Cultura en crisis: resiliencia en línea

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Si la cultura se mirara al espejo encontraría asombrosa su similitud al tiempo que le ha tocado vivir. Las plataformas en línea y especialmente las llamadas redes sociales pasaron de ser meras herramientas de promoción, a convertirse en escenarios de conciertos, espectáculos, peñas, festivales, concursos, exposiciones y presentaciones de libros. Es de las pocas ganancias para uno de los sectores más golpeados por la Covid-19 en Cuba, tras varios meses de confinamiento y cierre de instituciones culturales. Ahora, ¿cuán auténticos han sido estos “nuevos” espacios?

La migración del arte y los artistas hacia el contexto virtual fue, en primera instancia, la salida más a mano para resistir a la crisis que se avecinaba. La experiencia de muchas de las organizaciones y entidades del gremio artístico, poseedoras de páginas web y perfiles digitales, propició la apropiación y transformación de los mismos en tanto ecosistemas para impulsar la creación y el consumo cultural en medio de la pandemia. Enseguida, manifestaciones muy distintas terminaron por confluir en una realidad que planteó códigos iguales para todas, sin distinciones.

En Cienfuegos, certámenes literarios y de música, auspiciados por las representaciones locales de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y la Asociación Hermanos Saíz (AHS), han acontecido vía online, con la transmisión de productos audiovisuales en vivo y el respaldo de numerosos usuarios, según los índices de visitas e interacciones. Esto puede leerse como resultado del diseño y aplicación de estrategias culturales resilientes, afincadas en la cooperación entre artistas, la apertura hacia formas no tradicionales en la concepción y divulgación del arte, y la proliferación de opciones artísticas antes impensadas.

Tales respuestas han significado un escape económico para los creadores, aunque sin compensar los perjuicios sufridos a raíz de las restricciones impuestas por la situación epidemiológica. Datos de la Unesco revelan pérdidas millonarias en las grandes industrias del ocio, luego de  la suspensión de casi la mitad de sus actividades y el despido de más del 60 por ciento del personal. En la mayor isla del Caribe son inciertos estos daños, pero de las clausuras físicas y la cancelación de eventos, ferias, giras nacionales e internacionales y la limitada producción cinematográfica se estiman considerables las afectaciones, de acuerdo con un artículo publicado este año en la Revista Cubana de Economía Internacional.

La digitalización creciente de la cultura devino también asidero para pulsar la imaginación en un contexto con tendencia al letargo creativo y totalmente desfavorable. Asimismo, oxigenó el intercambio recíproco entre los artistas y el público cuando parecía que esa relación se fracturaba del todo. Frente a las tensiones de la crisis sanitaria y los prolongados periodos de cuarentena, fue más necesaria que nunca para renovar las esperanzas, avivar los ánimos de muchas personas alrededor del mundo y contribuir a la sanación de aquellos que afrontaron momentos difíciles. En un sentido algo platónico, se afirma que el efecto del coronavirus reveló su verdadero valor.

Sin embargo, las expresiones llevadas al ámbito de la virtualidad han adolecido, en varios casos, del entendimiento y la gestión coherente de las plataformas digitales. No son teatros, ni galerías, y tampoco pueden ser asumidas como repositorios para la difusión de contenidos, donde solo cuentan las reacciones y comentarios de los internautas. Así se logra impacto y conexión con la gente y aún será muy monótono para los entornos comunicativos de las web y redes sociales. Establecer pautas en espacios que ya de por sí imponen las suyas y obligan a adaptarse a ellas, demanda la configuración de otros valores estéticos junto a propuestas que, además de cautivar y entretener, generen una participación creativa de los públicos, vistos como usuarios y no simples espectadores. Incluso en Cuba, donde los paquetes de datos móviles para acceder a Internet descosen los bolsillos, esto fuera más factible que la publicación de materiales audiovisuales en línea que, a la larga, cuesta dinero disfrutarlos.

Lograr ofertas culturales legítimas, pensadas para la órbita online, es hoy uno de los desafíos que tienen por delante los creadores e igual las instituciones y funcionarios que los representan. No únicamente para la contingencia que todavía vivimos, sino con la mira puesta en el retorno a la normalidad, cuando el arte y los artistas estarán precisados a mantener con vida dos escenas: la presencial y la virtual. Para entonces, la cultura no lucirá como aquella que se miró al espejo poco antes de la irrupción global de la Covid-19.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

2 Comentarios en “Cultura en crisis: resiliencia en línea

  • el 1 octubre, 2021 a las 5:05 pm
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    Excelente reflexión. Habrá q replantearse post Covid estos dos escenarios e ir la institución cultura a poner en manos de las promotores los recursos necesarios para una internet competitiva.

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    • el 2 octubre, 2021 a las 12:56 am
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      Yo también creo que debemos seguir revalorando las estrategias para una mejor difusión de lo que tenemos a mano. Y partir del hecho de que, como bien ha expresado el periodista, el acceso a esas propuestas online sigue siendo un dolor de cabeza y encarecido para muchos usuarios.

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