Crónicas de vuelo

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Carlos Antonio Parets trabajó durante más de cuatro décadas en el sector de la aviación civil. Prácticamente pasó por todos los cargos técnicos que tiene el hoy Aeropuerto Internacional Jaime González. “Comencé como representante de Tráfico y Reservaciones, oficial de Operaciones Aeronáuticas y por último, pasé el curso de controlador de Tránsito Aéreo, puesto donde me desenvolví durante treinta y tantos años y, en 2011 me jubilé”.

Desde la distancia, los ecos del ayer resuenan con igual o mayor fuerza en el corazón de este hombre de 77 años.

HISTORIAS DE VALOR Y SANGRE

Imagino que usted tenga sentimientos muy fuertes hacia el Aeropuerto.

“Muy fuertes. La muerte del compañero Naranjo…”.

¿Quién era Naranjo?

“Un héroe del cual se habla mucho menos de lo que se debiera. En el año ’71, dos hombres trataron de secuestrar un avión que venía de La Habana hasta Cienfuegos, donde viajaban Reinaldo Naranjo Leyva —mi compañero de trabajo— y el difunto teniente José Fernández Santos, jefe de los escoltas, quienes se enfrentaron a los criminales. En la lucha, los secuestradores lanzaron una granada. Naranjo la tomó en sus manos y salió corriendo hasta el fondo del avión. Se tiró en el piso con la granada en el vientre y explotó. ¡Explotó para salvar la nave y sus pasajeros!”.

Muchas historias cuenta Parets. Historias de vuelos, heroicidades y finales trágicos. Historias de un tiempo en el que “te montabas en un avión y no sabías si regresabas vivo o no”. Historias como las del piloto Fernando Álvarez Pérez.

“Aquello fue un acto monstruoso. Dio lugar a que la alta dirección del gobierno decidiera hacer una investigación de todos y cada uno de los trabajadores de la aviación. Quien no estuviera totalmente integrado, sería separado del sector. Aquí en Cienfuegos, éramos 23 trabajadores, de los cuales solo quedamos cinco. Hubo que ir supliendo poco a poco esas bajas con otros compañeros.

Eso pasó después del hecho…, ¿y el suceso cuál fue?

“¿Te lo cuento? (Le respondo que sí). Ocurrió el 27 de marzo de 1966. El avión era un IL-18, que volaba de Santiago de Cuba a La Habana. Cuando venía a nivel de Isabela de Sagua, el ingeniero de vuelo, Ángel María Betancourt Cueto, se dirigió a la cabina bajo el pretexto de revisar los equipos de radio, los cuales, según él, estaban presentando fallas. En ese lugar siempre volaba un miembro de la Seguridad y ese día estaba Edor Reyes, el Chino, un tipo muy alegre y jaranero.

“Ángel sorprendió por la espalda al Chino con una llave de mecánico que había escondido dentro de los equipos. Le fracturó el cráneo, le quitó la pistola y, con una frialdad tremenda, le metió un tiro. Entonces le dijo a Fernando Álvarez, el piloto: ‘¡Pa’l norte, pa’ Miami! Si no, te hago lo mismo a ti’. Fernando le comunicó que tenía que avisar y, valiéndose del inglés, lengua que Betancourt no dominaba, avisó a La Habana que tenía problemas políticos a bordo, que había ocurrido un asesinato y lo estaban obligando a ir hacia Estados Unidos.

“En la capital le contestaron que condujera el avión hasta que el traidor pudiera ver las costas de Miami, pero que después regresara a Cuba, que iban a apagar las luces de la Región Occidental para confundirlo y capturarlo. Todo transcurrió según los planes, hasta que Betancourt se dio cuenta del engaño y acabó con la vida del piloto e hirió gravemente al copiloto, Evans Rosales, quien a duras penas logró aterrizar la nave. Al criminal lo encontraron en el convento de San Francisco de Asís, protegido por curas. Ese fue uno de los episodios más tristes que ha tenido nuestra aviación”.

Respira. Le cuesta, después de tantas jornadas, desempolvar memorias, revivir el dolor. Conocía muy bien a los protagonistas de sus testimonios.

DEBER

Con respecto a su desempeño como controlador aéreo, le pregunto si no temió a que le sucediera igual que a los choferes expertos, quienes, en ocasiones, por exceso de confianza suelen ser más propensos a cometer errores.
“Siempre fui muy cuidadoso en cada oportunidad, porque estaba consciente de la responsabilidad que recaía sobre mis hombros. En esta profesión el margen de error debe ser mínimo, cero. Durante 50 años de trabajo pude irme con la satisfacción de no tener ningún incidente imputable a mi persona”.

¿Qué consecuencias pudo haber traído una equivocación?

“El choque de dos aviones, en el aire o en tierra”.

Me imagino la seguridad que se respiraba cuando usted estaba en la torre.

“Bueno, generalmente me seleccionaban para recibir delegaciones de mandatarios extranjeros, que venían acompañados por el Comandante en Jefe Fidel Castro. De esa manera, vi aterrizar a Erich Honecker, presidente de la República Democrática de Alemania; Forbes Burnham, de Guyana; Luis Echeverría, de México; Pierre Trudeau, Primer Ministro de Canadá, y muchos más”.

¿De joven tenía otras pretensiones?

“Yo quería ser técnico de radio, montar un taller particular y dedicarme a arreglar los equipos que me trajeran. Lo otro me cayó del cielo. En los años ’67 y ’68, ante la necesidad de la incorporación de la mujer al trabajo, se hizo un llamado donde se informó que todo aquel hombre con un cargo que pudiera ser ocupado por una mujer y, voluntariamente, lo cediera, sería reubicado. Llené mi planilla, la cual fue a dar a la dirección de mi empresa. El jefe de personal de Cubana de Aviación, en vuelo donde vino a nuestra provincia, me dijo: ‘Has tenido una buena actitud. Orlando González —el director— te manda saludos y felicita. Pero resulta que no queremos perderte. Por ello, te vamos a proponer un curso de controlador aéreo, en La Habana, con posibilidad de que vengas en avión cada vez que tengas necesidad’. Acepté y me fui”.

Cienfuegos destaca por su tradición de aviadores. Entre ellos, el propio Jaime González, protagonista del espectacular raid Cienfuegos-La Habana, en el año 1914. Sin embargo, aunque Carlos se desenvolvió en tierra firme durante sus casi 50 años de vida laboral, nunca soñó con trabajar en los cielos.

“En primer lugar, el fatalismo geográfico influye mucho. Los tripulantes de Cubana de Aviación deben ser de la capital o tener un lugar donde residir allí. Ciertamente, nunca me motivó mucho la idea de pasar a piloto. La instrucción que se recibe, desde el punto de vista técnico, en un curso de Control de Tránsito Aéreo, equipara en mucho los conocimientos del aeronauta”.

Tranquiliza el saber que existan personas consagradas como usted.

“Uno encauza su vida desde joven. Si volviera a nacer, de seguro sería lo que fui”.

Parets nació el 31 de octubre de 1940 en Cienfuegos. / Foto: Cortesía del entrevistado.

*Estudiante de Periodismo

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Miguel Ángel Castiñeira García

Estudiante de Periodismo de la UCLV

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