Centenario del Club Cienfuegos: la historia del chino Li

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Dice que tiene fama de chino, viejo y peleón, pero eso solo sirve para despistar. Primero fue polista, luego estudió construcción civil de centrales técnicas y nucleares en la antigua Unión Soviética y trabajó en la armazón arquitectónica de la Refinería de Cienfuegos. Todo eso y más debió pasar antes de que Carlos de la Teja Li se hiciera célebre en el Club Cienfuegos.

Al chino Li, como le llaman en el mundo de la coctelería en Cuba, el año 2000 le cambió la vida; de auditor graduado en la Universidad de La Habana a estudiante de la escuela de Hotelería y Turismo; de universitario a obrero contratado.

“Tuve que marcar en una crucecita como dependiente, después de tanto estudiar en otros campos de la ciencia. Se me salieron las lágrimas, fue duro. Había estudiado muchísimo, con dos títulos universitarios bajo la manga, pero el contexto obligó a  reorientarme. No sé si fue mejor o peor, me definió la vida. Llevo desde entonces 18 años aquí”, dice Li mientras remueve el café, y por la mano le sube un tímido humo, casi imperceptible.

El Capitán de salón de un restaurante puede definirse como quien dirige la orquesta… guía las voces para que la melodía salga lo más radiante posible, si lo decimos metafóricamente.

“Ese fue mi papel en el restaurante Café, del Club Cienfuegos, durante 17 años. Era el responsable de la brigada de servicio. A mí siempre me ha gustado que la persona que comparte conmigo la profesión, el salón incluso, tenga conocimientos, hablar el mismo idioma y así retroalimentarnos; leer, probar las creaciones, compartir un trago. Eso lo encontré aquí (…) Ese calvo que viene por ahí es Cristóbal, famosísimo en Cienfuegos por sus cócteles, ya llevamos casi dos décadas de trabajo juntos. Un buen colega, a decir verdad.

“Uno de los eventos que más disfrute fue el Havana Master Class en 2010; estuve entre los primeros cinco del país y la final fue en China; disfrute mucho ese intercambio”, agrega y omite por modestia otros tantos premios que ha recibido en competencias de bartenders en la Isla. Mientras habla hace surcos imaginarios con las llaves sobre la mesa, un mazo de llaves que debe significar las propiedades de una vida entera.

La categoría cuatro tenedores que posee el restaurante Café del Club Cienfuegos es una rareza en Cuba, casi ninguno la tiene y preserva a través del tiempo…

“Primero debes cumplir las normas que establece esa categoría, que no son pocas. Luego trabajar para no dejarlo morir (…) Hoy las paladares representan una gran competencia para el servicio gastronómico estatal. Un restaurante nuestro tiene las posibilidades para dar un servicio de excelencia, pero atentan contra eso los malos vicios adquiridos a través del tiempo y el antídoto, por decirlo de alguna manera, reposa sobre el sentido de pertenencia que exista entre los trabajadores.

“Ahora lo privado está en ventaja a la hora de personalizar el servicio, además, los salarios de los empleados son superiores al nuestro y el personal es mínimo (…)

“El 99 por ciento de quienes se paran en la entrada del Club reconocen la majestuosidad de la edificación, sin embargo, le ponen detrás el apellido de ‘muy caro’. Error, nosotros hoy tenemos unos precios que no tiene ninguna paladar en Cienfuegos, muy por debajo de los que antes existían. Después de la pandemia nos dirigimos hacia el mercado nacional y se replantearon los precios de las cartas menú…”, enfatiza.

El cubano no es de cócteles, le gusta beber a la dura. ¿Economía o tradición?

“La coctelería surge por una necesidad de placer, pero luego se convierte en un tema económico. El cubano no toma cóctel ni vino, tomamos cerveza o ron. Se ha ido perdiendo la tradición de los tragos; influye en ello el valor que tiene en la carta, el suministro que entra también a las instituciones para su elaboración (…) Muchos cócteles que representan a la ciudad han salido de aquí, igual en lo culinario; hoy tenemos el filete de pescado al camarón, filete de pescado Club Cienfuegos, la preparación de la langosta… La ciudad sale por todas partes, no se aparta de uno”, agrega.

Cienfuegos hace que su gente se enamore de ella, seduce y atrapa… ¿te pasa?

“Cienfuegos no tiene un lugar más bello que el Club. No existe una terraza en Cuba con una puesta de sol como la nuestra. Sin embargo, los cienfuegueros nos perdemos eso; hoy existen ofertas atractivas pensadas para el mercado nacional y todavía no se aprecia el lugar, no lo visitan.

Esa mezcla de olor a mar y lluvia no la he sentido en ningún lugar, fuera o dentro de la Isla. La bahía tranquila, el azul en cualquier lugar… y la familia creciendo es casi una mezcla perfecta para estacionarse”, dice y recoge las llaves, sonríe, y los ojos chinos se hacen más chinos.

Su uniforme es pulcro; el blanco es bien blanco, el negro bien negro, sin medios tonos, como su personalidad misma. Dice que con el tiempo se convirtió en un peleón y que del polista solo queda la destreza al nadar…, ni mienta la relación trunca con la ciencia nuclear. La historia del chino Li tiene un eslogan, lo dice él para congraciarse con los demás y para despistar a alguna periodista tomadora de café.

El chino Li adora a sus hijos; uno de ellos le sigue los pasos en la coctelería. / Foto: Cortesía del entrevistado

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Zulariam Pérez Martí

Periodista graduada en la Universidad Marta Abreu de Las Villas.

2 Comentarios en “Centenario del Club Cienfuegos: la historia del chino Li

  • el 2 septiembre, 2020 a las 7:06 pm
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    Muchas felicidades por todos tus logros!!! Y muchos éxitos. Hay chino Li pa’rato en el Club Cienfuegos!!!

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  • el 30 agosto, 2020 a las 6:19 pm
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    Esta bolao el tipo ese
    Na pero yo le gano al hijo nadando jajaj?

    Respuesta

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