Cienfuegos, el apellido de la “Aragón”

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Finalizaba la década de los años 30 del pasado siglo y un humilde músico cienfueguero se afanaba en formar una orquesta. El miembro del Partido Socialista Popular, Orestes Aragón Cantero, contaba con el flautista Efraín Loyola para sus planes, ambos ya habían hecho la “Rítmica del ’39”, por allá por la CMHK, la emisora de Cruces.

Eran tiempos difíciles, la época pseudorrepublicana imponía sus rigores sociopolíticos y en el plano cultural las jazz band norteamericanas pugnaban por relegar los grupos soneros del territorio nacional.

Pero los destacados músicos cienfuegueros no cejaron en su empeño. Aglutinaron al pianista Rufino Roque, el timbalero Orestes Varona, el primer violín Filiberto Depestre, el segundo violín Hilario Candelario González, el cantante Pablo Romay y Noelio Morejón en el güiro.

A finales de septiembre de 1939 comenzaron los ensayos y el 30 de ese mes, la emisora CMHJ, de Cienfuegos dio a conocer al público sureño los primeros números de la “Rítmica Aragón”. Luego el 9 de octubre amenizaron el primer baile en la casa de Ramón Rodríguez, en la calle de Línea, esquina a Cristina, en Pueblo Nuevo.

Surgía así una agrupación que llevaría el nombre de la Perla del Sur a los mejores escenarios del mundo.

Para mayor orgullo, una historia permeada de cubanía escribieron los aragones en las páginas de nuestro acervo musical, rasgo que no se quedó en lo externo, pasó a sus raíces, pues el maestro Aragón supo impregnar su espíritu democrático y humanista a esta orquesta.

Disciplina, rigor profesional y distribución equitativa de las ganancias fue la impronta que legó Aragón al colectivo y que supo enaltecer su sucesor Rafael Lay.

En 1948 una afección pulmonar limitó al director fundador y la orquesta pasó a manos de Lay, quien con apenas trece años había debutado en la agrupación que luego él mismo llevaría al pináculo de la fama internacional.

Ese año marcó una segunda etapa en la vida de la orquesta. Surgía el cha cha chá y Lay pidió ayuda a Jorrín; sólo bastó una petición para que le copiara 35 números, y ese impulso y la ayuda de un lajero que ya estaba en La Habana, el gran Benny Moré, fueron decisivos para irrumpir en la capital.

Contratos en la radio y la grabación de un disco en la RCA Víctor abrieron el camino para el establecimiento definitivo de la Aragón en la capital en 1955.

Desde entonces ha paseado su música por América, Europa, Asia y África, y recibido numerosos reconocimientos, entre los que se destaca la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Raúl Gómez García y la Orden Félix Varela.

En 1982 el maestro Lay perdió la vida en un trágico accidente y la dirección de la orquesta recayó en el afamado flautista Richard Egües, hasta que en 1983 la asumió Rafael Lay Bravo, hijo del ilustre músico.

Hasta nuestros días se mantiene la orquesta. Hacer bailar a tres generaciones de cubanos no ha significado cambios notables en el estilo de la Aragón, que aún conserva una sonoridad típica; nuestros aires, nuestros ritmos, esa alegría y ese color tan propios siempre han estado en esa exploración de sonidos que saben a puerto, romería, olor de batey o concentración popular.

Nunca se ha hablado de la Aragón sin mencionar su apelativo..”de Cienfuegos”, de ese sentido de pertenencia siempre seremos deudores. Como si la partícula “de” atribuyera el sentido de realeza de nuestros ancestros hispánicos, la “Aragón, de Cienfuegos” prestigia el patrimonio cultural cienfueguero y es representativa de nuestros sustanciales aportes a la música popular cubana.

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Dagmara Barbieri López

Periodista. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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