Crímenes

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Desde 2018, y a propuesta del presidente Evo Morales, del también boliviano diario Cambio, de intelectuales comprometidos de Argentina y de líderes sociales de la región, el 9 de agosto fue proclamado como Día Internacional de los Crímenes de Estados Unidos contra la Humanidad, una campaña a la cual ya se han adherido numerosas personalidades del planeta, con el fin de internacionalizarla, ante el silencio de los poderes corporativos mediáticos.

El científico social argentino Atilio Borón, entre los intelectuales gestores que con más vehemencia ha defendido la iniciativa, consideró en uno de sus textos sobre el tema que “ahora queda por delante internacionalizar en todos los continentes esta fecha para otorgar una herramienta de reflexión a la sociedad global sobre el rol lesivo y la vocación supremacista que ejerce EE.UU.”.

Y añadió a continuación: “Gracias a las redes sociales y a la prensa comprometida e independiente, sabemos que será posible realizar esta labor, que no solo es conmemorativa, sino también educativa en la búsqueda de una conciencia crítica a los males de este mundo”.

La selección del referido Día el 9 de agosto por supuesto, se sustenta en que fue la fecha de la segunda bomba atómica lanzada por el imperialismo norteamericano contra ciudades japoneses: la de Nagasaki. Habían transcurrido solamente unas 72 horas del genocidio nuclear de Hiroshima. Ambas ciudades fueron objeto de la devastación.

Se estima que en Hiroshima la bomba mató a más de 120 mil personas, de una población de 450 mil habitantes. Y causó 70 mil heridos.

En Nagasaki, el número de víctimas provocado directamente por la explosión fue de 50 mil, con saldo de 30 mil heridos, de una población de 195 mil habitantes. A estas víctimas precisan sumarse las ocasionadas por los efectos de la radiación nuclear, en el tiempo.

El bombardeo atómico contra civiles en ambas urbes niponas constituye más atroz, bárbaro e injustificado de los crímenes registrado en los anales de la humanidad. Estados Unidos guarda la deshonra indeleble de ser el único país del mundo en haber empleado el poder nuclear contra una población civil.

Los gobiernos de ese país son los causantes del mayor número de desgracias a nuestra especie, desde la misma fundación del país en el siglo XVIII, a partir de cuándo comenzó un cruento, fulminante e indetenible proceso de expansión, el cual ha incluido anexiones forzadas, compras de territorios, injerencias, invasiones, terrorismo, bloqueo y los peores actos de hostilidad perpetrados por bandera alguna nunca.

A los gobiernos norteamericanos, México le debe la pérdida de la mitad de su espacio geográfico natural; Cuba la intromisión en una guerra que tenía ganada y la entrega de la pelota colonial de Madrid a Washington; casi todo el Cono Sur el asesinato de miles de sus hijos más valerosos en virtud de la Operación Cóndor y su estela de dictaduras militares. Los vietnamitas, la pérdida de millones de nacionales y la destrucción de su país…

La lista de agresiones bélicas del imperio norteamericano resulta muy extensa y, lamentablemente, en proceso de construcción: Corea, China, Guatemala, Indonesia, Cuba, Congo, Laos, Viet Nam, Cambodia, Granada, Líbano, Libia, El Salvador, Nicaragua, Irán, Panamá, Irak, Kuwait, Somalia, Bosnia, Afganistán, Yugoslavia, Yemen, Pakistán, Somalia, Siria. Varios se repiten. La inmensa mayoría, naciones del Tercer Mundo, musulmanas, latinas, negras.

Por tanto, le asiste toda la razón del universo a la Declaración Mundial contra los Crímenes de la Humanidad, promovida por el Frente Antiimperialista Internacionalista, al consignar que “para su subsistencia, las generaciones futuras deberán comprender y luego actuar políticamente para poner fin a la filosofía necrófila, militarista e imperialista que EE.UU. aplica con sus crímenes internacionales, incluidos los graves delitos ecológicos que perpetra para su exclusivo beneficio económico y el de su empresas trasnacionales diseminadas en todo el mundo, dilatando, además, la firma de protocolos internacionales y malogrando acuerdos para la defensa ecológica y la reducción de contaminaciones. Que las guerras preventivas, las torturas programadas y la persecución de opositores junto a la devastación de ecosistemas en todo el planeta impuesta por una filosofía del lucro infinito, deben cesar. Y para que ello ocurra, los pueblos del mundo tienen el imperativo de responder a la destrucción sistemática que impone la política exterior de Washington”.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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