¿Cola?, ¡la cola!

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Cuando se hace una búsqueda respecto a la palabra cola, todas coinciden en que se refiere a la extremidad posterior del cuerpo de algunos animales vertebrados, como la de los mamíferos y reptiles. En algunas especies es utilizada para colgarse o guardar el equilibrio. Otras hacen referencia al largo de algunos vestidos, sobre todo a los de novia y llega a afirmarse que tiene una hermosa cola”.

Pero leyendo y leyendo encontré una acepción que me remitió al tema que quiero aludir en mi comentario: “(…) También se conoce como cola a una larga hilera de personas que aguardan su turno para ser atendidas (…)”. Y he ahí el controvertido punto. Cuando hablamos de esa cola pensamos, en efecto, en una hilera organizada, coherente, donde cada quien debe saber qué lugar ocupa; sin embargo en nuestra realidad de hoy ya no abunda tal formación.

En no pocas oportunidades, los cubanos optamos por el tumulto, y no falta quien se desentiende del asunto y con su actitud contribuye a que todo se complique más.

Si por casualidad se trata de una cola para adquirir productos muy solicitados cuya cantidad genera dudas por no cubrir las expectativas de la demanda, entonces sí que se forma el desorden.

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Y me remito a tan solo unos años atrás cuando, casi como un ritual, desde los más chicos hasta los adultos no dejaban de hacer su colita en algún que otro lugar. No lo hago con nostalgia, sino tomándolo como referencia. Debemos mirarnos en ese espejo muy nuestro y revertir algunas actitudes que hoy pululan, y conste que no son únicamente los jóvenes los causantes del molote.

Si todo fluye mejor ordenadamente, ¿por qué entonces optamos por el barullo?

En un comentario anterior hice referencia a lo sucedido el primer día de venta de los uniformes escolares en la tienda El Lince, de la ciudad de Cienfuegos, donde, en los momentos iniciales del expendio primó el desorden y la aglomeración dejando una imagen desvirtuada de lo que somos.

Pero créanme que no es el último ni el único ejemplo.

La cola, por más que no queramos, está ligada a nuestras vidas. Lo mismo en un centro hospitalario que en la bodega; siempre que haya más de una persona habrá que, por lógica y necesaria organización, pedir el último, y, en consecuencia, “darle cola” al que llegue detrás.

Va siendo tiempo ya de que recuperemos el arte de hacer colas, con orden, con decencia.

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Tay Beatriz Toscano Jerez

Periodista.

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