Cine surcoreano: el embrujo de Chungmuro (II Parte)

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Si se compara con lo manejado por las majors yankis, el presupuesto promedio de 2, 7 millones de dólares de los largometrajes surcoreanos (el 25 por ciento de ellos, con mucho menos de un millón y el 5 cercano a los diez e incluso más en determinados blockbusters) podría parecer de escaso monto; sin embargo está por encima de la media en el contexto asiático: incluidas las no despreciables industrias de China, Hong-Kong, Taiwán y Tailandia.

Hizo cuanto pudo también en impulsar el celuloide local ese notable realizador llamado Lee Chang-dong (Poesía, drama de 2010), quien dirigió el Ministerio de Cultura y Turismo durante una etapa. De valiosa incidencia devendría, en igual proyección, el surgimiento hacia 1996 del Festival Internacional de Cine de Pusán. Dicha cita se convirtió en otra ventana promocional al exterior para una filmografía que concitaría respeto en Cannes, Berlín, Venecia o San Sebastián, los festivales cimeros de clase A, donde se granjeara numerosos reconocimientos dentro de las categorías de mejor filme, dirección y guion. A recordar, entre otros, la Palma de Oro de Cannes 2002 para el director Im Kwon-taek por su Ebrio de mujeres y pintura, gran biopic del pintor Ohwon.

Mas el peso mayúsculo del auge es atribuible, por arriba de todo lo anterior, a la subvención estatal de proyectos fílmicos y a la articulación de programas de formación profesional destinados a beneficiar a esa hornada de jóvenes creadores en acción hoy día (algunos de los cuales estudiaron en la escuela de cine concebida durante el gobierno de Kim Young-sam): nada de lo cual hubiese sido posible sin la implantación de la ley de cuota de proyección de 146 días.

Concebida dicha ley de cuota en tanto resorte esencial de la política cinematográfica proteccionista, estuvo vigente a través de extensa franja temporal con esa auspiciosa presencia -inconcebible para el 95 por ciento de las naciones-, aunque quedó reducida a 73 jornadas para 2007, merced a las imposiciones de ese “amigo americano”, el cual pese al empujoncito monetario no duda en volar naves a conveniencia política o en mantener 30 000 soldados allí.

De entonces a acá el “fenómeno coreano” vio bajar el listón el listón en las grandes citas fílmicas del planeta, de equiparse con la etapa comprendida entre 2000-2006, cuando fue omnipresente en dichos circuitos; al tiempo que descendió la producción, cual se apuntase en párrafos anteriores. Ahora Hollywood tiene casi el mismo poder en el territorio que en cualquier sitio.

(Continuará…)

(Texto publicado originalmente en la revista El Caimán Barbudo)

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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