Cienfuegos, la Revolución de Fidel

Compartir en

Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 13 segundos

Pasear por Cienfuegos es como estar en la sala de tu propia casa, cuando se es un cienfueguero rellollo, después de verla florecer todos los días a raíz de los acontecimientos centenarios que nos la hizo más nuestra, el pasado 22 de abril, cuando cientos de coterráneos de aquí y de allá, se fundieron en un abrazo frente a una imponente alfombra floral o bajo una inmensa jagua, un árbol que da frutos, pero muy lejano a nuestro paladar de cubanos.

Cuando el deseo de disfrutar de la naturaleza, se apodera de los habitantes de la ciudad de Cienfuegos, aparece de inmediato la imagen de un sitio que es una oda al esparcimiento: el Malecón de Cienfuegos o como también pudiéramos llamarlo el Mirador del Sur.

Desde allí podemos disfrutar una de las mejores vistas de la bahía de Jagua, desde tierra firme con sus 900 metros lineales cual prolongación del Paseo del Prado, unión amplia, exclusiva y marinera con la bella zona de Punta Gorda, simbiosis natural de disfrute diario de los cienfuegueros.

Si nos sentamos sobre él, descubrimos toda o casi toda nuestra bahía, y un poco más, pues a lo lejos contemplamos un domo, al cual su lejanía nos lo pinta en gris, durante los días más claros. Este ha sido muy nuestro desde hace muchos años, los mismos años en que miles de cubanos volcaron sus mejores esfuerzos por hacer realidad la obra del siglo…, nuestra Central Electronuclear, y de repente se nos presenta de verde, en nuestra mente y ser, en su altura toda: Fidel.

La misma estatura histórica que emergió con gran lucidez, luego de la implosión de la patria de Lenin, la gran URSS, y con ella la paralización de la mayor inversión en la historia de la Revolución, llegando a venir personalmente a comunicárselo in situ, a hombres duros, duros, de manos callosas, pero firmes, quienes solo aceptaan una noticia tal por boca de aquel gigante, pues ningún dirigente vivo, salvo él, tenía la estatura moral para hacerlos llorar, como lloran los hombres, de recia figura como Emilio Pombroll después de la desgarradora noticia, y aun así alguien dijo ¿que debemos hacer…?, y de repente como un ciclón soplaron vientos hacia la industria sin chimeneas, pues él solía improvisar sus discursos pero no su pensamiento.

No obstante semejante mazazo, logró nuevamente lo que parecía imposible, sostener la supervivencia, la resistencia y la estabilidad de Cuba en medio de una adversidad sin precedentes. Encabezando los durísimos sacrificios del Periodo Especial y sosteniendo una persistencia y una tenacidad colectiva forjada al cabo de tres décadas de Revolución.

Décadas donde ideó para Cienfuegos un hospital de nuevo tipo, construido con el esfuerzo de los integrantes de la brigada dirigida por Juan Blay, quienes trabajaron sin descanso, para hacer realidad el alistamiento de sus 630 camas fowler proyectadas por el innovador Víctor Hugo Cuadrado; institución que a sugerencia de un cienfueguero de renombre como Carlos Rafael Rodríguez, la intituló Gustavo Aldereguia Lima eminente médico, revolucionario y artífice junto a otros de la salida de Mella por Cienfuegos, convertida desde marzo de 1979 en símbolo de la salud y la esperanza de los cienfuegueros.

Relacionado: Cienfuegos te dice “hasta siempre Fidel”

Una Escuela Formadora de Maestros a llamarse Conrado Benítez García, en honor a quien cayó en la zona de Las Tinajas, en las montañas de Pitajones, del municipio de Trinidad, para multiplicar un ejército de sayas y pantalones verdes, reflejados aún hoy en Gisela Castellón León, María Elena Cuéllar Cartaya, Serafina Pérez Lameiro, Lourdes Veloz y muchos más que, siendo muy niñas o muy niños, decidieron entregar su luz a la enseñanza, después de bajar de Topes de Collantes, insigne paraje de las montañas del Escambray donde tuvo su embrión la hoy Universidad Pedagógica.

O la Termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, institución que desde la inauguración en 1979, en su segunda etapa, posee una potente unidad generadora, “caballo” de batalla de nuestro Sistema Electroenergetico Nacional, respaldada por un colectivo capaz de la proeza de hacerse acreedor por 39 años de la Condición de Vanguardia Nacional, y contar entre sus trabajadores con hombres como Manuel Pérez Morales, quien fuera jefe de turno por 45 años, y aún hoy añora el día en que estrechó la diestra del gigante con la estrella de Comandante.

Otras instituciones también tuvieron el privilegio de sus visitas, dígase el antiguo central Covadonga, hoy Antonio Sánchez; la planta de prefabricados IMS; la Fábrica de Fertilizantes Nitrogenados; el Campamento Ismaelillo; la Fábrica de Cemento Karl Marx; las montañas del Escambray; el Hotel Pasacaballo; el hermoso poblado de pescadores conocido como Castillo de Jagua. En todas estuvo el talante del líder, que hace marchar la historia de la patria.

En todas estuvo presente la voz del pueblo coreando su nombre, ¡Fidel, Fidel!, sin cesar, una vez él llegara a dichos lugares, lugares que dejaron de verlo desde 2004, año de su última visita a Cienfuegos, dedicada al cumpleaños 25 de la inauguración del Hospital Clínico Quirúrgico Docente, Gustavo Aldereguía Lima, momentos soñados por Salvador Tamayo, Alfredo Espinosa o Pedro Orduñez, pues no contemplaban un cumpleaños sin Fidel, el mismo Fidel de la madrugada eterna.

Eterna madrugada aquella del fatídico 25 de noviembre de 2016, cuando dejó de estar entre nosotros, dejando a Cuba sin voz, paralizada, con lágrimas en los ojos, conviviendo la tristeza y el silencio con la esperanza, para aparecer espontánea en la voz de los jóvenes: ¡Yo soy Fidel!, coro de inmediato replicado por muchos, aquellos miles de agradecidos reunidos en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, después de una repetida pregunta del comandante sandinista Daniel Ortega: “¿Dónde está Fidel?, ¿dónde está Fidel?”.

Estamos aquí Comandante. Cuidando para siempre tu Revolución.

Visitas: 684

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *