Cienfuegos: compartiendo con la historia viva

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Volvió por la misma calzada y entró nuevamente en la historia. “En Cienfuegos fue extraordinario, aquel hecho, porque es el único lugar donde fue todo el pueblo el que gritó abiertamente Viva Fidel, reconociendo quién era el líder…”, rememoró el Comandante Julio Camacho Aguilera, al volver al escenario de los hechos que liderara seis décadas atrás.

Invitado a conocer las obras, que a tres meses del aniversario de la gesta, devuelven al Distrito Naval del Sur, en Cayo Loco, no solo el azul original, sino también la relevancia en la historia nacional, el líder de la sublevación del 5 de septiembre de 1957 por el Movimiento 26 de Julio (M-26-7), recuerda.

“El camión que ustedes se empeñan en restaurar, llevaba una ametralladora calibre 30. Íbamos en él civiles y marinos, que sí, tenían un dominio mayor de las armas, y cuando comenzaron a disparar, los policías se aflojaron. Me parece estarlo viendo”.

Le acompaña su esposa, Gina Leiva, combatiente inseparable desde su juventud militante. Perseverante investigadora de aquella epopeya, le reconoce su compañero ante el grupo de representantes del Partido, la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, las Fuerzas Armadas Revolucionarias, constructores, empresas, historiadores, que apostaron por devolverle a Cienfuegos ese símbolo de ciudad rebelde.

Seguro de que rescatar el edificio es obra hecha, se interesa por cómo el Museo Histórico Naval, único de su tipo en Cuba, va a mostrar al público aquella proeza.

“Haremos una cronología, hora a hora, aproximándonos lo más posible a lo ocurrido, a través de secuencias de fotos”, le asegura Magda Chávez Sosa, directora provincial de Patrimonio. Pero no sólo nos remitiremos al hecho, sino a los antecedentes, a los 35 de Buenavista, la fundación de las células del ‘26’ en la clandestinidad.

“Reforzaremos la tesis del carácter popular del levantamiento armado, y el rol de las células del M-26-7 y del Partido Socialista Popular, confiriéndole al suceso su verdadera dimensión nacional, que respondió a la estrategia de Fidel de apoyar desde las ciudades la lucha en la Sierra Maestra”, agrega.

Gina puede contribuir con su exhaustivo rescate entre las entrevistas “más fieles, aquellas más cercanas a los hechos, que con el tiempo se van distorsionando, por la memoria, por influencias externas, y a veces no son las exactas”.

Orlando García, el presidente de la UNEAC, pone a su examen la obra, el libro que ha escrito junto a su “maestro”, el periodista Andrés García Suárez: “nunca hemos tenido prisa por publicarla; porque es más importante nuestra responsabilidad con la verdad”.

“Cuando se crean las células del Movimiento, los marineros se subordinan al 26, Santiago Ríos es el alma de ello en Cienfuegos, sentencia Camacho, y ese es un hecho al que no se le ha dado relevancia justa al escribir la historia”.

Habla entonces del número de compañeros que caen, de los 98 cienfuegueros que van presos a Santa Clara, del rol de José Gregorio Martínez, en el alzamiento del pueblo, de cómo todo es parte de una acción nacional que sigue hasta el triunfo, y más allá en la obra futura de la Revolución en el poder que podrá verse en las salas.

Lo visualizan allí, recordando, aprendiendo, entre anécdotas; el ruido de la sierra, el olor de las pinturas y el polvo del cemento; pero Camacho siente más: hay pólvora en el aire y tableteo de ametralladoras, y se grita ¡Viva Fidel!

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