La suerte está echada: encadenamientos productivos para el desarrollo

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En estos tiempos se ha hecho muy popular en Cuba el término “encadenamientos productivos” como nueva filosofía de trabajo. Se aboga por su materialización y se considera que constituyen un potencial para el desarrollo, sabiendo que no existe otro camino para alcanzar incrementos productivos, calidad y eficiencia en nuestras producciones de bienes y servicios, y para ello deben concretarse, entre los diferentes actores de la economía y de estos con la inversión extranjera, las exportaciones, el Turismo, el sector no estatal, la construcción de viviendas y la industria nacional.

Con licitud algunos pudiéramos preguntarnos: ¿de qué se trata?, por lo que debemos decir que una cadena productiva o cadena de valor involucra a todos los agentes económicos que participan desde que una materia prima es extraída hasta que se produce y comercializa el artículo que va a comprar el consumidor final o en la prestación de un servicio. También, resulta pertinente reconocer que nuestra economía todavía genera un exiguo valor agregado, con bajos encadenamientos entre sus actores, lo que impide la satisfacción plena de necesidades de la población a partir de recursos existentes en entidades y territorios, y que además propicien más soberanía económica a la nación.

Cuando empezamos a hablar del asunto, unos se exceden en el campo teórico, demostrando conocimientos sobre lo que es o no un encadenamiento productivo y manifiestan que en la nueva economía global ya no se compite empresa vs. empresa, sino empresa-clúster-región-país vs. empresa-clúster-región-país, o de la existencia de conglomerados de entidades, proveedores especializados, ofertantes de servicio e instituciones asociadas que compiten y cooperan en un campo económico específico, mediante el desarrollo sostenido de las llamadas economías de aglomeración, entre otros, abordando términos de un mundo que nos parece inalcanzable.

Otros, más pragmáticos, exclaman con razón que los encadenamientos siempre han existido y nunca dejan de mencionar la cadena del azúcar o de la leche, de las carnes vacuna y de cerdo con la industria alimentaria y de esta con el Turismo, las tiendas recaudadoras de divisa y la población; el encadenamiento de los productores de café de Cumanayagua y de arroz en Aguada de Pasajeros con las industrias procesadoras o el de los pescadores en los centros de alevinaje, los embalses o la plataforma insular con la industria pesquera y con la población o la exportación. Puede que nombren otras, pero siempre redundan en las que predomina el diseño que desde el país se ha propiciado de manera exógena, resumiendo que existen y son necesarias, pero requieren ser estudiadas y lograr competitividad en cada uno de sus eslabones y que añadan mayor valor.

También están los que hablan de cadenas como la exportación de almidón, a través de una empresa enclavada en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, por Glucosa de Cienfuegos; o la venta en frontera, de productos agrícolas solicitados por cruceros anclados en el muelle de la bahía de Jagua; o la exportación del carbón vegetal a partir del marabú. Señalan que estas cadenas tienen el mérito que se propiciaron desde el territorio; sin dejar de reconocer que requieren ser estudiadas para saber: ¿cómo podemos materializar eslabones hacia atrás para que se consoliden en el tiempo? y ¿cómo podemos añadir más valor en cada eslabón?

Quedan los que nombran a los más de 90 proyectos de desarrollo local que se han aprobado en la provincia, haciendo énfasis en el montaje de minindustrias enfocadas al sector agrícola o las de producción local de materiales de la construcción en los municipios, y los definen como encadenamientos de estos tiempos, pues vinculan a los productores desde los territorios con el Turismo y las tiendas recaudadoras de divisa para la comercialización de producciones agrícolas con mayor valor añadido y garantizando las segundas, la autonomía que se requiere a nivel de municipio para la construcción de viviendas.

Explican que otros proyectos como el Museo de las Artes Palacio de Ferrer o el Museo Fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua encadenan nuestro patrimonio cultural con la llamada industria del ocio, añadiendo valor al producto turístico Cienfuegos. Por supuesto que no dejan de tener razón cuando dicen que deben ser estudiadas para fortalecer sus eslabones, sabiendo que su baluarte está en que no se encontraban en un plan maestro de la nación, sino que se propiciaron en cada entidad y desde los territorios, utilizando las facilidades que brindan estos proyectos para su gestión.

Ya se elabora el Plan 2020 de la nación, de la provincia Cienfuegos, de cada municipio y de las empresas que en ellos radican, por lo que para alcanzar la soberanía necesaria que permita seguir enfrentándonos a los cercos y las amenazas de un imperio que no cesa de hostigarnos e intenta ponernos de rodillas, se requiere estudiar y establecer encadenamientos propios que rompan las cadenas que nos quieren imponer desde el exterior, aprovechando las transformaciones que implican la actualización del modelo económico cubano, como la concepción del desarrollo desde los municipios, la descentralización de la economía a nivel municipal, los programas de autoabastecimiento alimentario local, la flexibilización de facultades que se otorgan al sector empresarial y la ampliación del trabajo por cuenta propia, entre otras políticas y medidas. ¡Alea jacta est! (¡La suerte está echada!), tenemos que encadenarnos para el desarrollo.

*Director Provincial de Economía y Planificación.

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Andrés Martínez Ravelo

Ingeniero civil. Miembro distinguido de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba.

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