Cuidar el ayer para tener mañana

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¡Abuela, eres tan valiente que a nada le tienes miedo,

ni a güijes, ni a orishas, ni a viejos cuentos!

Incierto. Hay alguien a quien le temo: es a esa otra abuela

que pudo darte un golpe o negarte un beso.

Témele, tú, siempre, al enemigo que llevas dentro.

 Excilia Saldaña, La Noche

En días recientes recordamos el Día de Lucha Contra el Maltrato a los Ancianos, instituido por la Organización de las Naciones Unidas. Y comoquiera que Cuba es un país en el que aumenta la expectativa de vida y por consiguiente, son más los ancianos, septuagenarios, octogenarios y longevos que conviven en nuestras familias, me gustaría compartir algunas consideraciones devenidas del Simposio, que sobre el tema, organizaron funcionarios de Salud, en la responsabilidad del Programa de Atención al Adulto Mayor. Es preciso, con urgencia, pasar del discurso a las acciones concretas, mucho antes de que se establezca el maltrato a nuestros venerables en un fenómeno negativo de la sociedad.

No es solo un problema de Salud como institución rectora, velar por una vejez tranquila, plena y segura, pienso que es una labor interdisciplinaria, y sí, el término es muy usado, pero poco probado y adecuado a nuestra realidad. ¿Acaso las autoridades no conocen en los barrios a los ancianos que son maltratados, a quienes les violan sus derechos, e incluso son enclaustrados a pesar de tener una dificultad movilizativa para andar y valerse? Pues debería actuarse en consecuencia, aun cuando las Legislaciones vigentes establecen normas insuficientes, y no son del todo útiles, severas y protectoras de la ancianidad en estos casos.

Si para el 2025 se pronostica un envejecimiento del 25 por ciento de la población cubana, no debería esperarse, sino que es menester actuar rápido y en consonancia con la problemática económica, social y de salud que se nos avecina. Esta reportera estará muy cercana a la fecha de jubilación para el 2025 y créanme que no he tomado contingencias para entonces, y ya debería.

Pero hay una institución que lleva el mayor peso del asunto, y es la familia, como núcleo fundamental de la sociedad. Es allí donde el anciano estará bien atendido, no importa que sea una familia distendida por la problemática de la vivienda que enfrenta Cuba y para la que no se vislumbra una solución a corto plazo; porque para que te otorguen un subsidio y puedas construirte tu vivienda, deberás: mentir o estar en la miseria, y ese no es, créanme, ni el camino, mucho menos la vía para solucionarlo.

Al anciano es preciso escucharlo, aunque sus historias, anécdotas y recuerdos sean contados una y otra vez y las repitan hasta el cansancio. Necesitan descansar y tener un sueño saludable y reparador; ropa limpia, dieta sana, horarios tempranos de comidas. Pero también precisan se les tome en cuenta, hacerlos partícipes de conversaciones, decisiones, pues incluso cambiar el viejo aparador del comedor podría constituirse en una barrera arquitectónica, porque ellos lo saben ahí, en el lugar donde quizás estuvo por más de 50 años.

Es verdad que hacen ruido al comer, tomar la sopa o caldos; el sonido de la cuchara al chocar con la loza puede ser molesto, una especie de sinfonía ruidosa para algunos, música para otros, porque nos recuerda que nuestros “viejos” viven y pueden mover sus manos cansadas, los dedos deformados por la artritis, inútiles por las neuropatías. Pero debemos ser pacientes, amorosos y no olvidar que ellos nos tomaron de la mano un día para enseñarnos los primeros pasos, alzaron la cuchara como avioncito para alimentarnos y lavaron los baberos donde derramábamos el puré; nos asearon de necesidades fisiológicas, lavaron los pañales en la época en la que no había pampers, y pasaron madrugadas completas cabeceando en un sillón cuando nos “subía” la fiebre.

Pero también el país debería hacer algo con aquellos ancianos, que trabajaron por 40 años o más, aportaron a la sociedad en los años duros de zafras interminables, obras en construcción, maestros en las montañas, entre otros oficios, y que no fueron beneficiados por leyes justas de jubilación y hoy apenas les alcanza la “chequera” para comprar medicamentos. Quiero que pensemos TODOS, familia e instituciones, en lo cercana que está la “explosión” de la pirámide de envejecimiento y encontremos soluciones, como sociedad de génesis humanitaria; y como hijos, nietos y hasta bisnietos, amparar y cuidar a nuestros viejos, porque hay muchas formas de maltratar, más allá de un golpe físico.

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Magalys Chaviano Álvarez

Periodista. Licenciada en Comunicación Social.

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