Cuando el intelecto suena… es porque fármacos trae

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Una y otra vez las tazas de café danzan de oficina en oficina. Tal parece que sin ellas el intelecto podría dormitar para siempre. Y es que en el ámbito académico tomar algún tipo de sustancia para rendir más constituye una práctica frecuente, incluso “necesaria”, según opinan algunos.

“Esa tendencia no es solo de los profesionales. La mayoría de los obreros, campesinos y demás factores de la sociedad ingieren algún estimulante al día. También puede ser cuestión de costumbre y cultura”, agregó un arquitecto.

Aun cuando en Cuba la situación se circunscribe al consumo de cafeína, tabaco., la mayoría de origen natural y no medicamentoso, una buena parte de los hombres de ciencias y estudiantes han creado dependencia a estos estimulantes.

Un artículo publicado en la revista Nature perfila la cuestión: después de encuestar a más de 1 400 científicos europeos sobre dicho consumo, uno de cada cinco dice utilizar de forma más o menos habitual alguna de ellas para renovar su desempeño. Entre los que respondieron de manera afirmativa, un 62 por ciento tomaba metilfenidato, un fármaco utilizado en el tratamiento de niños con trastorno de déficit de atención con hiperactividad, el cual potencia la capacidad de concentración.

De igual modo un estudio reciente alerta sobre la práctica usual en algunos sectores de utilizar ciertos medicamentos a favor de ser más productivos, aunque no incrementan la inteligencia. A pesar de tratarse de remedios legales, su empleo no está exento de efectos secundarios como alteración de la conducta, cambios bruscos de humor, irritabilidad, perturbaciones del sueño y trastornos paranoides.

¿Tomaría un neurofármaco capaz de mejorar su atención y concentración? ¿Se los daría a sus hijos adolescentes para que compitan por una plaza en la universidad? Interrogantes que más allá de las afecciones u otras secuelas secundarias rozan la ética de cada cual y el medio. El uso de medicinas para optimizar el rendimiento intelectual ha abierto un debate, el cual oscila desde posiciones más conservadoras a otras más liberales. “Si se controla el dopaje deportivo, ¿por qué no hacerlo entre los científicos?”, refieren algunos entrevistados. En virtud de regular de cierta manera tal conducta comenzaron a reunirse varias instituciones en determinados países.

“Un comité científico del Gobierno británico ha elaborado informes sobre el uso de sustancias tanto sobre la salud individual como sobre la sociedad. A pesar de reconocer sus propiedades, creen necesario realizar más estudios para evaluar las consecuencias de su consumo en personas sanas y así evitarlo”, cita un articulo español.

LAS MÁS USADAS VS EL CEREBRO

Dicha situación no solo toca las puertas de los adultos e intelectuales, sino que también un grupo importante de adolescentes tienen dentro de sus objetos preciados un frasco con algún tipo de estimulante. Un ejemplo lo constituye el uso del modafinil, cuyo mecanismo de acción aún no se conoce bien, pero se sabe que actúa sobre los sistemas de varios neurotransmisores, y reduce las horas de sueño a menos de cinco, manteniendo en activo a quienes la ingieren. Cuando salió al mercado, en 1998, las ventas se dispararon a 25 millones de dólares; siete años más tarde (2005) ya sobrepasaban los 575 millones, informa la revista NewScientist. Incluso la propia compañía fabricante, Cepholon, confirmó la introducción de nuevos compuestos similares.

Expertos confirman, además, que el cerebro aprende reforzando las conexiones entre las neuronas. ¿Cómo archiva los datos que le interesan? ¿Cómo los relaciona entre sí? Por lo pronto, cada vez se sabe más respecto a uno de los mecanismos básicos de todo el proceso, la potenciación de las conexiones neuronales.

Tras años de intentos fallidos por parte de la comunidad científica, un grupo de investigadores españoles ha demostrado que ese fenómeno efectivamente se da en vivo y tiene consecuencias en el comportamiento. Su trabajo forma parte de los diez hallazgos más importantes de 2008, según la selección anual de la revista Science.

No obstante en la década de los 60 varios investigadores hablaron de la posibilidad de aumentar artificialmente la intensidad de los contactos sinápticos de neuronas del hipocampo -un área del cerebro implicada en la memoria- cuando se aplica un cierto estímulo eléctrico.

Además, estudios posteriores probaron que cuando se administraba a los animales fármacos que impedían la potenciación a largo plazo (LTP, por sus siglas en inglés), estos eran incapaces de aprender nuevas tareas. Sin embargo, una de las predicciones de la teoría que vincula la LTP con la memoria y el aprendizaje ha resultado muy difícil de demostrar.

Uno de los medicamentos más frecuentes consumidos con esta finalidad es la codeína, antitusígeno que a dosis altas puede ser alucinógeno. De igual modo la cafeína, alcaloide producido por las hojas, las semillas o los frutos, penetra con facilidad en todas las células del organismo y estimula la transmisión de los impulsos entre las neuronas. Por ello, se admite que una cantidad diaria de cafeína inferior a 300 miligramos, equivalente a dos o tres tazas de café, tonifica al organismo, alivia la fatiga, retrasa el cansancio y favorece las funciones intelectuales.

Sin embargo, la cafeína posee un efecto vasoconstrictor a nivel cerebral. El consumo frecuente de café lleva consigo una adaptación y esto explica que personas habituadas a tomarlo puedan experimentar síntomas como cansancio, irritabilidad, falta de concentración o dolor de cabeza si no ingieren su dosis habitual.

Otro estimulante muy utilizado es el ginkgo biloba. Una sustancia que se extrae de las hojas del ginko, un árbol cuyas propiedades ya eran conocidas y empleadas en tiempos antiguos por la medicina oriental. Esta incrementa el flujo sanguíneo cerebral y activa la producción de algunos neurotransmisores indispensables para una óptima utilidad.

Lo cierto es que mantener una dieta rica y equilibrada en pos de conservar el organismo con niveles elevados de diversos componentes esenciales para el cerebro, expresan especialistas, constituye el principal sostén de nuestro desempeño profesional, además de los conocimientos. De ahí que neurocientíficos demandan con urgencia una regulación respecto al uso de fármacos para mejorar el rendimiento intelectual en personas sanas. Crear aparatos para reducir esta tendencia podría funcionar, aunque la decisión debe partir, sobre todo, de cada persona. Estar conforme con su desempeño vale más, pues al final del día quien consume este tipo de sustancia sabe que cuando su intelecto suena es porque fármacos trae.

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

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