatorios de la estética neorrealista.

Son cuatro regios alegatos que crisparon los nervios de la oligarquía peninsular y le supusieron a sus creadores ser tachados de filo-comunistas, izquierdistas y subsecuentes …istas.

Si bien, cual suelen recordar estudiosos de izquierda y derecha, más los segundos, nunca mencionó la dupla De Sica-Zavattini el término capitalismo, lo que destilan estas cuatro grandes obras es una total abjuración de las derivantes concretas de dicho sistema: mendicidad, desempleo, abuso infantil, desatención a la ancianidad, burocracia, desconfianza e inmisericordia entre los hombres.

El dinero obtenido con Ladrones de bicicletas (obtuvo, como El limpiabotas, el Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa), le permitió al realizador terminar Milagro en Milán, que del mismo modo que aquellas, no encontraba productor. Queda articulada en esta versión de la novela de Zavattini, Totó, el bueno, una parábola alegórica que no se aleja empero de la cuestión social, si bien desde una perspectiva menos directa, más asida a lo simbológico que en el resto del grupo de exponentes, para engañar a la censura. Al filme lo baña un hálito de poesía y alcanza elevada dimensión en el plano visual, debido a la extraordinaria belleza de sus imágenes.

La crítica marxista llegó a ver aquí un velado convite a la lucha de clases; la religiosa, una furibunda pieza cristiana y la de derechas sin motivaciones clericales, una tierna película pertrechada de panglossiano espíritu, donde lo antitético se muestra mucho más en la lucha entre el bien y el mal que entre la de ricos y pobres, la cual no puede valorarse meramente bajo términos cartesianos o sociológicos.

En realidad, estamos ante un filme que casi sesenta años despues, amerita otras meditaciones críticas con perfiles más interrelacionadores. Y ahí radica parte de su vigencia como obra de arte.

Se trata, ante todo, de una cristalizada metáfora en torno a la sumisión del hombre por el hombre, pero que no se queda ahí, y expande su voz hacia el terreno de los sentimientos y las ensoñaciones humanas y la necesidad de compartir amor, para alzarse a la larga cual convocatoria franca a la entrega de bondad entre unos y otros.

Umberto D (1951) tiene todo para ser un filme eterno. De igual manera que su antedecente, troca el pesimismo que embarga a la narración casi completa por una salida optimista, si bien triste, en el segmento del desenlace. Vencen la vida y la esperanza, aunque no haya esperanza en esa vida, cuando Umberto Doménico desiste del suicidio ante la hilazón de circunstancias que le salvan de la muerte a él y al perrito Flike.

Umberto D (1951)

(Continuará…)

(Texto publicado originalmente en la versión impresa de la revista Cine Cubano)

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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