Control biológico, puntal de una agricultura sostenible en tiempos de coronavirus en Cienfuegos

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“Los peligros no han de verse cuando se les tiene encima, sino cuando se les puede ver”, tal máxima martiana se ha convertido en una suerte de tácita comunión doctrinal entre directivos, especialistas, técnicos y demás trabajadores del Departamento Provincial de Sanidad Vegetal (DPSV), en Cienfuegos.

“Ahora más que nunca el programa de lucha biológica deviene alternativa del control de plagas y enfermedades en los cultivos, componente esencial del manejo integrado por parte fincas y cualquier otra forma productiva, sobre todo cuando arrecia el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, con las consiguientes limitaciones para la importación de plaguicidas y otros productos químicos”, asegura Delvis Subit Lamí, director provincial de la institución, perteneciente a la Delegación de la Agricultura en el territorio.

Al decir del directivo estos son recursos que muchas veces tenemos a la mano, y no solo sustituyen importaciones, sino que son medios biológicos mucho menos agresivos al medio, al tiempo de efectivos para producir alimentos saludables para el organismo humano. “Está probado que viandas, como la yuca y la calabaza, pueden ser cultivadas y cosechadas con buenos rendimientos utilizando solamente medios naturales”.

Una buena parte de esos recursos son proporcionados por la inteligencia y dedicación de los trabajadores de los trece centros de reproducción de entomófagos y entomopatógenos (CREE). Gracias a la labor de esos colectivos, en Cienfuegos son atendidas once líneas de producción, las cuales cubren la demanda de las diferentes formas productivas, tanto del sector estatal como privado.

“Hay otras fuentes derivadas del Grupo Empresarial Labiofam, precisa Subit Lamí. El más popular entre los agricultores sureños resulta el Nicosave, un producto semindustrial elaborado en el CREE de Espartaco, a partir de polvo del tabaco, con la ventaja adicional de una amplia aplicación en cualquier tipo de cultivo agrícola”.

Sin embargo, el acervo de nuestra ascendencia guajira mucho le ha dejado a las generaciones actuales y futuras. De esa enseñanza empírica han llegado medidas alternativas como el uso del hidrato de cal, cuyas propiedades deshidratantes tienen un gran impacto en los patógenos que atacan a las plantas, además del efecto favorable sobre las células vegetales y la prevención.

O aquellas, cuya observación diaria, a fuerza de la costumbre, permite identificar hoy un total de 84 plantas con cualidades repelentes de nemátodos e insectos, o los fitoplaguicidas. Aunque el universo es muy amplio, no hay más que conversar con cualquier productor para que hable del uso de la cardona, maguey, y el árbol del nim, por mencionar algunas.

Y si le pides consejos, tienen a mano un manojo de anécdotas para convencerte que la mayoría de esas especies pueden emplearse en barreras vivas, como la de maíz. Y como si fuera poco, te ilustran con ejemplos los beneficios de esas prácticas por constituir refugios de biorreguladores, sobre todo en organopónicos y huertos intensivos inscriptos en el Programa de la Agricultura Urbana, suburbana y familiar.

No dejan de hablar, tampoco, de ácaros depredadores, utilizados ahora mismo para combatir el thrip de la flor del frijol, o la hormiga leona, “peleona”, como la llaman, para “fajarse” con el Tetuán.

Ciencia y técnica, pilar de la lucha biológica

“Nuestra principal fortaleza es el nivel de preparación de los especialistas y técnicos fitosanitarios de las unidades productivas, así como disponer de un fuerte movimiento de activismo, con programas dirigidos a la constante capacitación. Por otro lado, mantenemos vínculos muy estrechos con la Universidad de Cienfuegos y los centros de Labiofam. Tales condiciones constituyen pilares en nuestra labor preventiva y el manejo integrado; son instituciones que nos apoyan en nuevas líneas de investigación”, asegura el director del DPSV.

Gracias a la aplicación de la ciencia y la técnica cada vez son más los adeptos al uso de esos medios, mucho más asequibles y sin una dependencia del mercado externo.

Subit Lamí explica que si bien los biorreguladores pueden encontrarse en su hábitat, también lo logran con pies de cría de los CREE o en el Laboratorio Provincial de Sanidad Vegetal.

A propósito de ese afán investigativo, abstraída en su trabajo encontramos a la ingeniera agrónoma Perla María Sierra Ricabal, junto al insustituible y fiel microscopio. Allí las horas vuelan y ella indiferente a las horas, se le esfuma el tiempo en la pasión profesional de su vida: la Micología.

“Estamos trabajando con los aceites esenciales, específicamente el obtenido a partir de la hoja de la guayaba, tema de mi tesis de maestría. Esta nueva línea de investigación ha corroborado la propiedad antimicótica de ese producto en el tratamiento de las semillas de granos, como el frijol y el arroz, en buen número de los hongos que los afectan”, precisa la especialista de este campo del laboratorio.

Y no hay más que darle el pie, para que sus conocimiento fluyan cual manantial en defensa de proyectos y fundamentos teóricos sobre planes para demostrar la alta efectividad de otros aceites esenciales obtenidos de la caña santa, tomillo o el caisimón de anís.

“Con ellos no solo sustituimos los tratadores químicos de importación, por demás muy caros en el mercado internacional, sino que deviene una práctica natural saludable y menos contaminante”, fundamenta la persistente investigadora, consciente de la prédica martiana que los acompaña siempre en lograr con esa lucha biológica una agricultura sostenible en favor de la alimentación del pueblo en tiempos de coronavirus.

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