De cuando el bloqueo casi mata a un niño

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Casi con lágrimas en los ojos la doctora Mariela Morales Okata se paró este miércoles en una tribuna. A pesar de lo difícil que es para ella hablar en público no necesitó un papel para contarle a todos en el Parque José Martí de Cienfuegos cómo el bloqueo casi provoca la muerte de su nieto.

Cuando hace tres años en la casa ocurrió un accidente doméstico que ocasionó quemaduras a cuatro integrantes de la familia, fue precisamente el niño Darío Vega Pérez, quien más sufría.

“Tenía tres años y el 67 por ciento de su cuerpo tuvo quemaduras de alto grado. La piel sintética de injerto que necesitaba para su recuperación y supervivencia tiene componentes de los Estados Unidos y las compañías farmacéuticas se negaban a venderla”.

Los injertos de piel se usan en el tratamiento de quemaduras de espesor parcial y espesor completo. La remoción quirúrgica temprana (extirpación) de la piel quemada seguida del injerto de piel reduce el número de días en el hospital y usualmente mejora la función y apariencia del área quemada, especialmente cuando están implicados la cara, las manos o los pies.

Tras muchas gestiones del MINSAP, con amigos solidarios que estaban dispuestos a pagar cualquier precio en cualquier país, ninguna nación se atrevía a venderle a una familia cubana aquello que tanto necesitaban para salvar la vida del miembro más pequeño.

Mariela cuenta la historia y las lágrimas en sus ojos muestran cuánto dolor sufrió en esos días cuando el dolor en el alma fue más fuerte que el de sus propias heridas por el incendio.

Gracias al apoyo internacional poco a poco desaparecieron las 48 horas de supervivencia pronosticadas a Darío. En el Hospital Pediátrico Paquito González Cueto le hicieron alrededor de 20 curas bajo anestesia y aproximadamente cinco intentos de injerto.

“La solidaridad humana una vez más burló el bloqueo. Desde la propia nación norteamericana llegó la piel sintética que necesitaba mi nieto justo en el momento preciso, cuando más crítico estaba”.

Escondidas en maletas entraron a la Isla cuatro placas de la piel requerida gracias a un médico residente en los Estados Unidos. Era un cubano que vivía lejos, pero también estaba en contra del bloqueo y todas las limitaciones que provoca a la nación caribeña, especialmente a los niños.

De aquel centenar de días de ingreso, solo quedan, para suerte de la familia, los malos recuerdos. Ni el ser este el caso más grave de 2013, ni las altas posibilidades de una sepsis recurrente o el ataque de la peor bacteria, ni mucho menos las restricciones del cerco económico, financiero y comercial, les hicieron doblegarse a la desesperanza.

Hoy Darío cursa el primer grado, y aunque solo quedan en su piel las marcas de aquel triste suceso, lleva una vida y desarrollo normal y como cualquier otro niño, por su corta edad, no es capaz de entender completamente todas las limitaciones del bloqueo, si bien él es una víctima.

Sin embargo, lo saben sus padres, sus abuelas, sus vecinos. Esos mismos que alzan su voz una y otra vez para que otros niños no corran aquel riesgo; para que no exista, nunca más, el bloqueo.

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Glenda Boza Ibarra

Periodista. Graduada en 2011 en la Universidad de Camagüey.

Un Comentario en “De cuando el bloqueo casi mata a un niño

  • el 27 octubre, 2016 a las 12:25 pm
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    Triste historia con un lindo final….personalmente la conocia debido a que fui alumno en la universidad de uno de los abuelos del pequeño Francisco Profe de Economia Politica…asi como cuentan y se ve en la foto las lagrimas de MAriela a quien tambien conozco debido a que trabaja desde hace año con mi mama que es doctora….se veia en el rostro de mi profe el mismo dolor cuando nos conto esta historia en el aula…uno de millones de cubanos afectados por el genocida bloqueo….lindo articulo…

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