Crítica de arte: Es uno, no es-trés

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Sobrexistimos en una realidad henchida de estresores, que constantemente inducen a pensar en situaciones amenazantes, para las cuales no solemos tener dispositivos de resguardo. Los efectos han sido enunciados por las ciencias médicas; sin embargo, las sociedades modernas no han logrado disgregar los trastornos de ansiedad, las tensiones y toda suerte de síntomas psico-fisiológicos.

El hacedor Edgar González Era (1971), legatario de una estirpe de pintores asentados en Cienfuegos a inicios de la década de 1910, tiene conciencia de que la creación artística posee la capacidad de inducir a otros estados tomando como matriz la subjetividad y los recursos de la imaginería. A fin de cuentas, “el arte establece su propia regla” (Schiller), es la “acción, la vida” (Beuys), y su alquimia es mucho más vigorosa que la que ofrecen los métodos científicos. Nada como los textos visuales para demoler estas reacciones de nuestro organismo.

La muestra Es uno, no es-trés acaso valida esa capacidad sanatoria y nos coloca ante la posibilidad de desatender los entornos agresivos para ajustarnos a una dimensión fictiva, de motivaciones estéticas o fabulatorias.

Con esta voluntad de transgredir las hormas y difuminar los estresores, el sureño propone su sistema de obras semiabstractas, que aúna en un universo de marinas, juegos, bodegones, maternidades, sensuales mujeres ocultas en las formas y colores (con o sin sombrillas), bocetos de escenarios posibles… todo lo cual sumerge en la mar de los influjos cubistas, con la ausente perspectiva tradicional, los delineados geométricos, juegos de apariencias tempo-espaciales, la multiplicidad de los puntos de vista, etc., aunque en su caso elige cromas exaltadas, convencido de que los colores vivaces generan en el cerebro humano ondas expansivas que difuminan las depresiones y recelos.

Edgar, defiende la idea de que el hombre es capaz de autocontrolarse y convida a los públicos a desmontar los signos que subyacen en sus fabulas visuales; inclusive a convertirse en coautores, toda vez que accedan a intervenir el salón y abrigar espontáneamente los espacios en blanco de los lienzos previstos, como una suerte de bacanal de los sentidos. A todas luces, se trata de que uno no sea inmolado por el es-trés.

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Jorge Luis Urra Maqueira

Crítico de arte. Miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

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