Cruz Roja cienfueguera en dos tiempos…, en todos los tiempos

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Lázaro Hernández Verdeja recuerda aquel día lluvioso de 2008 cuando en medio de los vientos del huracán Ike, recibieron por la radio el pedido de auxilio.

“Los vecinos llamaron. Era una persona de unos 45 años, paciente con tratamiento psiquiátrico que ante el estrés de las inundaciones, y las rachas de aquel ciclón, se automedicó. Había caído al suelo inconsciente, en un pasillo estrecho de una casa casi en ruinas. Lo estabilizamos con técnicas de reanimación y logramos sacarlo hacia la calle, en espera de que llegaran los paramédicos del SIUM. Lo salvamos”.

Esa es una de las experiencias más conmovedores para el joven de 25 años, una de las tantas desde que decidiera, a los 14 años, ingresar como voluntario a la Cruz Roja de Cienfuegos.

Porque desde hace 104 años, exactamente a partir de 16 de diciembre de 1912, cuando un grupo de cienfuegueros ilustres fundaron la Cruz Roja en esta parte del país, cientos de familias transmiten a su descendencia más que su código genético, tradición, altruismo, humanidad.

Estructuras colapsadas, espacios confinados, accidentes vehiculares, planos verticales, rescate subacuático en superficie, son las destrezas del Grupo Especial de Operaciones y Socorro que Lázaro dirige. /Foto: de la autora
Lázaro Hernández Verdeja

“Mi mamá es secretaria general de la Cruz Roja; abuela fue durante 35 años, funcionaria de esta organización donde se jubiló. Ellas me crearon esa vocación, incluso mi esposa es actualmente la jefa de Operaciones en el territorio”.

Al licenciarse de las Tropas Especiales de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), decidió dedicarse por completo a esa sociedad, tomando el mando del Grupo Especial de Operaciones y Socorro (GEOS) en la provincia.

Estructuras colapsadas, espacios confinados, accidentes vehiculares, planos verticales, rescate subacuático en superficie, son las destrezas de ocho hombres y mujeres entrenados por la Cruz Roja Noruega en búsqueda y rescate urbano, y acreditados para misiones internacionales en 2015.

Y aunque prefiere olvidar cada contingencia donde la muerte le puso zancadillas, recuerda aquellas en que logró vencerla: “estando de servicio como apoyo al verano en las playas, rescatamos a una señora alcanzada por una descarga eléctrica, y aplicando maniobras de reanimación la llevamos hasta el hospital; fue una lucha durante kilómetros, pero la entregamos viva; o cuando evacuamos a una pareja de turistas y el chofer, luego de que su auto se despeñara por la loma de Rancho Luna. Fue muy gratificante rescatarlos”.

SEIS DÉCADAS PROTEGIENDO VIDAS

El altruismo define también a Milagros Pérez Morejón. Hace 61 años esa cualidad la llevó a ingresar a la Cruz Roja.

“Tenía 17 años, había terminado la secundaria básica y me adiestraba como aprendiz en varias farmacias. Pero siempre tenía esa necesidad de ayudar: auxiliaba a quien se caía, lo curaba, tranquilizaba al que tenía un dolor, era innato en mí. Tenía vocación de servir, y la Cruz Roja me dio la oportunidad”.

Tras su jornada semanal en los dispensarios, pasó sábados y domingos en el cuerpo de guardia del Hospital General. Aprendió a canalizar venas, a suturar, a consolar. En los años 60 visitaba a las embarazadas, les recomendaba cómo nutrirse mejor, examinaba sus condiciones de vida, prevenía sus riesgos. Luego vendrían años de apoyo en las movilizaciones, marchas, campañas, y cada verano entregar generosamente su tiempo en las zonas de baño velando por la seguridad del disfrute de los cienfuegueros.

Lo más difícil estaba por venir.

“Con 17 años entré a la Cruz Roja. Tengo 78 y no la he abandonado”, nos dice Milagros Pérez Morejón. /Foto: de la autora
“Con 17 años entré a la Cruz Roja. Tengo 78 y no la he abandonado”, nos dice Milagros Pérez Morejón. /Foto: de la autora

“Diecisiete días pasamos en tiendas de campaña junto al río. En San Lázaro las lluvias de 1988 dejaron a decenas de familias sin hogar, sin techos a cientos, a miles sin ningún bien. Nosotros rescatamos a muchos que no querían abandonar sus casas, los convencimos”.

Con el agua a la cintura, los voluntarios de la Cruz Roja pusieron en riesgo sus vidas por las de otros. Y al caer la noche, Milagros no descansaba como los demás, sino que “se subía a la mesa de curaciones” porque la mujer capaz de desafiar la fuerza de las corrientes para arrancarle una vida, “tenía, tengo pánico de los cangrejos”. Ríe.

Cuenta 78 años y una vitalidad increíble para una anciana. Suele vérsele en cada contingencia o escaramuza del tiempo, en cada ejercicio popular.

Lázaro, es uno de los 30 cubanos, que integran el Grupo de Respuesta ante Desastres, de la Sociedad Nacional de la Cruz Roja. Estuvo presto para marchar a Ecuador cuando el terremoto del pasado 16 de abril, con un registro de 7,8 grados en la escala Richter, asoló varias parroquias en la provincia de Manabí. Y sigue entrenándose para las contingencias por venir, sismos y sobreelevaciones del mar.

Milagros continúa impartiendo preparación a brigadas de primeros auxilios en comunidades vulnerables, ofrece charlas; visita con frecuencia la sede de la Cruz Roja cienfueguera, “no es que desee que ocurra nada”, pero quiere que la tengan presente para entregarse al principio fundacional de la Cruz Roja más de un siglo atrás: “Al servicio de la comunidad”.

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