Crimen de Barbados: ni el tiempo olvida

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Barbados es una herida en el cielo, gemido persistente del océano batiéndose entre olas de dolor. Aquel atentado contra el avión de Cubana en pleno vuelo, el 6 de octubre de 1976, significó la muerte de las 73 personas a bordo y uno de los episodios más tristes en el transcurso del proceso revolucionario. No importa si fue hace 40 años, es tan intensa la angustia, que ni el tiempo olvida.

“Tenemos una explosión a bordo, estamos descendiendo inmediatamente. (…) Tenemos fuego a bordo”, indicó Wilfredo Pérez, comandante del CU-455, a la torre de control del aeropuerto Seawell, con el propósito de retornar allí lo antes posible.

Pero el segundo estallido apenas dio margen al desespero del copiloto, quien le advertía a su jefe: “Pégate al agua, Felo, pégate al agua”, mientras la nave caía al mar, cerca de la playa Paraíso y a la vista de los barbadenses. Del hecho resultaron víctimas 57 cubanos, once guyaneses y cinco coreanos, incluido el equipo juvenil de esgrima, medallista de oro en el torneo centroamericano de ese deporte, efectuado en Caracas, Venezuela. Para los cienfuegueros representó la pérdida de Miriam Remedios de la Peña (aeromoza, radicada en La Habana) y Eusebio Sánchez Domínguez (sobrecargo internacional).

Tras varias jornadas en la búsqueda de los cuerpos, el 15 de octubre aconteció el sepelio en la Plaza de la Revolución, con la participación de más de un millón de cubanos.

“Conmovidos, luctuosos, indignados, nos reunimos hoy (…) para despedir, aunque solo sea casi simbólicamente, los restos de nuestros hermanos asesinados en el brutal acto de terrorismo. (…) La mayor parte de los restos yacen en las profundidades abismales del océano, sin que la tragedia haya dejado a los familiares allegados ni aun el consuelo de sus cadáveres. Solo los restos mortales de ocho cubanos han podido ser recuperados. Ellos se convierten así en símbolo de todos los caídos, el único resto material al que daremos sepultura en nuestra tierra…”, expresó Fidel en el inicio de su histórica alocución al pueblo.

Ya para esa fecha se encontraron culpables a los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo, quienes confesaron cumplir órdenes de los cubanos Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, vinculados a la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Incluso, un documento de 1976, desclasificado por el Departamento de Estado norteamericano en 2015, señaló a Posada Carriles como el autor más probable del acto terrorista, pese a negar el papel de esa institución en dicho acontecimiento.

No por gusto Fidel apuntaba: “…en Venezuela existe un grupo de connotados elementos contrarrevolucionarios cubanos, con cierto acceso a determinadas esferas políticas, que están implicados en los planes imperialistas de terrorismo contra nuestra patria (…) es muy difícil que algunos de ellos no hayan tenido que ver con los hechos”.

Sin embargo, el prolongado y arbitrario proceso judicial dejó impune a los principales autores del crimen, desconociendo la aflicción de un pueblo que, cada 6 de octubre, rememora la muerte inesperada de sus hijos, a la espera de que la justicia obre algún día. Tampoco el tiempo olvida esa deuda.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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