Cienfuegos: el Malecón, Mirador del Sur (+Fotos)

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Cuando el deseo de disfrutar de la naturaleza y el deporte, se apodera de los habitantes de la ciudad de Cienfuegos, aparece de inmediato la imagen de un sitio que es oda al esparcimiento: el Malecón de Cienfuegos, o como también pudiéramos llamarlo, el Mirador del Sur.

Es justo el Malecón desde donde se disfruta de una de las mejores vistas de la bahía de Jagua. Con sus 900 metros lineales, cual prolongación del Paseo del Prado, es unión amplia, exclusiva y marinera con la bella zona de Punta Gorda, simbiosis natural de disfrute diario de los cienfuegueros.

Por decisión refrendada en marzo de 1903, en sesión matutina del Ayuntamiento donde se conoció la aprobación del senador José de J. de Monteagudo y el representante Dr. Martínez Ortiz de 25 mil pesos para ejecutarla, la obra fue entregada a la ciudad dos años más tarde, el martes 14 de noviembre de 1905, perfectamente iluminado por lámparas de gas.

Con 114 años de historia recién cumplidos, la más reciente remodelación data de las fechas anteriores a los festejos del pasado 22 de abril, cuando la ciudad cumplió los 200 años de fundada por manos francesas lideradas por Don Luis De Clouet.

En ese lapso de algo más de un siglo, el Malecón ha sido objeto de varias labores de restauración, unas por los cambios ocurridos en su entorno inmediato de la actual Plaza de la Ciudad, otros para restañar los daños en las distintas temporadas ciclónicas, pues es, sin lugar a dudas, uno de los sitios más afectados durante esos eventos climatológicos.

Balcón de la noche

Sin embargo, cuando reina la calma, se convierte en uno de los más apreciados pulmones de Cienfuegos, sencillamente un lugar sano para el disfrute de los más exigentes, sitio de reunión nocturna de jóvenes y familias de la colindancia que acuden a él en busca de la brisa cuando aprieta la canícula.

Es el Malecón de Cienfuegos un área ubicada en la exclusiva zona de Punta Gorda, flanqueada por dos fluidas avenidas, en su ir y venir, que acompañan cual tridente a sus próximas y amplias aceras adornadas con cocoteros, símbolos caribeños por excelencia perfectamente ubicados a intervalos equidistantes.

Pero es el extenso muro de esta larga alameda denominada malecón, el que garantiza a quienes lo visiten, poder sentirse relajados, seguros, al disfrutar sus excelentes condiciones para ejercitar los cuerpos una vez se ha trotado, corrido o sencillamente caminado toda su extensión de casi un kilómetro.

Cientos de personas la visitan a diario, sobre todo en el horario nocturno, pero la explosión de afluencia ocurre los fines de semanas, cuando los jóvenes ocupan cada centímetro de sus espacios mientras comparten algún traguito, refrescos, o sencillamente disfrutan de la música que cada uno lleva en sus sonoras “cajitas”, a modo de maletín o simples bocinas. Entonces el apacible lugar es convertido en escenario junto al mar del más variopinto y sonoro caos ¿melódico?

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El Malecón, espacio citadino a cuya vera los más “viejos” recuerdan el playazo popularmente llamado Los Amarillos, pues ese era el color de la tierra que por momentos emergía, en un sitio dominado por marismas y lagunas pobladas por el macío, extensión a donde solo se iba a jugar pelota y empinar papalotes, y en la que alguna vez intrépidos probaron a realizar despegues y aterrizajes durante los primeros vuelos aéreos sobre Cienfuegos, o montó su carpa de ocasión alguno de los circos y ferias itinerantes.

Ruta frecuente de quienes decidían llegar hasta la playita de Los Pinitos para refrescarse con un un chapuzón en aguas no tan contaminadas como las de ahora, y a las que debiéramos devolver su pureza si entre todos nos lo proponemos como empeño y meta de aquellos que sienten, como cienfuegueros, el orgullo de vivir y disfrutar en la Perla de Cuba.

El Malecón, un lugar sin rentas, donde la naturaleza nos devuelve el sosiego en atardeceres inigualables o en noches de estrellas y luna reflejada sobre el agua. Cuidémoslo.

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