Che, un hombre nuevo: Guevara hecho justicia en la pantalla

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Rayo de luz que fulguró en el siglo XX despidiendo brillo para la eternidad, héroe e ícono de varias generaciones de personas que defienden la idea de que otro mundo es posible, Ernesto Guevara subyugó a la pantalla desde siempre. Es un personaje hecho con la materia de los sueños del cine, la fibra y el nervio anhelados por los relatos de un arte que ha tenido en la epopeya, en la dimensión heroica de sus héroes, un afluente sanguíneo vital a través de su historia. A la filmografía mundial inspirada en la vida del Guerrillero Heroico la engrosa a la fecha extensa sucesión de obras de ficción y documentales. Si bien cuenta con notables aciertos, también guarda su antología de estrepitosos yerros, incluido alguno de factura nacional (Che, Miguel Torres, 1997).

Por fortuna, no es el caso de Che, un hombre nuevo (2009), largometraje documental del argentino Tristán Bauer, acreedor al Premio en su género en el Festival Internacional de Cine de Montreal. Todo lo contrario. Estamos frente a una obra esquiva a la típica alternancia de voces de entrevistados verificable en buena parte de los registros fílmicos tales, e interesada en conferirle preeminencia al hecho visual, cuya narración se establece desde las palabras e ideas del propio Che, según la definiera su creador. Desasida a fe abierta de la ya obsoleta pero aun en extremo reincidente estructura del documental reporteril de entrevista de plano y contraplano, y pertrechada tanto de una perspectiva indagatoria orbicular como de una posición cognoscitiva que sitúa al relato justo en la dimensión exegética pertinente, observa la trayectoria y evolución humana, psicológica, intelectual del guerrillero y pensador con un sentido de responsabilidad histórico/social e ideológico explícitamente definido.

El realizador no solo admira al Che ni se dedica por condición única a reproducir su cronología vital, sino que comprende el sentido de su lucha, su capacidad de renuncia a objetivos “normales” para el común de los hombres, a favor de un tránsito vital jalonado por la urgencia de la época y las convicciones de alguien dispuesto a predicar con el ejemplo su certeza del hombre nuevo y la revolución mundial de los pueblos oprimidos a través de la lucha armada. Enfatiza Tristán, sobre todo durante la recta final del metraje, en la marcada proyección antiimperialista del pensamiento guevariano y los conceptos suyos en torno a la capacidad de exterminio de dicho sistema. No soslaya tampoco el filme las divergencias del líder con ciertas aristas dogmáticas del modelo soviético, ni sus criterios sobre la burocracia dentro del socialismo.

Hay voluntad política y voluntad constructiva de discurso en la creación de Bauer -entre los cineastas suramericanos de más claro compromiso-, amén del plus de contar, a estas alturas todavía, con material inédito e interesantísimo sobre la figura histórica, para conformar a la larga un filme emotivo y riguroso alimentado por dichos hallazgos, en cuyo extenso metraje de más de dos horas sus fotogramas contienen diversos momentos de esos proclives a apretujar el pecho. Tristan verbalizó uno de ellos a La Jiribilla, al referirse a “un texto escrito en el Congo cuando se entera de la muerte de su madre donde hace una reflexión sobre la suya propia. En él dice algo así como ‘apareceré en el Life con una mirada fija, porque a la muerte se le teme’, y cuando uno lee esas palabras y ve que la revista Life publicó la foto con esa mirada descrita por él años antes hablando de su propia muerte, es algo tremendo”

Realizado a caballo de varias naciones de Latinoamérica tras un proceso de investigación extendido a doce años, matizado por toques de puertas constantes y el acceso a sitios hasta hoy vetados para cualquier director anterior —como los archivos militares de Bolivia—, entre los varios documentos inéditos con que Bauer trabaja figuran los dos últimos cuadernos del Che, escritos cerca de La Higuera, los cuales le fueron facilitados por el presidente Evo Morales. Además de originales de cámara sin editar proporcionados por el ICAIC —ente coproductor—, y fragmentos de películas de los viajes del guerrillero por Europa, África y el subcontinente.

Baza agregada de Che, un hombre nuevo la constituye su decisión de explorar línea íntima que le aporta timbres desconocidos a este tipo de materiales. Así, el realizador de Iluminados por el fuego, va con todo hacia lo hondo, hondísimo de Ernesto, desde cuando era Ernestito en Alta Gracia y ya apuntaba en lista los libros leídos (costumbre eterna), sus instantes alegres (no todos cuantos hubiera querido al contemplarlos en conjunto dentro de su vida), la relación materno filial en su densidad epistólica, disímiles escritos-actos de fe-declaratoria de intenciones pergeñados a lo largo de sus 39 años y su relación romántica con Aleida March: dedicatorias; poemas grabados para ella en su voz, escritos por Vallejo, Neruda y Villena.

El periódico argentino Página 12 reprodujo la crítica de Ginette Leroux, del diario L’Aut’Journal, de Montreal, a cuyo juicio se trata de una obra “única, excepcional y útil” que recupera “al ser humano, el pensador y al escritor” que vibró detrás del ícono. Pueden apostar por lo certero de la apreciación.

Varias décadas después de su muerte, el Che está bien vivo en la pantalla, la cual le está haciendo justicia, tras las aproximaciones del díptico fictivo de Steven Soderbergh y este espléndido documental de Tristán Bauer.

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Julio Martínez Molina

Licenciado en Periodismo por la Universidad de La Habana. Periodista del diario 5 de Septiembre y crítico audiovisual. Miembro de la UPEC, la UNEAC, la FIPRESCI y la Asociación Cubana de la Crítica Cinematográfica

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