Cuidarte, mamá, en los días de la Covid-19 y siempre

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Somos memoria y tradición, estoy segura que el segundo domingo de mayo será diferente en mi país. Más allá de disciplina y rigor social de aislamiento, un entusiasmo colectivo inundará hogares y hará un festín para homenajear a las mamás.

Y no quiero llenar de falso optimismo mi crónica confinada; nada es igual por la alta virulencia. Dos décadas han transcurrido del siglo XXI, apenas doce meses de similar celebración y la realidad impone crudezas: un beso puede ser un arma.

Por esa ausencia, lágrimas telefónicas han matizado de gris algunos cumpleaños o enlutado jornadas cotidianas mediadas por distancias mayores. Era inimaginable un mundo en pausa, sin ajetreos ni bullicios, una vida puertas adentro con incertidumbre de futuro.

Sin embargo, entre los avatares de la inmovilidad muchas madres han devenido maestras y con orgullo suben a redes sociales sus improvisadas aulas y hasta muestran la emocionante conquista del nivel primario, el premio al niño de primer grado: “Ya se leer, escribir y calcular”.

En tiempos normales atesoré para la historia los pequeñitos distintivos de mis niñas con tal aserto, entonces no imagino el valor para cada mamá, de esas actuales estampas, fungidas con la miel del cariño materno, ese que hace invencible la obra, como presagiara la divisa martiana.

El ejemplo que parece simple encarna la fuerza del amor de una madre, con el deber siempre alerta, el candor en cada meta, la fuerza de alcanzar hasta lo imposible y deviene perfecta metáfora de lo alternativo, sin pretender simulacros triunfalistas.

Desde el 20 de marzo paró el curso escolar, se quedó necesariamente limitada la vida social poco a poco, debió cesar el transporte luego, la posibilidad de adquirir productos en las tiendas(limitadas a aseo y alimentos) A muchos sorprendió sin comprar el anhelado obsequio de mayo.

Pero esta rara primavera no enturbiará homenajes; la carencia de calidez física no trastocará la entrega emocional del viejo jubileo, y a cada corazón de madre llegará el presente de la imaginación, aunque echemos de menos rutinas, como manualidades previstas para los niños por lasañoradas maestras.

La realidad actual impuso introspección, nuevas miradas a la existencia y sin dudas, emergió un escenario pragmático, donde solo alcanzas a quienes tienes cerca; por eso entre las marcas indelebles de la nueva pandemia estará la impotencia ante los afectos lejanos.

Falta aún para la nueva normalidad, deparan angustias y respuestas a desigualdades de un mundo sobreexplotado, ese que tiene mucho que aprender de hermandad y solidaridad, y para el cual la feroz incondicionalidad del amor materno deviene patrón de altruismo.

Y aterrizados en la realidad de nuestro hogar, la única hoy disponible, esa idea es más que un sueño, una esperanza, y emprenderemos honras, aplausos, besos virtuales; reinventaremos el abrazo de mayo y te preservaremos más, mamá, ahora en tiempos de pandemia y siempre.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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