Celulares, Internet…, “momenticos” de distracción laboral

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Antes de producirse la hecatombe de la Internet en Cuba, cuando la irrupción de las primeras zonas wifi en la ciudad de Cienfuegos, una colega requirió entonces mi criterio sobre las implicaciones de este hecho en nuestra sociedad, y sin titubear, respondí: “será una gran distracción”.

Bastante conservador fui en aquel momento al comentar sobre el impacto que tendría el uso de las nuevas tecnologías y el acceso de miles de cubanos a la Red de Redes en el ámbito laboral. Si hubiera imaginado las reiteradas situaciones que hoy plagan los centros de trabajo ―muchos dedicados a la prestación de servicios―, sin dudas tendría que haber sido más contundente: “será un relajo”.

Posiblemente, no haya sitio que se salve en la actualidad de esa enajenación que produce el universo digital. Lo mismo recepcionistas, trabajadores y hasta administrativos, son presos de una obsesión a la que a veces parecieran destinarle mayor tiempo que al de sus propias responsabilidades. Por supuesto, en aquellas empresas o establecimientos con un encargo público más directo a la población, el asunto toma otros ribetes: “Ay, espérate un momentico, que estoy haciendo algo importante”.

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No sé ustedes, lectores, pero en lo personal acumulo una larga hoja de “momenticos”. El último de ellos me halló en la vecina ciudad de Santa Clara, específicamente en la Terminal de Ómnibus Nacionales. Llegaba contrarreloj para anotarme en la lista de espera, con la esperanza de viajar a Cienfuegos en una guagua casi a punto de salir. En la taquilla, una joven muchacha, con celular y datos móviles, en otra galaxia.

Mi vida, para apuntarme en lista de espera a Cienfuegos, le dije con el mejor de los afectos.

Ay, espérate un momentico, ahora mismo te apunto, respondió con el dedo deslizándose por la pantalla de su móvil, repartiendo “likes” por montones, mientras en mi rostro se dibujaba un “me enfurece”.

Por suerte, la sangre no llegó al río y logré alistarme en la guagua y venir en ella, aunque el “momentico” en la taquilla duró como quince minutos hasta que la chica se hartó de Messenger, Facebook, WhatsApp, y tras de mí ya éramos unos cuantos.

Desde la neuropsicología, algunos investigadores sostienen que el actual escenario tecnológico conduce a un estilo de atención que lleva a la mente a saltar de una cosa a la otra, sin la capacidad incluso de concentrarnos en lo que nos dice otra persona. Y por ahí andan los números.

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Según estudios de la Universidad de California Irvine, recurrimos al teléfono entre 80 y 110 veces al día, y en contextos foráneos se ha comprobado que los trabajadores revisan el correo electrónico unas 70 veces al día y acceden a Facebook otras 20. No sin razón, varias plataformas de empleo señalan a celulares y redes sociales como los principales distractores del trabajo.

Cuba vive igual esta realidad, con visibles afectaciones en el espacio laboral y en términos productivos, pese a carecer de investigaciones que permitan corroborarlo. En el mundo existen naciones que hasta abogan por aprobar normas jurídicas al respecto, pero no se trata de eso y menos de endosarle una connotación negativa al uso de las tecnologías de la información y la comunicación. La cosa va de asumirlas como herramientas al servicio de nuestras vidas, en lugar de vivir esclavizados a ellas, convirtiéndolas en armas de distracción masiva y extenuantes “momenticos” para otros.

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Roberto Alfonso Lara

Licenciado en Periodismo. Máster en Ciencias de la Comunicación.

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