Cruel condena al joven Martí

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Tenía apenas 17 años cuando José Martí Pérez  -por medio de una carta- increpó a un condiscípulo que se incorporó a la jauría bárbara de los Voluntarios españoles. Tal incidente provocó la condena, de un tribunal hispano, a trabajar encadenado en una cantera de piedras durante seis años: las Canteras de Sán Lázaro, adonde eran confinados los presos por múltiples causas, entre ella las reconocidas como delitos de infidencia.

De manera artística, sublime, dramática, el Apóstol dejó plasmado aquel hecho horrible. Sobre su prisión Martí escribió así:

…Era el cinco de abril de 1870. La Patria me había arrancado de los brazos e mi madre y me había señalado un lugar en el banquete. Mi Patria rodeó con una cadena mi pie, me vistió con ropa extraña, cortó mis cabellos y me alargó en la mano un corazón… Yo toqué mi pecho y lo hallé lleno; toqué mi cerebro y lo hallé firme; abrí los ojos y los sentí soberbios… Mi Patria me estrechó en sus brazos y me besó en la frente: partió de nuevo señalándome con una mano el espacio y con la otra las canteras…

Después, el Maestro escribiría sobre los horrores de su prisión en El Presidio Político en Cuba, una obra en que describe y denuncia ante el mundo lo que es. También con el tiempo, Martí conocería en carne propia el destierro, y más adelante a la noción de Patria sumaría la del anti-imperialismo. Por todo ello, José Martí permanece hoy a nuestro lado, “contemporáneo y compañero”, como lo llamó Carlos Rafael Rodríguez.

En las canteras el joven Pepe conoció la mordedura de la cal sobre la piel, del sol, del látigo… Cavó con el agua a la cintura. Arrastró al caminar los hierros que sujetaban su pierna que le royeron el tobillo haciéndole un surco doloroso que le duró toda su vida. Le supuraban los ojos, abrasados por el resplandor blanco de la cal y el sol brillante…

El día que Don Mariano, su padre, logró verlo en la cantera, llorando le calzó, bajo el aro del grillete, la blanda almohadilla que el amor de la buena madre, doña Leonor, le confeccionó para mitigar un tanto sus dolores físicos. Ella y las hermanitas de Pepe hicieron largas antesalas en oficinas de personajes influyentes del gobierno español en Cuba para solicitar clemencia para aquel niño enjaulado. Pero al Apóstol lo sostenía el ánimo su invalorable orgullo patriótico y le escribía a la madre… “Esclavo de mi edad y mis doctrinas…” como le describe a ella al dorso de a foto suya en el presidio. Para él puede más el dolor de la Patria encadenada que el propio…   Esos pasajes quedan maravillosamente plasmados en la película cubana de Fernado Pérez El ojo del canario, la cual presenta al Martí niño y joven, y hace un acercamiento al mundo interior de ese pequeño.

El padre, Don Mariano gestionó ante el opulento José María Sardá, el dueño y arrendatario de las canteras, que mediara ante el Capitán General español en la Isla, y un día que éste vio el sufrimiento del adolescente Martí, se compadeció y le puso una mano en el hombro, habló aparte con el jefe de la brigada y fue mejor tratado desde entonces. Un tiempo después llegó el indulto atendiendo a su corta edad.

Nuestro luego Héroe Nacional, salió medio ciego, con una hernia inguinal producto del peso de las cadenas y grilletes y de las piedras, con la lesión crónica del tobillo que jamás se curó, delgado en extremo, demacrado, pero con su sonrisa más dulce.

Mucho he sufrido -le escribió a Mendive, su maestro y amigo- pero tengo la convicción de que he sabido sufrir y me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre…”.

José Martí Pérez fue mucho más. Es nuestro inmenso Héroe Nacional. Es nuestro Maestro independentista, antiimperialista. Es el mentor de nuestra América, hoy martiana, bolivariana, fidelista, guevarista, chavista… Una América con la que Cuba cierra filas, alertando a todos los pueblos, movilizados en defensa de la unidad y la integración regional, que los principios no son negociables.

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Andrés García Suárez

Periodista, historiador e investigador cienfueguero. Fue fundador de 5 de Septiembre, donde se desempeñó como subdirector hasta su jubilación.

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