Covadonga y el aroma grato a caña recién cortada

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En el mes de mayo de 2018, bajo el imperativo de sorprender con una visita a una amiga nuestra, nos lanzamos a una aventura real de aprendizaje por la geografía cienfueguera hasta el central azucarero Antonio Sánchez, más conocido por todos como Covadonga.

Separado de la cabecera municipal de Aguada de Pasajeros por cerca de 20 kilómetros por carretera, llegar no es tarea fácil, puesto que debemos tomar un desvío desde el pueblo de Real Campiña, ubicado más céntrico. Desgraciadamente, es algo que caracteriza la transportación hacia los lugares que sufren “fatalismo geográfico”.

Sobre la marcha juzgamos que a Covadonga lo amas o lo detestas. A menudo la segunda opinión está dada por su lejanía, sin embargo, muchos lo aborrecen por la presencia allí de la pegajosa tierra colorada en todas partes. Pero el enclave, por fortuna, es mucho más que una comunidad polvorienta que se pierde en el horizonte.

En nuestro trayecto respiramos de manera grata el aroma a caña recién cortada, la imagen y el sonido sin par de las trilladoras de arroz y la portentosa maquinaria de la industria azucarera, que se ve como un castillo distante sobre un mar verde de hojas, acrecentado cuando está en plena faena productiva.

Aprendimos que su antiguo nombre refrenda a la santa patrona de la región de Asturias, en España, de donde procedía su fundador, Manuel Carreño Fernández, a partir de los albores de la etapa republicana en Cuba.

Foto de archivo (jaguabay.com)
Foto de archivo (jaguabay.com)

Según parece, el ajetreo azucarero allí data desde los años 1902 y 1906; convertida en comarca feraz para los sembrados, patentado por ese suelo que tanto la gente desprecia, rico en nutrientes y de fácil aprovechamiento. Hoy, es una industria que sigue en funcionamiento y sobrepasa las 10 mil 500 hectáreas dedicadas especialmente al cultivo de la caña para su conversión al preciado cristal dulzón.

Este es un motivo que nos cautiva, el cual es evocado por personas que ya no están o se hallan muy lejos del país en estos momentos. “En la década del ’50 viví durante una zafra en el central Covadonga, porque mi padre, Alejandro Castelló, fue uno de sus jefes de calderas (…) Todas las mañanas, él me paseaba por el batey y visitábamos a sus amistades (…) Su pequeña población, de gente muy cálida, mantenía un vínculo familiar con muchos de los que fuimos a vivir allá durante un período corto de tiempo; gente trabajadora y alegre.

“Muchas veces sueño con el olor a azúcar y guarapo que embadurnaba el ambiente y con su población, que en su mayoría ya no está, pero dejó sus descendientes, quienes perpetuaron la comunidad del vetusto central azucarero”. Así lo deja expresado Puppy Castelló en el portal digital D’Cubanos, donde se le dedica un breve recuento al actual “Antonio Sánchez”.

Y le otorgamos toda la razón a Castelló, pues mientras caminamos por sus aceras hasta llegar al consultorio donde estaba nuestra amiga, vivimos la estampa cotidiana de sus lugareños, quienes son hijos —aun sin saberlo— de un emporio azucarero que fue de suma importancia en el siglo XX para el desarrollo de la economía de la región central. Por supuesto, ello condicionado en buena medida por el impulso inversionista del capital norteamericano de la época, convirtiéndolo en una poderosa instalación con una moderna armazón de hierro y cubiertas de cinc, apreciable hoy a pesar del implacable paso del tiempo.

El vaivén constante y armonioso de las locomotoras y las decenas de vagones que siguen transportando cañas forman parte de la agitación habitual en aquella llanura. Muchos se quejan del fastidioso tizne, otros —como los niños— los celebran, como es lógico, en el juego sempiterno de su persecución hasta ver dónde los lleva el viento.

Al arribar por fin a la posta médica, casi en el límite del poblado, uno se percata de otro detalle relevante que define a aquel central perlasureño. La industria es la que más cerca está del perímetro oriental de la Ciénaga de Zapata, convirtiéndola en un punto clave y crítico para que las tropas enemigas que desembarcaron por Playa Girón el 17 de abril de 1961, quisieran a toda costa arrebatársela a su gente.

Memorable fue el aviso telefónico que se hizo desde allí por el lugareño Gonzalo Rodríguez Mantilla, alertando a Fidel sobre la situación de los invasores: “Le informé los pormenores cuando ratifiqué lo averiguado con mis mensajeros. Después le dije que habían salido ya un grupo de milicianos del central para atajar a esa gente antes de que se aproximaran más (…)”.

Nos guste o no el tour por Covadonga, o por cualquiera de los antiguos ingenios que poblaron la provincia de Cienfuegos, siempre habrá motivo para apreciar más sus terraplenes polvorientos o calles con fango rojizo. Mientras lo hacemos, quizás nos sorprendamos otra vez ante la idea de una fábrica de azúcar convertida de la noche a la mañana en frente de guerra; en trinchera defensiva por una loable causa.

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Delvis Toledo De la Cruz

Licenciado en Letras por la Facultad de Humanidades de la Universidad Central "Marta Abreu" de Las Villas en 2016.

4 Comentarios en “Covadonga y el aroma grato a caña recién cortada

    • el 27 septiembre, 2021 a las 12:24 pm
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      Gracias por su lectura.
      Saludos, Delvis.

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  • el 16 septiembre, 2021 a las 7:46 am
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    Delvis gracias por escribir sobre Covadonga, es el pueblo natal de mi familia materna y le tengo un amor especial. Hace 3 años q no voy pero no olvido porque alli pase todas mis vacaciones hasta q me gradue de la universidad y me encanta ir. Siempre leo tus artículos q son muy buenos además, a lo mejor ya no me recuerdas siempre andaba pegada con yedier. Saludos y sigue así.

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    • el 17 septiembre, 2021 a las 1:00 am
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      ¡Claro que sí, Lisset! ¡Claro que me acuerdo! Muchísimas gracias por tu lectura y apreciación.
      Covadonga me recuerda a los tiempos aquellos cuando aun molía mi querido y empolvado central Ramón Balboa, donde vivo. Yo era uno de esos chiquillos que le caía detrás a los tiznes voladores. Jjj
      Besos y saludos, Delvis.

      Respuesta

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