De cuando Capablanca perdió la dama

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Varias figuras del ajedrez internacional visitaron nuestra ciudad en décadas pasadas. Los recuentos y las notas de prensa incluyen los motivos formales de presencia, eventos a los cuales asistieron, resultados, superioridad en las partidas o derrotas. Pero, más allá de los tecnicismos, dichas personalidades intercambiaron con la gente, recorrieron lugares comunes y legaron curiosas anécdotas a nuestra historia local, esa menos divulgada y protocolar.

Al Maestro Nacional (MN) sureño René Fernández Vidal corresponde el mérito de rescatar una parte de ese imaginario en su libro Caissa en Cienfuegos. Ya bien como partícipe de varios de los sucesos descritos o interlocutor de quienes lo fueron, René recoge los hechos acunados por la oralidad y los recrea ahora, para esta sección… Como aquella vez, cuando el mismísimo José Raúl Capablanca prestigió con su presencia a la Perla del Sur.

“Tendría yo unos 12 años cuando conocí a Carlos Trujillo, un anciano con el que jugaba partidas en el círculo social Jesús Menéndez (hoy Museo Provincial), comenta René. Entablamos una amistad y luego supe que era íntimo amigo de Capablanca.

“En una ocasión, cuando terminábamos algunas partidas, me contó de la tercera visita (en 1918) del genio a la urbe. Todavía no había alcanzado el título de Campeón Mundial, mas ya era reconocido por su rotundo éxito en el torneo de San Sebastián, España (1911), donde venció inobjetablemente al campeón de los Estados Unidos, Frank Marshall. Su estancia en Cienfuegos fue todo un acontecimiento.

“Apartándonos un poco de la leyenda, Capablanca en su tiempo fue una sensación: un latino, cubano, joven, irrumpiendo en los escenarios internacionales… Era una curiosidad. Además, quienes lo conocieron lo recuerdan como un hombre muy bien parecido, al punto de convertirse en un ícono atractivo para la época y son muchas sus historias de ‘amistad’ o romances con bailarinas, actrices, descendientes de la burguesía europea…

“Me contó Trujillo que entre las diversas actividades en su honor, ofrecieron aquí una simultánea en los salones del Liceo. Trujillo llegó tarde y debió conformarse con ser uno de los espectadores. Recuerda que, muy cerca de las mesas, había una hermosa trigueña mirando con discreción al GM. Cuando él lo notó, se estableció un duelo de miradas más intenso que las partidas sobre el tablero.

“El intercambio concluyó cuando una señora muy elegante, al parecer la madre, tomó de la mano a la joven y ambas abandonaron el salón. Entonces, uno de los presentes, al tanto de los sucesos, exclamó en voz baja: ‘¡Capablanca perdió la dama!’. Pero, dado el silencio reinante en el lugar, todos lo escucharon y dirigieron de inmediato la atención hacia el tablero en busca de la pieza perdida… Excepto Capablanca, que solo escudriñaba el lugar donde, unos minutos antes, otra dama lo había retado”.

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Darilys Reyes Sánchez

Licenciada en Periodismo. Graduada en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas en 2009

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